Capítulo 5: Lobo gris

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Capítulo 5: Lobo gris



Luna.

No podía creer lo que veían mis ojos. Ante mí se hallaban, imponentes, cinco enormes lobos negros de ojos mieles. En medio de ellos se encontraba Chace con una expresión de ira en su rostro. Y a su lado, aquel chico de mi sueño de ojos tan azules como el mar. Era quizás más apuesto todavía que en mi sueño. Y eso sólo me aterraba más.

El chico que me aprisionaba en sus brazos se tensó, pero no me soltó. Un silencio cargado de tensión se instaló en el claro. El frío viento de la noche ululaba tímidamente en nuestros oídos. Cuando pasaron unos minutos, alguien habló. Al reconocer aquella voz grave y ronca un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.

―Soltadla.

Una palabra. Una simple palabra pronunció. Y el caos estalló. De repente me vi siendo arrojada contra el suelo y arrollada por los lobos blancos, que corrieron hacia mí enseñando sus colmillos. Horrorizada, escondí mi cabeza entre las piernas, pero sólo sentí el roce de unas uñas en mi pelo y luego como las patas de los animales caían de nuevo en el suelo. Todos habían saltado mi pequeño cuerpo para enfrentarse a los otros animales. Anonada, abrí mis ojos encontrándome con una escena que me dejó estupefacta. En la oscuridad de la noche, una batalla se libraba bajo la atenta mirada de la luna. Pinceladas negras y blancas se veían aquí y allá. Una guerra de colores danzaba ante mis ojos.

Sin poder reaccionar seguía como espectadora tirada en el suelo, hasta que una presencia a mi lado me dejó sin respiración; otro lobo, pero este era de distinto color a los demás, era un lobo gris, un lobo gris con unos ojos crema que se me hacían familiares me observaba atentamente. Sin previo aviso se acercó a mí y pasó su hocico por mi cabello. Solté un grito de la sorpresa mientras intentaba escapar, creyendo que el animal planeaba dañarme. Me senté a duras penas en el suelo a la vez que el lobo se acerca con pasos lentos hacía mí. Retrocedí instintivamente hacia atrás, arrastrando mis codos por el suelo y arañándome con las piedras que se encontraban en el suelo. Desesperada intenté buscar entre la pelea a Chace o al chico de ojos azules, pero no los vi ni a ellos ni a los demás chicos que me habían retenido. Sólo había lobos.

Cada vez más asustada hice acopio de valor y rápidamente me incorporé tras golpear con una piedra al lobo gris, el cual cada vez se me iba acercando más. Corrí de nuevo en dirección al bosque. Oía las hojas secas del suelo crujir detrás de mí, pero eso sólo aumentaba mi velocidad.

De pronto y debido a mi torpeza tropecé con un tronco caído y aterricé boca abajo sobre la tierra húmeda.

Miré hacia atrás para comprobar que todavía no me había alcanzado, pero mis temores aumentaron cuando ante mí volvió a aparecer un lobo. Pero no, de nuevo esta vez no era ningún lobo blanco, ni el lobo gris, ni siquiera los lobos con los ojos color mieles. Era un enorme lobo con un pelaje más negro que los otros, casi como el carbón, y unos ojos azules que no pude evitar que se me hicieran conocidos. Totalmente en shock, no me moví. El animal avanzó lentamente hasta posicionarse a pocos centímetros frente a mí. Tuve que levantar la cabeza debido a su altura. Me perdí en la intensidad de su mirada tan azul como el cielo. Vi como el lobo torcía el gesto. Pero eso era imposible. Los animales no podían tener expresiones, no tan pronunciadas al menos.

Aquello me asustó, y saliendo de mi ensimismamiento comencé de nuevo a arrastrarme por el suelo hacia atrás, incapaz de levantarme, a la vez que el animal avanzaba hacia mí.

Llegó un momento en el que mi espalda chocó contra el duro tronco de un árbol impidiéndome retroceder más. Mientras, el lobo se acerca cada vez más, hasta que prácticamente estuvo a centímetros de mí. Acercó su hocico a mi cara y cerré los ojos con fuerza mientras unas malditas lágrimas traicioneras escapaban de mis ojos. Odiaba llorar. Odiaba que a pesar de todo, fuera tan débil. De pronto su lengua lamió mi mejilla. Tardé un poco en darme cuenta de que estaba limpiando mis lágrimas. Aquella sólo provocó derramara más. Tenía miedo. Había que comprenderme. Un enorme animal con el poder de quitarte de la vida de una sola vez se cernía ante mí, imponente. ¿Cómo no tener el miedo recorriendo mi sangre?

Comencé a susurrar palabras inteligibles mientras veía que de mi mejilla pasaba a mi cabello, olfateándolo. De un momento a otro dejé de sentir su aliento agitando mi pelo. Confundida, hice el ademán de abrir los ojos, pues todavía los tenía cerrados con fuerza, cuando un nuevo contacto en mi mejilla me hizo sobresaltar. Pero esta vez no era de ningún animal, sino una suave caricia que me brindaba una mano humana. Lentamente abrí los ojos para dar paso a mi vista dejando ver a un chico completamente desnudo ante mí. Pero no cualquier chico. El chico de mi sueño.

Solté un gritito debido a su desnudez y tapé mis ojos con mis manos, cohibida. Oí una leve risa que sonaba como tintineos de ángeles y pasados unos segundos una mano retiró las mías de mi rostro. Me fijé como ya no estaba completamente expuesto y se había colocado unos bóxers negros. Admiré su cuerpo, digno de un dios griego. Era una definición vulgar por no decir simplemente que aquel chico era perfecto. Su abdomen plano marcaba perfectamente sus lineados abdominales. Luego mi mirada pasó a sus brazos. Perfectos, como todo en él. Por último me detuve en su rostro. Tenía una pronunciada curva en ambos costados de sus pómulos que hacían de su cara afilada y perfecta. Su cabello caía rebelde con mechones de pelos desordenados sobre su frente. Y sus ojos. De un azul tan profundo que era tan intimidantes como maravillosos, si te detenías mucho tiempo en ellos podías llegar a perderte y ahogarte en ese mar azul.

Cuando me di cuenta de que lo miraba descaradamente el rubor se extendió por mis mejillas, provocando que él esbozara una sonrisa de lado. Y qué sonrisa.

Se inclinó hacia mí, tensando todos los músculos de su cuerpo. Su rostro llegó a quedar a centímetros del mío. Sus ojos fueron a posarse en mis labios sonrojados por el frío. Sentía su cálido aliento cerca de mí cuando un recuerdo me invadió. Lo veía a él aprisionándome contra el árbol mientras repetía esas palabras que se quedaron grabadas a fuego en mi mente: eres mía.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo e intenté apartarme de él. El chico se tensó al ver mi gesto. Llevó de nuevo una de sus manos a mis mejillas intentando acariciarlas, pero me volví a apartar. Pude distinguir una mirada de dolor y tristeza en sus ojos antes de levantarse y quedarse de pie junto a mí.

Entonces, antes de que hiciera cualquier otra cosa, una pregunta que rondaba mi mente desde que lo vi en mi sueño se escapó de mis labios.

―¿Quién eres?

La pregunta pareció que lo pilló por sorpresa pues abrió mucho los ojos, como acordándose de algo. Y luego, dirigió su mirada hacia mí con una sonrisa en el rostro que esta vez no me llenó de calidez ni confort al verla, sino que me dejó helada. Supe, sin saber cómo o por qué, que las palabras que vendrían a continuación no traerían más que problemas.

Pero justo cuando el chico abría la boca para contestar, un aullido sonó a lo lejos. Lo que vino después no fue nada agradable.



***

¡Hola! Bueno, esto es una notita para aquel que lea esta novela (creo que son dos personas, bah, da igual). A partir de ahora los capítulos serán narrados por Luna o por el narrador omnisciente, se indicará al principio de cada capítulo. Si en dos capítulos seguidos sigue el mismo narrador y no cambia, no se pone nada.

Un beso y gracias por leer.

Senda.












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⏰ Última actualización: Mar 11, 2016 ⏰

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