Kleid se metió en la cabina de teleporte y tecleó su destino: Tempus Fugit. Cuando los dos anuncios habituales terminaron y el ordenador de a bordo le pidió la identificación, extendió la palma de la mano sobre la pantalla táctil y pronunció su nombre en voz alta.La máquina se activó al instante.El detector de armas se abstuvo de analizarle y varios paneles similares a los receptores de luz solar cubrieron el interior de la cabina.
Una cuenta atrás apareció en la pantalla. «5... 4... 3...2... 1... TELEPORTACIÓN». El protovidente sintió un cosquilleo cuando la máquina lo desintegró. Duró menos que unparpadeo. Antes de llegar a asimilar lasensación de que no estaba, ya habíaaparecido a kilómetros del parqueConrad, en la cabina que había a laentrada del edifico de Tempus Fugit.
El lugar estaba completamente vacío. A simple vista podía parecer que ni tan siquiera los guardias de seguridad vigilaban el interior de las oficinas, pero Kleid sabía que no era así.Dio la vuelta al edificio hasta encontrarse con una puerta trasera.Situó la palma de la mano sobre el detector y una vez abrió la puerta,entró. A continuación bajó las empinadas escaleras metálicas hasta llegar al sótano. Tomó un ascensor y descendió varios pisos más, hasta los laboratorios. Shawn le esperaba con la bata blanca de cirujano puesta y la máquina de Extracción lista.
-Ha sido rápido, ¿no crees?
-Una misión sencilla -se limitó a decir Kleid, desenganchando el contenedor del anillo.
-Qué modesto eres.
Kleid le lanzó la piedra al científico y después se tiró en el sofá de cuero que había junto a la pared.
-¿Cansado? -le preguntó el científico, observando el anillo con detenimiento.
-Estoy bien. Es sólo que... -se calló antes de continuar-. Da igual, no es importante.
-Como quieras, pero me estaba empezando a asustar. Por un momento creí que habías aniquilado por completo tu humanidad. Kleid arqueó una ceja.
-¿A qué te refieres?
-Al remordimiento que estás sintiendo -respondió Shawn sin darle importancia.
-Al... -Kleid se incorporó-. No... Yo no estoy sintiendo ningún remordimiento. Es sólo que... estoy cansado.
-Ya... -replicó el otro-. Bien, esto está listo.
Kleid se levantó del sofá y se acercó a la máquina con la que trabajaba Shawn.
-Un buen ejemplar -comentó el científico.
-Era sólo una niña -añadió Kleid.
-Una lástima -murmuró el otro. Kleid conocía a Shawn desde hacía años. Era un hombre que rondaba la treintena. Siempre llevaba el pelo castaño recogido en una coleta y acostumbraba a dejarse perilla cada cierto tiempo. Decía que era una táctica para atraer a las chicas. Era un buen tipo para ser humano.Ya en la primera misión de Kleid, había sido el encargado de extraer la Esencia de su anillo y almacenarla en una cápsula; una labor que sólo él, como científico experimentado, podía realizar. Un error, por mínimo que fuera, podía hacer que la Esencia se perdiera para siempre.
-Aguarda un momento -le pidió a Kleid. El chico dio un paso hacia atrás y observó cómo el científico vertía toda la Esencia en la pipeta.
-¡Listo! -con mucho cuidado, Shawn enroscó el tapón para cerrarla y,a continuación, la colocó en un armario frigorífico junto al resto delas muestras. Con un bolígrafo electromagnético escribió en la superficie un número.
ESTÁS LEYENDO
Ladrones de almas
Teen FictionEl mundo tal y como lo conocemos ya no existe. Una temible Plaga ha dejado en coma a numerosos adolescentes y la empresa Tempus Fugit se alza como la gran salvadora gracias a sus cabinas de teleporte. En esta situación las vidas de cuatro jóvenes se...