La gloriosa hora de almuerzo había llegado, mi estómago no había parado de rugir toda la mañana, todo era culpa de Mike, por no permitir que terminara mi desayuno.
Hice la fila como de costumbre, me encontraba sola ya que no me había tocado con ninguno de mis amigos en la clase antes del almuerzo. Esperé a que esta avanzara pero como siempre era una lentitud que daban ganas de tirarse a llorar.
Solté un suspiro, a mis espaldas escuché unas voces chillonas, de inmediato rodé los ojos, genial Hannah y sus secuaces, en otras palabras la zorra de Maya y la ofrecida de Zoe. De reojo miré hacia atrás, y como lo había dicho ahí estaban las tres chicas, se encontraban a tres dos chicos detrás de mí. Lo que llamó mi atención fue que junto a ellas se encontraba, Kim, que mantenía los brazos cruzados, las cuatros llevaban el estúpido traje de porrismo, el cual era diminutamente corto.
— ¿Qué quieres de comer? —La mujer regordeta habló haciendo que desviara mi preciada atención de las cuatro chicas. Le sonreí, pero ella permaneció sin expresión ¿Es que nunca perdonaría las guerras de comida que yo había provocado antes? Fijé mi atención en la comida.
—Una hamburguesa y una Coca-Cola de frambuesa. —Pedí y extendí mi bandeja.
—Oye, Maya, ¿sabías que las hamburguesas y las gaseosas engordan? Tal vez por eso estás así de cerda.
De inmediato mi mandíbula se tensó, era completamente seguro que ese estúpido comentario de la rubia era para mí. Hannah me estaba provocando, pero no caería en su maldito juego, aunque las ganas de embarrarle la hamburguesa en todo su rostro extra maquillado, no me faltaban. La mujer de la cocina sirvió la comida con los ojos un poco abiertos, al parecer también había escuchado.
Le dediqué una sonrisa falsa a la mujer y caminé fuera de la fila, miré en dirección a la mesa de mis amigos, y para mi suerte, ahí estaban todos. Arrastré mis pies, para luego llegar al lugar, corrí una silla luego me desparramé en ella.
—Wow, traes un lindo rostro —Murmuró Madi, llamando mi atención. La rubia comía ositos de goma.
—Sí, bueno me han llamado cerda —Sonreí con dulzura.
—Y ¿Eso te afectó? —Preguntó con las cejas fruncidas.
—Claro que no, lo que me afectó es que quería sacarle los ojos, pincharle los implantes y embarrarle la hamburguesa en la cara, pero me controlé. —Giré la cabeza en dirección a las cuatro chicas, que iban caminando y mostrando el trasero hacia su mesa.
Mike miró hacia la dirección en la que mis ojos se habían fijado antes y puso una mueca, encarándome.
—Emily, no entiendo por qué odias tanto a Hannah, ella no te ha hecho nada, además, mi querida Kim va ahí con ellas, y ella tampoco te ha hecho daño alguno...
Madi, Sarah y yo, lanzábamos misiles a Mike con la mirada.
—Michael, es mejor que cierres el pico antes que te matemos a golpes, te dejemos tirado y desnudo aquí mismo —Gruñó Sarah. Debía decir que ella no era nada agresiva, pero después de la pelea con Zoe, había cambiado un poquito.
—Mi cuerpo desnudo sería algo digno de ver —Murmuró él con una sonrisa.
—Sí hermano, tus pelotas al aire, que genial. —Comentó mi novio. Fijé mi atención en él y este sonrió ligeramente, la verdad la conversación de la mañana con Michael aún me tenía algo molesta, aunque Nathan no tuviera la culpa de los molestos comentarios de mi hermano.
—A veces me pregunto si de verdad eres mi hermano, Michael. Se supone que si odio a alguien tú también.
Mike se encogió de hombros.
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Sin Límites ©
Novela JuvenilEmily Stewart... la vida de una chica normal, con algunos problemas como cualquier adolescente de 17 años, con sus 4 amigos, y hermano mayor, están acostumbrados a divertirse y hacer lo que les plazca. Hasta ahora, se escucha como una historia norma...