—Madre!!.
El grito hizo saltar a Eva de la cama con el corazón en la garganta.
Salió corriendo de su habitación para encontrarse a Pablo resollando en una esquina del sofá. La camiseta se le pegaba a la espalda, empapada.
—¿Estás bien? —le preguntó la chica, encendiendo las luces.
—He... he tenido una pesadilla —dijo el joven, sin aliento y con la frente perlada de sudor—. Pero veo que todavía no ha terminado...
Eva fue hasta la ventana y descorrió las cortinas. Ya había amanecido, aunque unas nubes grises cubrían el resplandor del sol envolviéndolo todo en una gris neblina.
—¿Quieres desayunar? —le preguntó sin saber bien qué decir.
Pablo se encogió de hombros y se masajeó la nuca.
—Hay leche, huevos, cereales... —enumeró—. No sé qué tomas normalmente.
—Leche está bien, te lo agradezco —respondió Pablo, levantándose.
Eva abrió una pequeña despensa y saco un par de cápsulas del tarro más vacío. El la miraba con interés.
—Ahora verás —comentó ella con un guiño.
Colocó cada cápsula en un vaso y después les echó unas gotas de agua. Al instante, las envolturas se partieron en dos y de ellas manó un torrente de leche que a punto estuvo de desbordarse.
—Vaya... —masculló Pablo, atónito.
—Así se ahorra espacio —se limitó a decir Eva.
El chico se quedó observando la leche como si pudiera estar envenenada.
—No te asustes, no hace daño. Simplemente se envasa comprimida.
Se acercó y metió el dedo en uno de los vasos para después chuparlo.
—Es todo tan raro... —comentó, paladeando el líquido.
Eva le dio un trago a su vaso y asintió.
—Verás lo pronto que puedes regresar a tu tiempo, con tu madre.
—Eso espero.
Los dos se quedaron en silencio, inmersos en sus pensamientos. Mientras apuraban sus vasos,Eva le observó de reojo. A la luz que entraba por las ventanas y con aquella ropa prestada, el chico no parecía venir de otro tiempo. No pudo evitar fijarse en sus manos: grandes y fuertes, debía de trabajar con ellas a diario allá de donde viniese. Sus ojos, marrones y con diminutas vetas verdes, se encontraban fijos en la ventana mientras su mente vagaba lejos de allí. Entonces suspiró y Eva salió de su ensimismamiento. Carraspeó incómoda y se dispuso a recoger los vasos y a meterlos en la pila.
—Yo me tengo que marchar —le recordó—. Volveré lo antes posible, pero por el momento será mejor que te quedes aquí. Puede que alguien te esté buscando...
—Espero que me encuentre —murmuró sombrío el chico—. Así podré pedirle explicaciones.
Eva tragó saliva y comenzó a fregar los vasos.
—De todas formas, hazme caso, quédate aquí por el momento. ¿De acuerdo?
Pablo se apartó el pelo de la frente y asintió con desgana. Ella dejó los cacharros en su armario correspondiente y se volvió hacia él.
—Sé que quieres salir corriendo y encontrar a quien te ha traído aquí, pero este mundo es peligroso y eso sólo te metería en más problemas. Anoche te prometí que te ayudaría y voy a cumplir mi palabra, pero tendremos que medir nuestros pasos antes de darlos —a continuación, preguntó en un susurro—: ¿Te das cuenta del poder que tienes ahora? Tú podrías ser la prueba de todo...
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Ladrones de almas
Teen FictionEl mundo tal y como lo conocemos ya no existe. Una temible Plaga ha dejado en coma a numerosos adolescentes y la empresa Tempus Fugit se alza como la gran salvadora gracias a sus cabinas de teleporte. En esta situación las vidas de cuatro jóvenes se...