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Si te pones ha pensarlo es bastante injusto.
Creía que iba a ser la amiga más feliz del mundo, que cuando despertase todo volvería a ser como antes y dominaríamos el mundo.

Creía que las lágrimas con que la iba a recibir serian de emoción, no de melancolía.

No pensé en que Katrina estaría mentalmente tan débil.

Hoy ha sido un día bastante pesado.
La gente no paraba de preguntarme sobre Katrina cuando vine al instituto.

Gente que lo que en la vida la había visto hablar con ella.
¿Por qué ahora?
La gente se preocupaba por ella, seguramente se arrepienten de no haber mantenido una conversación con ella, o de algo malo de ella que hablaron a su espaldas. Ahora, que estaban a punto de perder algo que nunca tuvieron porque no quisieron, lo echaban de menos.

Volví al hospital por la tarde. Ahí estaba su madre, acompañada por su padre, otros familiares y la ya conocido doctora, en un pasillo de la primera planta.

- ¿Ya no recuperaremos a la antigua Katrina? ¿A mi hija? - preguntaba su madre.

- Mantiene sus conocimientos sobre la cultura general, pero no ciertas experiencias o recuerdos. La hemos preguntado donde vive. Ha respondido que en Oiwa. Es complicado saber que es lo que tiene en su mente para decir Oiwa, ya que no tiene nada que ver con San Francisco. En cambio, la hemos preguntado sobre su comida favorita, no se acordaba, pero en cuanto hemos pronunciado la palabra Sushi, ella nos ha respondido que recuerda su atracción por la comida japonesa.

Gracias por tan aparente sensibilidad, querida doctora

Aquí es cuando fui verdaderamente consciente de lo complicado que iba a resultar la situación.

Su madre volvió a romper a llorar, junto con otro familiar.

No sé como se consuela a la gente. Los momentos en los que alguien se pone a llorar y yo no se que hacer. A veces me limito a tocarle el hombro, en señal de que estoy con él. Sin embargo, en este caso, no me considero la persona mas adecuada.

Simplemente la dediqué una mirada de compasión y la pregunte a la doctora por la habitación a donde la habían trasladado. Me fui con un "hasta luego" en tono lúgubre.

Abrí la puerta de la habitacion 089, primera planta.

La camilla estaba vacía.

El aire azotaba las cortinas transparentes de una ventana abierta de par en par.





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