24- Al fin.

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—¡Arriba, arriba pequeña Emily! —abrí un ojo lentamente.

—Connor, largo. —se eché la cobija sobre la cabeza.

—Vamos, Julieta. No me hagas sacarte de la cama —su voz era divertida.

No hice caso alguno, de verdad tenía sueño. La noche anterior nos habíamos desvelado viendo películas de terror, Alex y yo de verdad teníamos miedo, por otro lado Connor solo se reía de nosotras y se encargaba de asustarnos cada 5 minutos.

—Preparé el desayuno, bebé. Se enfriará. —esa palabra... bebé, ahora tenía un nuevo y extraño significado para mí. Seguí con la sabana sobre mi cabeza, y aun con los ojos cerrados, el recuerdo del beso con Connor llegó a mí.

Abrí los ojos rápidamente y a esa misma velocidad quedé con el rostro descubierto, para encontrarme con mi vecino, mirándome atento.

—Fuera de mi habitación Connor —hablé de manera fuerte, me ponía de mal humor recordar aquel... beso.

—Técnicamente es el cuarto de invitados. —sonrió. —Vamos a desayunar.

—No, no quiero, ahora por favor vete o me iré yo. —mis cejas estaban fruncidas.

—¿Andas en tus días Emily? —elevé una ceja y lo fulminé con la mirada —Es que de verdad no te entiendo, un día me tratas bien, al rato me besas, luego huyes, después estamos bien de nuevo, y ahora me miras como si me odiaras y no quieres hablar conmigo... Se supone que somos amigos.

Permanecí en silencio, y mis ojos estaban centrados en los suyos, de verdad quisiera golpearlo. Muy fuerte.

—Mira Connor, te diré algo. No ando con la menstruación, mis estados de ánimo no son de tu incumbencia, te trato como se me venga en gana, y ese maldito beso no significó nada, ¿entiendes? Ahora, déjame sola.

Connor me sostuvo la mirada, y pude notar que esta se fue nublando conforme dije aquellas palabras, tan solo sonrió de lado.

—Bien, pero te recuerdo que ese maldito beso como le dices, me lo diste tú, y ten esto presente, tampoco significó nada para mí. Y te equivocas sobre algo... no me puedes tratar como se te venga en gana, no soy un juguete, si piensas que lo soy, entonces limítate a no decir la idiotez de que somos amigos cuando nunca podremos serlo.

Se levantó, caminó hacia la salida y al pasarla, se encargó de poder demostrarme su enojo al lanzar fuertemente la puerta.

Me quedé tumbada en la cama, cerré los ojos y traté controlarme... Inhala, exhala Emily, no te frustres, me repetí una y otra vez.

Más tarde, miré el reloj, el sueño había dejado mi cuerpo, así que me levanté, fui al cuarto de Alex, busqué la ropa que había dejado para mí antes de irse al instituto y me dispuse a bañarme. Cuando al fin salí de la ducha y estuve presentable, pensé que tal vez ir a casa y estar en mi propia habitación me relajaría. Pero mi expresión cambió al recordar que tenía que pasar por la ventana del Sujeto. Solté un bufido.

Caminé a paso lento directo hacia la habitación de Connor, cuando estuve frente a la puerta miré el pomo, y con mis nudillos di unos golpes.

No hubo respuesta, tragué un poco de saliva y volví a tocar. Mi paciencia se estaba agotando, si Connor no decidía abrir aquella puerta, lo tendría que hacer yo. Esperé al menos un minuto, y no estaba dispuesta a esperar ni un solo segundo, al diablo la privacidad.

Abrí la puerta de golpe, para encontrarme con... una habitación vacía. Fruncí el ceño, en ese instante el sonido de una moto llenó mis oídos, corrí al cuarto de Alex y velozmente me asomé por la ventana, para justo a tiempo mirar a Connor irse en su motocicleta.

Sin Límites ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora