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Harry me llevó hasta su habitación.

—Espérame aquí un momento.

Y esperé. Miré a mi alrededor. Las paredes estaban llenas de notas musicales. Pero no eran notas al azar, si no que parecían ser de una canción.

—¿Podrías ayudarme? —escuché que preguntaba, no pude evitar poner una sonrisa al verlo intentando cargar tantas cosas.

Corrí y tomé la base del teclado, para dejarla en la esquina de la habitación. Él colocó el instrumento encima.

—¿Y este espejo? —pregunté viendo el objeto que llevaba consigo.

Él se sorprendió de escucharme. No había dicho nada desde que entré a su casa.

—Ya verás.

Colocó el largo espejo rectangular enfrente de mí. Él se puso detrás de mí. Tomó mis manos y entrelazó nuestros dedos.

—¿Cuándo fue la última vez que te detuviste a mirarte en el espejo?

Suspiré.

—No lo sé.

—Tú... no te maquillas.

—¿Quieres que lo haga? —pregunté molesta, alejando mis manos de las suyas.

—No, no —se apresuró a contestarme, y a tomar mis manos—. No te maquillas porque no quieres mirarte. Y entonces no estás enterada de que así eres bastante hermosa.

No pude evitar sonrojarme.

Colocó sus manos en el cierre de mi sudadera.

—¿Puedo?

Me giré a mirarlo, arqueando las cejas.

—No, no vamos a hacer lo que tú crees, qué picarona —intentó bromear.

Asentí con la cabeza, respondiendo a su anterior pregunta. Bajó lentamente el cierre de mi sudadera, y cuando pudo, se deshizo de ella, dejándola en su cama.

Tenía una blusa negra puesta. Algo vieja, no me había preocupado por qué ponerme debajo, cómo iba a imaginar que Harry me quitaría la prenda de encima.

—Mira fijamente el espejo.

Asentí, algo nerviosa. Él beso mi mejilla. Colocó sus manos en mis hombros y las bajó delicadamente, hasta que las tuvo en mi cintura. Apretó un poco, jalando la tela de mi blusa desgastada.

—Usas ropa unas tres tallas más grande de lo que deberías.

Apretó mi cintura, dejando ver cómo se formaba una curva. Luego me acarició tiernamente.

—¿Hace cuánto tiempo que no te mirabas al espejo, Emily? —susurra contra mi oído—. ¿Ahora lo ves? Crees ser alguien que no eres, tú te convenciste a ti misma.

Levantó un poco mi blusa. La piel se me erizó de inmediato. No soy realmente plana, pero es verdad que he exagerado sobre mi opinión de mí misma.

—¿Hace cuánto tiempo que no veías a quien realmente eres en espejo?

Harry giró mis hombros. Bajó mi blusa de nuevo y subió sus manos hasta mis mejillas, acariciando mis pómulos.

Y enseguida pegó sus labios con los míos.

Diario de una chica imperfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora