Capítulo 4

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—Mark, Mark, Mark —empezó socarronamente Horn—. ¿Creíste todo este tiempo que...? Oye, en serio. ¿Todo este tiempo creíste que estaba a favor de Omega? ¡Por Dios! ¿Cómo es que alguien puede ser tan ingenuo? 

Mark no podía creerlo, lo sabía por su expresión que podía ver solo de perfil, ya que aún estaba encerrado tras los corroídos barrotes de la prisión.

—P-Pero Horn, tú siempre me trataste mal, pero pensé que sería solo porque...

—¿Por qué te tenía cólera? ¿Por qué me caías mal por se mejor que yo? Jamás me interesaría algo como eso.

—¡Por supuesto, es lo que siempre me dijeron!

—Nunca —advirtió Horn enfatizando la primera palabra de su oración—, me importó el puesto en la empresa. Solo estuve ahí para enviarle información al Señor Hiker.

—Por supuesto, ingenuos —dijo Blane Hiker. Su expresión me aterrorizaba. La palabra "ingenuos" me incomodó, por supuesto. Pero fue además, porque ambos, Hiker y Horn la utilizaron. Era como si estuvieran conectados.

Me desconcertaba, por otra parte, el no saber si le habían lavado el cerebro, o en verdad todo este tiempo había estado ligado a Hiker.

—¿En qué piensas, niño? —me preguntó hoscamente Horn— ¿Cómo es posible? ¿Es cierto? ¿Le lavaron el cerebro? ¿Siempre nos traicionó?

Maldición. 

Había adivinado las cuatro preguntas que me formulaba segundos antes. Era como si pudiera leerme la mente.

Maldición.

Pero ni siquiera de ello podía estar seguro. Podía ser posible que dentro de ese lugar ello era factible.

Así que, solo por precaución, intenté poner mi mente en blanco.

Noté que Hiker hablaría, pues caminaba de un lado a otro con las manos juntas detrás de la espalda. Se le veía muy tranquilo. Volteó, y lanzó una rápida pregunta dirigida justo hacia mí.

—¿Qué piensas, niño?

Una pregunta simple en verdad, pero que me dejó helado por lo directa que fue, y por la rasposa voz de Blane Hiker.

No sabía qué responder. Por Diso, ¿podía leerme los pensamientos o solo era una pregunta para intimidarme? No lo sabía. Pero tenía que descubrirlo.

Qué bueno que tenía esta arma escondida, pensé.

No ocurrió lo que esperaba. No. No podía leer la mente, así que rápidamente respondí, cuando Hiker ya había dado la vuelta hacia Mark. Al parecer solo era una pregunta retórica. Una que debía responder.

—En nada —dije secamente.

—¿Eh? —preguntó Hiker.

—En nada. No pienso en nada.

Maldición, ¿yo hablando con una doble negación? Tenía que estar muy distraido.

—¿De qué hablas, niño?

—Me preguntó en qué pensaba. Pues no pienso en cosa alguna.

—Está bien, niño, solo era una pregunta para ver si estabas atento.

Mentía. Lo supe en ese momento, lo sé y lo sabré. Su mirada. Siempre pude detectar la verdad en la mirada de la gente. Su mirada me evitó. Ligeramente, pero lo hizo. Cerró los ojos mientras desviaba la mirada y torcía ligeramente los labios.

Mentía.

Pero lo que no sabía era cuál era la verdad. No era suficiente saber que mentía. Debía saber la verdad. Lo necesitaba para idear una forma de salir de esa celda.

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