Gaturro Cuesta Abajo

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Gaturro gateó y gateó hacia abajo por caños y tuberías, hasta que por fin aterrizó en el fondo dando un golpe seco contra el suelo mojado.

-¡Ágatha, acá estoy, ya llegue! - gritó mientras se incorporaba.

El eco de sus palabras siguió rebotando en el aire durante algunos segundos. Pero Ágatha no le respondió.

Ahí abajo, la oscuridad era casi completa. Gaturro lamentó no haber llevado una linterna, una vela o al menos una cajita de fósforos que le permitiera alumbrar el camino.

"Esto de que los gatos podemos ver de noche a una absoluta mentira", pensó mientras se agarraba de una de las paredes laterales del túnel.

-¿Ágatha, donde te metiste?- gritó. Pero nuevamente, como única respuesta, Gaturro escuchó el eco de sus propias palabras.

Ágatha seguía sin contestar.

-¡No son horas ni es lugar para andar jugando a las escondidas!- dijo, pero esta vez en un tono lo suficientemente bajo como para que el eco no lo perturbada.

A tientas, y dando pasos cortos por el suelo resbaladizo, Gaturro fue buscando a Ágata, avanzando como podía, esquivando toda clase de basura. En efecto, amontonados en medio del camino había pelos, vidrios, cartones, latas de gaseosa y otros residuos.

"Es evidente que aquí hace tiempo que nadie pasa un trapo ni una escoba", pensaba.

Por momentos el recorrido a ponía cuesta arriba y Gaturro debía aminorar la marcha y esforzarse por equilibrar su peso para no caer hacia atrás

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Por momentos el recorrido a ponía cuesta arriba y Gaturro debía aminorar la marcha y esforzarse por equilibrar su peso para no caer hacia atrás. Otras veces, en cambio, el camino era cuesta abajo y entonces de desplazaba rápidamente, deslizándose hacia un lado y otro como haciendo slalon en una pista de sky.

Pero lo cierto es que Ághata no aparecía y a Gaturro el juego e la escondida comenzaba a hacérsele demasiado largo, por lo que decidió ponerle punto final.

-¡Ágatha, me cansé! Salí de tu escondite que no quiero jugar más!- gritó. Pero esta vez no le respondió el eco de sus propias palabras, sino que fue la voz de Ágatha la que resonó desde algún lugar impreciso.

-¡Estoy atrapada!¡Ayúdame!¡No puedo salir!

-¿Pero dónde estas?- se desesperó Gaturro-. ¡¿Dónde estás?!

Ágatha ya no respondió. Y por primera vez Gaturro empezó a temer que le estuviera pasando algo grave.

En ese mismo momento vio que una gigantesca bola de luz verde fosforecente comenzaba a acercarse hacia él. Rodaba veloz desde el final de aquel túnel y Gaturro tuvo pánico de que le pasara por encima. Pero cuando estuvo a milímetros de aplastados y dejarlo estampado contra el suelo, la bola de luz verde de detuvo con una violenta frenada que la hizo girar en trompo durante varios segundos. A medida de que daba vueltas sobre sí misma, la luz iba perdiendo incandescencia.

#1 Gaturro y el Misterio de las Cinco ÁgathasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora