Where did the party go?

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—¿¡Quieres que salte eso!?

—Así es, sólo tienes que apoyar los pies en los lugares correctos.

—Pero es muy alta y tiene pinchos —torcí los labios en una mueca de desagrado mientras observaba la gran extensión de la valla.

—Tranquila, Annie —rió suavemente—, yo te diré dónde apoyarte y Pablo está al otro lado.

—¿De verdad vamos a escaparnos?

—Si volvemos no cuenta como escaparse —Finn esbozó una media sonrisa.

—¿Habíais hecho ésto antes? —pregunté mientras comenzaba a trepar.

—Alguna vez y nunca se han dado cuenta.

Finn fue indicándome dónde colocar los pies y las manos, en menos de tres minutos ya estaba al otro lado con los pies en el suelo. Seguidamente cruzó Finn y corrimos a escondernos tras un grupo de árboles para que no nos descubriesen.

—¿Pensabais marcharos de fiesta sin mí? —la pelo-mocos se acercó a la valla y en un abrir y cerrar de ojos estaba en a nuestro lado.

—¿Quién te ha dicho que puedes venir? —soltó Finn de forma cortante.

Le miré extrañada, eso no parecía propio de él.

—Yo misma —le miró con cara de asco.

—Si vas a venir mejor mantente alejada.

—Haré lo que quiera.

—Bueno, para relajar el ambiente vayamos a la Heineken, ¿si? —intervino Pablo.

—Venga.

—Eh, te dije que es mejor para ti no acercarte a él —Rayita se aproximó a mí mientras caminábamos hacia el lugar que había mencionado Pablo.

—Lo sé, pero decidí no seguir ese consejo.

—Como veas... —suspiró— Pero luego no llores —rió.

—Tranquila, no lo haré —la miré molesta.

No me caía bien esa chica, no podía ocultarlo, ahora que se había acoplado nos estropearía la noche.

—Muy bien, una última pregunta: ¿Qué demonios haces con mi ropa?

Miré durante un momento el disfraz de satánica que Finn me había prestado. Consistía en un corsé gótico con detalles color borgoña, unos pantalones que tenían un efecto de cuero y cadenas colgando y ciertos complementos, entre ellos un collar circular que contenía una estrella de cinco puntas. Sobre ello llevaba una capa con capucha que ocultaba mi rostro.

En ningún momento me habría imaginado que alguien llevaba eso por la calle un día ordinario.

—Emm... —miré brevemente a Finn— No sabía que era tuyo.

—Te sienta... Bien —sonrió.

*****

Cuando llegamos al lugar, que resultó ser una discoteca plagada de gente, alguna disfrazada, todo el mundo comenzó a mirarnos de arriba abajo, sobre todo a Finn.

—Malditas perras en celo —no pude evitar susurrar.

—Te aseguro que no se acercarán a él —Rayita parecía haber escuchado mi comentario—, yo me encargaré de ello.

En realidad comprendía a esas chicas, ni siquiera yo podía evitar mirarle deslumbrada, en especial hoy con ese disfraz de demonio tan sexy que llevaba.

Él: mi perdición (Dean Ambrose fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora