Capítulo 2: Ojos azules

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Capítulo 2: Ojos azules


Corría. Corría sin parar. Las ramas de los árboles le arañaban la cara, y los troncos caídos provocaban que se tropezara continuamente. Oía un canto a lo lejos, una canción de cuna entonada por la voz de una niña, pero esta vez no era su hermana. Aterrada aceleró el paso. Tropezó de nuevo y cayó una y otra vez, magullándose las rodillas y rasgándose la ropa.

Se encontraba en un pequeño bosque. Estaba oscuro, ya que era de noche, y la luna escondida entre las nubes daba un aspecto lúgubre al cielo. El viento soplaba sin clemencia contra el cuerpo de la joven, calándola de frío hasta los huesos.

Salió del frondoso bosque después de pasarse media hora corriendo por él, hasta que llegó a un claro desolado. En él se encontraba un solo árbol, el favorito de ella: un sauce llorón. Debajo de él yacía un cuerpo boca abajo cubierto de sangre. Impactada y aun sabiendo que era lo peor que podía hacer, se acercó titubeante al cuerpo. Cuando llegó puedo observar que era un chico; su ropa estaba rasgada y se encontraba desnudo de cintura para arriba. Su cabello era castaño.

En un acto de valentía repentina, la joven se inclinó sobre el cuerpo y agarrándolo del brazo le dio la vuelta. Lo que vio la dejó embobada; era un chico, efectivamente, de piel tersa y bronceada, un abdomen bien trabajado y aparentemente unos años más mayor que ella. Y era alto, muy alto.

Observó bien su estado: tenía sangre en el labio, y de sus ojos cerrados caían lágrimas pausadamente. Moratones adornaban su cuerpo aquí y allá, dejándolo en una situación deplorable.

La chica se arrodilló junto a él, comprobando su pulso. Todavía estaba vivo.

Se quedó mirando al chico por unos minutos, pensando qué hacer con él, cuando de repente abrió los ojos, asustando a la joven. Observó sus ojos abiertos de par en par, tan azules como el mar, que irradiaban terror e ira. La muchacha fue retrocediendo asustada cuando vio que empezaba a levantarse.

El joven se puso de pie justo cuando la espalda de la chica chocó contra el árbol impidiendo su huida. Vio como él giraba la cabeza en su dirección, con los puños apretados y los ojos fijos en ella. Comenzó a andar hacia su posición mientras lágrimas de impotencia surcaban el rostro de la joven.

Cuando llegó hasta ella se situó a centímetros de su cuerpo, observándola desde arriba debido a su altura. Levantó la mano, aterrando con el gesto a la chica, pero este ignoró la mueca de miedo que ella le dedicaba y llevó su mano a su mejilla, limpiando sus lágrimas con los pulgares.

El roce de su piel contra su mejilla ocasionó un escalofrío que recorrió el cuerpo de la joven de pies a cabeza, provocando que cerrara los ojos fuertemente.

Por primera vez en todo ese tiempo sintió como el frío traspasaba su rasgada ropa, haciendo que empezara a tiritar de frío. Cruzó los brazos sobre su pecho mientras frotaba sus manos por sus brazos para intentar entrar el calor, cuando un cálido aliento en su cuello la asustó provocando que abriera los ojos de golpe.

Se encontró con unos ojos azules que la observaban detenidamente. Las facciones del joven eran delicadas y detalladas, remarcando cualquier cosa que se pudiera quedar fuera de la vista de cualquiera: pómulos angulados, labios gruesos y rojizos y pestañas finas y largas que le daban sombra a sus párpados.

Muy a su pesar, la chica no pudo evitar pensar que era un rostro muy hermoso, pero ese pensamiento se esfumó en cuanto en él apareció una sonrisa perversa.

De pronto, sus manos se vieron levantadas por encima de su cabeza, siendo apretadas con fuerza contra la corteza del árbol, haciéndole daño. Ahogó un grito cuando vio como el rostro del joven se acercaba al de ella, y un acto reflejo intentó darle una patada en la pierna para así poder librarse, pero el otro, como si se lo esperase, paró el golpe con suma destreza y se limitó a aprisionar también las piernas de ella contra el árbol.

Entonces, y aun con la sonrisa en sus labios, dirigió su boca hacia el oído de la aterrada muchacha.

―Eres mía ―susurró con voz grave y ronca.

La joven cerró los ojos llenos de lágrimas mientras escuchaba la escalofriante risa de él, esperando a que todo acabase.


Y con un grito, despertó.


Un grito se oyó por toda la casa de los Carstairs, irrumpiendo en el silencio de la noche. Eran las tres de la madrugada, y todos en la casa dormían cuando el grito resonó en sus oídos. Instintivamente todos se levantaron corriendo de sus camas yendo adonde se había escuchado el grito. Abrieron la puerta de la habitación y entraron asustados.

―¡Luna, cariño! ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? ―Preguntó alterada Rosie.

La joven se encontraba sentada en su cama con las manos entrelazadas, mirando a un lado y otro de la habitación como buscando algo. Cuando escuchó la voz de la mujer paró de buscar y la miró directamente los ojos, dejando apreciar como un profundo terror en estado puro invadía a estos.

Sin saber qué decir, la pareja corrió a abrazar a la muchacha, mientras su hijo miraba la escena confuso.

―¿Qué ha pasado? ―Preguntó este mirando a su alrededor, buscando cualquier cosa en la habitación que le indicara lo que había ocurrido, pero en vano.

Marlon y Rosie se separaron de la joven, dejándole espacio para que se recompusiera y explicara lo sucedido, pero ella sólo puedo cerrar los ojos y apretar sus puños con fuerza. Tras unos segundos en silencio se relajó y volvió a abrir sus ojos, esos ojos color crema que ahora se reflejaba arrepentimiento.

―Lo-lo siento. Sólo he... he tenido una pesadilla ―dijo con pesar.

El rostro de la pareja se ablandó.

―No pasa nada, cielo. Vuelve a dormir ―dijo Rosie haciendo que se volviera a tumbar en la cama mientras la arropaba.

Luego la pareja se retiró, dejando solos en un silencio incómodo a Chace y la joven. El chico se acercó a la cama y se sentó en el borde bajo la atenta mirada de Luna.

―¿Qué has soñado?

La pregunta la tomó por sorpresa. ¿Por qué se preocupaba por ella? Bueno, al fin y al cabo, era su hermano adoptivo, tenía derecho a comportarse como tal, pero sólo se conocían de un día y no esperaba confianza en tan poco tiempo. Debatiendo en si contárselo o no, habló.

―Es-estaba en un bosque, ese era el principio del sueño. Me caía y tenía la ropa rasgada. Entonces llegué a un claro. En él sólo había un árbol y... un chico.

Chace frunció las cejas.

―¿Un chico? ―La joven asintió con la cabeza―. ¿Cómo era? ―Preguntó con interés.

―E-era alto y musculoso. Tenía el cabello castaño y unos... unos ojos azules como el mar ―terminó de describir la chica, avergonzada.

El joven no pareció notarlo, pues andaba perdido en sus pensamientos. Luna se fijó en cómo tensaba la mandíbula, pero fue sólo un instante. Luego se relajó y volvió a centrarse en ella.

―¿Y qué pasó luego?

―Estaba en el suelo. Yo puse su cuerpo bocarriba y después de unos minutos se levantó de golpe ―explicó omitiendo algunos detalles―. Quise huir pero el árbol me lo impidió. Y entonces... él se acercó a mí, aprisionándome, y me... me dijo...

―¿Qué te dijo? ―La apremió Chace viendo la duda en la voz de la chica.

Esta levantó su cabeza y miró directamente a los ojos de él, con la duda imprimida en ellos.

―Me dijo que era suya ―susurró.

El rostro del joven se tensó. Se levantó repentinamente asustando a la chica y sin dar explicación salió de la habitación cerrando la puerta con fuerza tras de sí, dejando a Luna sola y confundida.








Clanes de Luna Nueva: Greys © [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora