Capítulo 2 "Entre los árboles."

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Esa mañana era especialmente cálida, con un suave viento susurrante que envolvía todo y las ganas de salir, levantarse y hacer algo productivo estaban firmemente  guardadas en un cajón polvoso y bajo llave.
No fue hasta que las campanas empezaron a sonar y el griterío de los soldados fuera la despertaron completamente y la hicieron levantarse lentamente, al mundo real. Se vistió como de costumbre: su oxidada armadura (aunque ya no era necesaria, Akiva le había dicho muchas veces eso) se sentía como un ser mortal tembloroso e indefenso sin ella. Sus sentidos gritaban "¡victoria, ganamos!" pero sus ánimos susurraban: "vuelve a la cama, no te necesitan allá fuera. Nadie lo hace". Liraz suspiro. Si tan solo Hazael estuviera aquí para calmar todos los malos pensamientos con alguna estúpida broma...

Fuera de la casa de campaña personal, había un sinfín de soldados quiméricos y serafines caminando de un lado a otro. Sin embargo, aun no era la vida que tanto esperaban todos: sus modos de andar eran tensos, miraban de vez en cuando a sus espaldas esperando ver al enemigo empuñando una espada y sus manos crispadas, listas para el ataque.

Supuso que cientos de años de guerra no se olvidarían por una bonita mañana cálida.

No tenia nada que hacer, ¿o si? Por lo regular Akiva la mandaba a supervisar esto, ayudar con aquello pero los ojos que parecían tener fuego propio no estaban entre la multitud susurrante. En su cabeza resonó las palabras "amante de un ángel" muy nítidas y haciendo eco en los rincones mas oscuros de su mente y casi, casi sonrió por su broma personal. Casi. 

Casi cuatro meses después del acontecimiento, se encontraban a un par de kilómetros al oeste de Loramendi. La ciudad que aun continuaba en construcción, destruida por malos entendidos y los resucitados aun seguían surgiendo. Poco a poco, le había dicho Karou a Liraz una vez, hacia tiempo. Si, poco a poco... Aun no estaba nada en orden, pero ella aun seguía con su estado de animo un poco tranquilo y un poco mas despreocupado. Menos antisocial. Por su hermano... por Karou. Por el kirin que soñaba de vez en cuando, con elegantes alas negras de murciélago y sus característicos pasos casi inexistentes, con la destreza de un depredador. Pero el kirin, Ziri, era todo menos un depredador. 

De vez en cuando, cuando Liraz era llamada para tomar alguna decisión en nombre de su hermano, se veía con el kirin... sus rodillas temblaban levemente. Sus ojos no dejaban los suyos, brillantes y avivados con una chispa indescriptible. Hipnotizantes. Sin embargo, dos meses atrás que no lo veía (tenia mucho trabajo que hacer en Loramendi tomando decisiones, desde que se había convertido en la especie de mano derecha de la chica de cabello azul) y nunca se lograban ver las caras, algo que removía el estomago de Liraz de un modo extraño desde entonces. 

Camino unos buenos quince minutos sin hacer nada mas que pasear por la pequeña aldea improvisada que cambiaba de vez en cuando de ubicación dado a los insignificantes ataques rebeldes por parte de ciertas quimeras y serafines que se resistían al cambio. "Nada importante", había insistido Akiva. "No hay de que preocuparse", había dicho la paranoica líder quimera. Karou. Esperanza. Su nombre parecía un buen porvenir, una promesa que finalmente no era de sangre.

Al final después de no hacer nada y pasar por una sombra silenciosa de entre los que transitaban por los alrededores, se precipito al bosque que bordeaba la diminuta comunidad. Los arboles eran enormes, rugosos y antiguos. El aroma de las rosas inundaba las fosas nasales de Liraz, acostumbradas a oler el aroma de la sangre y putrefacción. El aroma de la guerra. ¿Habia, acaso, otras cosas mas hermosas y sencillas tales como el simple hecho de oler una flor recién cortada? Liraz no lo creía en absoluto. Se quito la parte posterior de su armadura, después la parte inferior y después por completo hasta quedar en sus prendas normales. Se recostó sobre un árbol, cerrando los ojos lentamente a medida que el sol descendía despacio por aquel cielo sin nubes y  esperando que llegara el sueño y a solas, con ella misma. Como mas le gustaba estar. Deshizo su apretada trenza, dejando el cabello suelto como un rió de oro por su espalda. 

Le habian hecho falta cuatro meses de arduas tareas mentales para dejar de presionarse a ella misma y sus pensamientos.

-Relajante, ¿cierto? -una voz la sorprendió. Sutil, elegante... calmada. Liraz se levanto de un salto, con la cara roja de vergüenza. Habia sido una guerrera toda su vida, ¿cómo es que no hubiese escuchado acercarse a su acompañante? Sin embargo, al ver las envergaduras negras, las alas que parecían galaxias a contra luz y esa tímida sonrisa rayando lo adorable, supo enseguida el porque.

-Ziri. 

El sonrió mas amplio, dejando de lado la timidez y se apoyo en un árbol un poco mas calmado, pero sin dejar de mover sus manos. Liraz se alegro por su presencia de una manera inexplicable sin embargo, ¿que se podían decir? A penas se hablaban. No tenían mucho en común, ¿o si? Las alas... Su pecho se hincho de alegría. Quizás podría mantener una conversación normal con el kirin... quizás... 

-Al fin logro verte -su mirada se perdió mas allá, en algún punto detrás del hombro de Liraz-. ¿Como ha ido todo?

-Todo tranquilo -respondió la serafina, pensando en algo coherente que decir-. No ha habido avistamientos de rebeldes en mas de tres semanas y no ha habido ninguna noticia trascendente desde Loramendi. ¿Que sabes de Akiva y Karou?

-Ellos están bien -comento Ziri, desechando el pensamiento con un gesto de indiferencia-, todo marcha... normal.

-Normal -repitió Liraz-. Cierto. ¿Cual es el motivo de tu estadía aquí?

-Asuntos de Karou -respondió sencillamente, su pecho subiendo y bajando uniformemente. 

-De acuerdo. 

Y así se quedaron en silencio con el soplar del viento meciendo suavemente las hojas de los arboles y el pasto susurrando. Sin embargo, antes de que pudiera pensar algo mas, el kirin se levanto lentamente del árbol con sus ojos puestos en ella. Se acerco, haciendo ruido al pisar algunas hojas secas a su alrededor. Cuando se detuvo, estaba a centímetros de ella. Su mano se levanto lentamente, indecisa al principio. Suspendida en el aire como una invitación.

Y después, paso lo impensable: Liraz simplemente acerco su mano a la palma de Ziri, deseosa de sentir su tacto. Casi sin lógica, sin ninguna duda... sintió su toque firme, calloso, esperanzador. El kirin le acaricio con ternura la mejilla aguantando su propia respiración, los dos en un electrizante encuentro escondidos de los ojos curiosos entre los arboles y maleza. La serafina ahogó un suspiro.

Despues de unos segundos, Liraz dio un paso atrás al realmente ver lo que estaba haciendo. Su cara se tornó roja cual tomate. -Oye, lo siento... no quería... 

-Tranquila -el dejo caer su mano, en gesto derrotado pero con una sonrisa en su rostro. Aun no del todo vencido-, ¿que harás esta noche?

-¿Porque?

Su sonrisa se tiñó de picardía. -Quería verte otra vez. 

-Entiendo -ella dijo, sus alas batiendose indecisas detrás de ella y subiendo calor por su cuello y mejillas-. ¿Es porque tienes algún mensaje? 

-Nada de eso. -Él la miró... realmente la miró, sin censura, sin timidez, sin nada parecido a los ojos inocentes del joven Kirin envuelto en misterio y sus alas parecieron inmensas y poderosas-. ¿Es un trato? 

Cerró los ojos. Su raciocinio gritó "¡NO!" a todo pulmón pero sus labios se entreabrieron al dejar un quedo susurro que se lo llevó el viento. -Hasta en la noche.

El kirin abrió sus alas lo más que pudo, soltando una risotada que pareció animar aquél dormido bosque y con un salto, se impulsó al cielo... se impulsó y desapareció en ese bello cielo sin nubes con una estela de un par de alas negras y poderosas.

-Te veo pronto. -Susurró Liraz al bosque vacío con el hush-hush de las hojas al merced de la brisa. Sintiéndose tonta de repente, corrió al campamento. 

¿Ya nos presentaron? Mi nombre es Ziri.Where stories live. Discover now