Sed de Aventura

2.5K 55 33
                                    

Esa noche, Gaturro y su familia estaban de festejo. Celebraban que Luz había decidido hacer ella misma la cena. Para la ocasión, les había preparado uno de sus platos predilectos: Pizza amasada en casa y con sus propias manos.

Sobre la masa, además de las infaltables pomarola y mozzarella, había puesto de todo y para todos los gustos: jamón, morrones, aceitunas verdes, aceitunas negras, rodajas de cantimpalo, hojas de rúcula, queso rallado, palmitos y anchoas de exporta...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sobre la masa, además de las infaltables pomarola y mozzarella, había puesto de todo y para todos los gustos: jamón, morrones, aceitunas verdes, aceitunas negras, rodajas de cantimpalo, hojas de rúcula, queso rallado, palmitos y anchoas de exportación.

Pero a Gaturro lo único que le interesaba de todos esos ingredientes eran las anchoas.

Y sin que nadie se diera cuenta, fue robando y comiendo cada una de las anchoas de las porciones de pizza que se sirvieron en los platos.

-¿Dónde estaban las anchoas de la pizza?- Preguntó el padre revisando el ticket del supermercado-. Acá dice que comprate un frasco grande, pero yo no probé ni una mezcladas con el resto.

Gaturro, relamiéndose, sonreía, feliz de que no lo hubieran descubierto. Pero después de haberse comido él solo todo el frasco de anchoas, tenía tanta sed que le daban ganas de tomarse hasta el agua de la pecera del pobre Emilio.

-Cuánta sed tiene hoy Gaturro- observó el padre, preocupado.

-Debe ser el calor- dijo la madre-. Aunque no le guste, voy a mojarle un poco la cabeza- y acto seguido, para odio de Gaturro, le salpicó la frente con varios chorritos de agua helada.

Después de la sobremesa con un rico té de hierbas digestivas, se fueron todos a dormir.

Pero Gaturro daba vueltas en la cama y no podía conciliar el sueño. La sed y el calor no lo dejaban descansar. Hasta que se le ocurrió probar suerte contando ovejitas.

Al parecer, el método dio resultado y Gaturro empezó a dar unos cuantos bostezos hasta que se durmió.

Pero a los pocos minutos tuvo una pesadilla: soñó que montada en una de las ovejitas que saltaban la valla venía su Abuelurra.

Pero a los pocos minutos tuvo una pesadilla: soñó que montada en una de las ovejitas que saltaban la valla venía su Abuelurra

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Abuelurra, ¿Qué hacés ahí arriba?- la interrogó en sueños Gaturro, muy fastidiado.

-Ay, nene, ¡no sabés el saquito divino que te voy a hacer con la lana de esta oveja!- respondió entusiasmada Abuelurra, dándole furtazos al pobre animal con sus agujas de tejer.

-¿Un saquito? ¡Pero hace mucho calor!- protestó Gaturro.

-Ahora hace calor, ¡pero dicen que va a refrescar!

-No, Abuelurra, por favor. ¡un saquito no! !Un saquito NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

En ese momento Gaturro se despertó transpirado como si tuviese cuarenta grados de fiebre.

Sintió que tenía la lengua tan áspera y pinchuda como una virulana.

Miró el reloj de la mesita de noche. En pocas horas sonaría la alarma para ir al colegio, pero no podría volver a dormirse si antes no se levantaba a tomar un poco de agua fría.

La casa estaba a oscuras. Todos dormían.

Sin encender la luz, Gaturro fue hasta la cocina chocando contra las paredes y prometiéndose que no probaria una sola anchoa más en toda su vida.

Pero cuando estaba por abrir la heladera para sacar la jarra con agua, una voz muy familiar comenzó a llamarlo entre sollozos desde algún lugar de la cocina.

-Gatuuurrooooooo... Gatuuurrooooooo...- gemía la voz -. Socooorro, Gatuuurrooooo...

Parecía ser la voz de Ágatha la que le pedía auxilio.

-¿Ágatha, sos vos?- preguntó Gaturro mirando hacia todos lados, pero sin lograr ver nada ni nadie.

-Sí, soy yo.

-Pero ¿dónde estás?

-Estoy acá abajo, me caí por la rejilla. ¡Vas a tener que bajar a buscarme!

Gaturro pegó la oreja a la baldosa para escuchar mejor la voz del amor de su vida, que ahora llorando a mares seguía pidiéndole ayuda.

-¡No te preocupes, Ágatha, no llores! Yo te voy a rescatar.

Se tiró al suelo y desatornilló la rejilla lo más rápido que le dieron las garras. Luego comprimió su cuerpo todo lo que pudo. Y finalmente, haciendo grandes esfuerzos, logró meterse y empezar a descender por aquel hueco oscuro.

#1 Gaturro y el Misterio de las Cinco ÁgathasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora