Capítulo 5. "Bosque de luces."

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Karou se encontraba sentada entre la hierba, muy noche, contemplando el bosque a oscuras. Las luciérnagas revoloteaban de aquí a allá en la negrura, perdiéndose entre las copas de los árboles y trayendo su propia luz a la oscuridad.

Recordó, arrancando quedamente una pequeña hoja de una florecilla que se encontraba a su alcance, unos ojos que parecían brillar con propio fuego dentro de su iris. Se estremeció, deseando que Akiva estuviese con ella. Después de sus planes de esa noche (de la cena y el Consejo con las quimeras y los serafines) era meditar en el bosque a solas. -Aún no se le quitaba la costumbre de llamarlos por la raza: separar y clasificar-. "Somos uno mismo" se reprendió mentalmente. "Somos un pueblo luchando por una causa. Renacer es lo que estamos haciendo". Pero a veces ni ella misma lo creía completamente. 

A veces se deleitaba con lo que ella y Akiva habían creado: jóvenes quimeras y pequeños serafines jugando juntos a las afueras de Loramendi. Sus recuerdos de Madrigal en su antigua vida y su antigua ciudad le hacían estremecer. Ella, con sus alas negras como las de Ziri, mirando al cielo en una enorme jaula de frío e impenetrable hierro. Cerró los ojos con fuerza, deseosa de dejar de pensar en aquello. Madrigal traía a veces dolor, a veces nostalgia pero siempre traía consigo a un malvado ser con cabello blanco como la nieve y sus ojos helados, llenos de crueldad y venganza. Siempre venganza. Thiago. Su recuerdo le atormentaba siempre, haciendo que un rato en un hermoso bosque le pareciera repulsivo. Su sonrisa sarcástica, su horrible temperamento y su amabilidad falsa. El mero pensamiento la hizo estremecer de arriba a abajo, haciendo que su cuerpo bajara unos grados más. 

También pensó en Ziri. "¿Qué estará haciendo ahora?" 

Pensaba también, justo antes de acostarse y repasar mentalmente su día, la irónica situación que la ataba eternamente a él: el hecho de que ella misma le había quitado la vida y se la había devuelto. Miró sus manos, simples, flachuchas y pálidas que le habían devuelto la vida a muchas quimeras, muchísimos niños y sus madres. Sus manos, que parecían como las de cualquier otro mortal y de todos modos no se sentía digna de ningún tipo de agradecimiento. 

"Amante de un ángel" sonrió para sí misma. 

Se levantó con paso vacilante de aquél pequeño recinto y volvió a la realidad que aún estaban construyendo... todos juntos. 

Nota: dejenme sus comentarios😘😘😘😘 por favor!

¿Ya nos presentaron? Mi nombre es Ziri.Where stories live. Discover now