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Te fui a visitar ayer por la tarde, como casi todos los dias. Antes lloraba, ahora, simplemente y desgraciadamente te veo como una rutina.

Un día me obligué a parar de llorar, porque eso únicamente significaba que no tenía esperanzas.

Y si que las hay (o eso me obligo a pensar), no escribo estas cartas para nadie, sino para ti, para que algún día las leas. Todos los días me levanto y llamo a tu madre, ¿por que? Para ver si has despertado. Y se que algún día tu madre me dirá: "despertó".

Tengo un problema. Si no lloro, río. El doctor me miró mal. Muy mal. Intenté ponerme seria, aunque me alegré de sonreír.

Se te movió un dedo. Llamé corriendo a la enfermera, y me explicó que era normal.

No pasó nada más.

Pero se que un día, no solo se te moverá un dedo, si no también se te abrirán los ojos, la boca, se te moverán las piernas. O quizás eso solo pase en las series.

Quiero seguir ayudándote para cuando llegue ese día (o ese no día)

Los gatos son tu pasión. Tienes cinco que cada día dan un paseo por tu jardín desde los últimos seis meses, sospecho que intentando encontrar comida. A ninguno más de tu familia le gustan, creo que ni soquiera se han dado cuenta de que están ahí. A veces se las doy yo. Pero a veces pasan hambre, porque la constancia no es lo mio. Tampoco era lo tuyo, así que estarán acostumbrados.

Hacías yoga y meditabas.

Amabas leer, ir a conciertos de grupos desconocidos para gran parte de la población de La Tierra, dormir, la nieve, el morado, dramatizar tus series favoritas y reirte alto.

Oh, bien, ya la he cagado. Estoy hablando en pasado. Perdón por ser la amiga más perezosa del mundo, no tengo corrector.

Nicole.

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