–...Este dibujo significa mucho para mí...
Nada de lo que estaba pasando tenía sentido. En resumen, Andrew había dicho que el dibujo era un réplica del mismo dibujo hecho por su madre cuando era pequeño. Dijo que verlo le traía inspiración, pero sobre todo, paz.
¿Cómo era posible que el dibujo de la mamá de Andrew fuera exactamente igual a mi sueño repetitivo? Estaba tan confundida.
Por la manera en la que hablaba, Andrew se veía nervioso. Evitaba a toda costa dirigirme la mirada, pero sé que algo escondía.
–Muy bien, Andrew. Ahora quiero que todos escriban qué los inspiró para hacer sus dibujos.
–Maestra, ¿puedo ir al baño? –se me ocurrió preguntar.
–Por supuesto. No tardes.
Cuando salí de la clase, lo vi. Estaba segura de ello. Finamente, sin necesidad de un sueño, lo vi a lo lejos en el pasillo. Me pedía que me acercara; escuchaba su voz dentro de mi cabeza. «Acércate... no tengas miedo». Increíblemente, no sentía miedo, sino una sensación de paz que recorría mi cuerpo. Cuando di el primer paso, la jaqueca comenzó. Dolía como nunca, pero seguía caminando porque simplemente debía hacerlo. Cuando estuve lo suficientemente cerca como para apreciar sus ojos, no soporté más y caí al suelo. Mi último recuerdo fue él caminado hacia afuera y Andrew tratando de que reaccionara. Luego me desmayé.
Si se hablaba de alguien que se desmayaba más veces de las que se pueda contar, sí, se trataba de mí. A cualquier madre normal le habría preocupado el que su hija se desmayara constantemente, considerando la anemia como una opción, pero mi mamá sólo se preocupaba por algo irrelevante: Andrew tan preocupado por mí.
–Seguramente está enamorado de ti. Eso no debe pasar –me repetía una y otra vez, con un tono más preocupado de lo normal.
–Mamá, sabes que él sólo es mi amigo. Los amigos se preocupan unos por los otros –dije con un tono de desinterés–. Además, él sale con una chica.
–Bien. Sólo quiero tu bienestar. En tu estado, un enamoramiento no te haría bien.
–¿Mi estado? –pregunté.
–Ehh... tu estado actual. Ya sabes. Débil por tanto desmayo. Seguro es anemia.
–Seguro –contesté, sin quitarle los ojos de encima. De repente actuaba raro.
–En fin. Debo ir por tus medicamentos a la farmacia. ¿Estarás bien sin mí?
–Claro, mamá. Aún recuerdo cómo bajar las escaleras y hacer pipí. Estaré bien.
–Ok. ¡Te quiero! –gritó desde el pasillo.
–¡Y yo a ti!
Comencé a crear teorías en mi cabeza. Sin duda, algo grande pasaba. Algo de lo que no estaba enterada. ¿Sería posible que mamá se inclinara a la ridícula tradición de aislar a su hija de la sociedad masculina hasta que cumpliera los 25 años? De generación en generación, los sucesores de mamá habían seguido esta ridiculez, incuyéndola. Bajo la creencia de que prevendrían los hijos no deseados y se mantendría lo culto de la sociedad femenina, era posible que mamá me sometiera a ella. Sin embargo, siendo sometida o no, ya no estaba cierto chico gracioso e inteligente por quien pelear.
Sólo era Aine Miller y su loca madre...
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Aine
Teen Fiction¿Qué es esto que me atormenta? ¿Será el vacío de un amor que nunca vendrá? Las líneas escritas con el aura de mi alma se hunden en este vacío. ¿Moriré? ¿Viviré?