22- Cosas extrañas.

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¿Qué me pasaba? Dios mío.

Sus labios y los míos apenas se rosaban, eran suaves... muy suaves, no podía seguir, así que me retiré rápidamente.

Eso no había sido un beso ¿o sí? Claramente NO. Solo fue un roce.

Connor me miró atento y con las cejas un poco fruncidas, algo confuso.

—Ah... no sé... qué pasó... lo siento. —tartamudeé, y fue lo único que se me ocurrió decir. Él no respondió, haciendo que la situación para mí fuera peor.

Ya no temblaba, todo aquello, el temor y la fragilidad en su mirada se había esfumado.

Me aclaré la garganta completamente incómoda.

— ¿Dónde está mi hermana? — ¿de verdad preguntaba eso? Casi había llegado a besarlo, tal vez no significaba nada para él... eso era bueno.

—Se fue en el auto de tu madre por unas pastillas. —murmuré. Sus ojos seguían en los míos haciendo que mi corazón latiera a la velocidad de la luz.

Lentamente se removió y bajó de mi regazo. Me puse en pie rápidamente y me alisé la ropa.

Connor me imitó. Estaba vestido solo con un pantalón a cuadros de dormir y su pecho desnudo estaba húmedo.

—Ella no tiene permiso de conducir. No debió salir. —Claramente estaba cabreado. Ya no quedaba nada de aquel chico con ojos de miedo e indefenso. Él volvía a ser el mismo... solo que enojado.

—Bueno, a juzgar como estabas... ella no tuvo más opción que salir corriendo desesperada.

— ¡Estoy bien! —Me sobresalté ante aquel grito —Le puede pasar algo en la carretera, maldita sea. ¿Por qué mierda no la detuviste?

Fruncí el ceño y parpadeé un par de veces.

— ¿Disculpa? Bueno, por si no lo habías notado yo estaba demasiado ocupada tratando de que entraras en razón.

— ¡No pedí tu maldita ayuda! —sí, eso había sido un buen golpe. Podía imaginar mi rostro, sin expresión alguna. Aquello no debía afectarme en lo mínimo, pero de verdad tenía importancia para mí. Sorbí por la nariz la última muestra de que una vez estuve llorando... por su culpa.

Connor me miraba y tenía las cejas fruncidas.

—Bebé... lo siento.

Eso me provocó risa, pero no reí, aunque fuera una sarcástica. Él de verdad estaba mal.

—Vete al demonio, Connor Williams. —me giré y salí de manera digna. Las lágrimas cayeron, en cuanto llegué a la habitación de Alex, me metí a la cama y me acurruque abrazando una almohada.

Los pasos de Connor bajando las escaleras se escucharon, y también cuando maldecía. Oí claramente como hablaba por teléfono, y estaba segura que era con su hermana.

Cerré los ojos fuertemente y lo único que deseé en ese momento, con mucha intensidad, era irme a casa, de verdad quería estar con Blanca y mi hermano. Lo anhelaba.

Mis parpados bajaron tratando de dormir, pero el dolor en mi pecho no quería abandonarme.

Suspirando rogué poder quedarme dormida.

* * *

El delicioso olor a Beicon me recordó a mi Nana y eso provocó que mis ojos se abrieran. Me estiré un poco y miré la habitación rosa... no era mi cuarto.

Suspiré al recordar donde estaba y todos los acontecimientos que habían pasado los últimos 2 días. Genial.

El ruido de la ducha se escuchaba en el baño, estaba segura que era Alex, me senté recostándome al respaldar de la cama, pasé la mano por mi cabello y mi rostro varias veces. Solté el aire de mis pulmones y me concentré en la habitación. Era sorprendente lo rosado que era, sonreí, pero dejé de hacerlo al escuchar el sonido de platos, ollas y cucharas en el piso de abajo. ¿Quién estaba en la casa? ¿Sandra Williams?

Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora