-Hellen, vámonos ya. Hay que irnos ya. Hablaste con el hombre?
-Sí, pero... ¿Qué pasa?
-Nada importante –dice absorto en sus pensamientos. Me abre la puerta del conductor- Sube, por favor –entro sin pensarlo dos veces. Me ha puesto paranoica-
-Oye, puedes confiar en mí. ¿Sabías? –digo tratando de calmarle-
-Lo sé... -me mira y su mirada se dulcifica-
Cassandra:
Despierto, no hay nadie. Mis ojos, me cuesta abrirlos, me duelen. Está oscuro afuera, hace frío aquí. ¿Hellen? ¿Dónde está ella? Me duele hablar, no quiero hablar. No quiero moverme, respiro y tengo un tubo en mi boca. Un tubo feo y grande, no me gustan los tubos. ¿Dónde estoy? Me quiero sentar, mis piernas no se mueven. ¡Muévanse! No puedo moverlas, es feo. No... ¿Estoy muerta? No. No lo estoy. La luz se enciende de repente. ¡Auch! Duelen mis ojitos, ¡apáguenla! Hay un señor grande y con cabello blanco. ¿Santa Claus? ¿Jesús? No, no me toques. ¡Muévanse piernas y brazos! Él me mira, agarra mi brazo y lo conecta a una máquina que hace ruidos extraños. ¡No me toques!
-No... No... -digo. ¡Auch! No quiero hablar... ¡Brazo, muévete!-
-Shh, tranquila. No te muevas, todo está bien –vuelve a ver a una señora vestida de blanco y le dice que sí con la cabeza. La señora se va.- ¿Quieres ver a la tía Hellen?
Digo que sí con mi cabeza, ¡Auch! También me duele la cabeza, me duele mucho. Empiezo a llorar. Me duele mucho la cabeza, ¡auch! Llorar duele, el señor me habla y yo no quiero hablarle. Grito esta vez, ¡Auch! ¡Duele más! Me dejo de mover, si no me muevo, no me duele. El señor me enseña una aguja, grito otra vez ¡No quiero agujas! ¡No quiero agujas! ¡No quiero agujas! ¡No quiero agujas! ¡No quiero agujas! Grito y me duele la cabeza mucho más. Me clava la aguja y lloro... Lloro... Y cierro mis párpados...
Hellen:
-Anda, cuéntame. Oye, tenemos que volver –digo preocupada. ¿Cómo estará Cassandra? Pienso y pienso, en eso empieza a sonar mi teléfono- ¿Hola?
-Buenas Noches señorita Williams -¿Noches? ¿Qué no es de día?- Le llamamos desde el Hospital de New York, departe del doctor Simons.
¡Oh no! Cassandra... ¿Qué ha pasado?
-Sí. ¿Ha sucedido algo?
-Sí, malas noticias. Cassandra ha despertado...-hace una pausa. ¿Es eso malo? ¿Cómo se atreve...?- Pero ha sucedido un problema, presenta problemas más fuertes. Se le ha sometido a un coma, tendrá que volver pronto señorita.
-Claro, volveré pronto. Gracias. –hablo entrecortadamente-
-¿Está todo bien? –preguntó Azariel-
-No, totalmente lo contrario. Hay que volver pronto. Diría que mañana.
-Bien, volveremos mañana. Confía en Dios, todo estará bien. –le miro y me devuelve la mirada-
Hay algo en su mirada que me da paz, una confianza extraña y alentadora. Sonrío y él también, toma mi mano y la acaricia. Me sorprende lo caballeroso que es, viendo que mi vida es tan complicada y ajetreada. Pero sé que él me quiere, y si no me quisiera ya se hubiera ido.
Jordan:
Hay algo en ella, ella sabe quién soy y yo sé quién es ella. Cassandra y yo ya nos conocemos, la he visto antes. Me despierto y decido ir por un poco de agua. La cocina se ve desierta sin mamá aquí, el agua me ayuda a recuperar el sueño. Salgo y hay un ligero charco de agua. Caigo y siento el impacto del suelo con mi cabeza retumbando por todos lados. Y sé quién es ella. Yo conozco a Cassandra.