Capítulo 3. "Entre besos y huesos."

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El nuevo corazón de Ziri latía a un ritmo normal, sereno, constante. Sus alas batían con fuerza el aire, impulsando su cuerpo por la densa brisa nocturna. Era de noche pero Ellai se vislumbraba en el cielo, rodeado de miles de galaxias salpicadas en el firmamento. Ziri no prestaba mucha atención ya que era su última ronda de vigilancia de la noche y tenía ciertos planes para ese mismo instante rondándole la cabeza, como mosquitos enojados. Rozaba a toda velocidad las copas de los árboles con las palmas de las manos, medio consciente de que las pequeñas ramas le rozaban las yemas de los dedos, rasguñando ligeramente. "Auch", pensó medio sonriendo. No le importó. 

Inspiró el aroma de la noche y con sus ojos oscuros escrutó las copas de los pinos y enromes robles antiguos, divisando a lo lejos una leve hoguera al sureste del campamento. Entrecerró los ojos, parando momentáneamente dado que en ese momento no recordaba de escuchar de ningun campamento vigía. ¿Ó si? Sinceramente no se le venía a la cabeza nada porque la junta con sus superiores había sido interminablemente larga y aburrida. Sabía con certeza dónde estaban ahora los planes  de las quimeras y los ángeles pero a largo plazo estaban borrosos, líneas difusas meszclándose entre sí haciendo un panorama poco favorable para los dos bandos. Sin embargo, lo entendía. Años de enemistad no se iban a desaparecer de noche a la mañana. 

El retumbar de una campana resonó a lo lejos, haciendo volar a algunos pajarillos que se encontraban ocultos entre la seguridad de la maleza hacia el inmenso cielo. Ziri avanzó un poco más, invadido por el alivio de haber terminado su ronda y voló unos metros más adelante para asegurarse que su perímetro estaba cubierto. Una vez que no divisó ningún peligro inmediato (mas que el fuego a la lejanía que casi estaba seguro que lo habían mencionado en aquella junta ese mismo día) dio media vuelta, dándole la espalda a Ellai y voló hacia el campamento que sería su hogar por un par de días. Suspiró. Sus pensamientos aún rondaban una ciudad de piedra y hierro, con una jaula cubriendo todo... ¿protegiendo o encerrando?  a los habitantes que ahí se encontraban. Loramendi. Trágica, hermosa y olvidada Loramendi. 

Su mente vagó levemente hacia Karou, como usualmente lo hacía, pero ya no estaba ese vacío que estaba en su estómago como siempre como cuando vestía la piel de Thiago. Las ramas susurraron a su paso y al sentirse invadido por el recuerdo de su cárcel personal, voló más rápido haciendo que su trayecto fuese inesperadamente rápido. Llegó al campamento, los soldados quiméricos que hacían guardia saludaron fugazmente con un sutil asentimiento de cabeza y se internó entre las casas de campaña que estaban puestas al azar entre todos los soldados.

Esa noche en específico había mucho griterío. Aún habían muchos serafines que caminaban con la mano tensa cerca de la empuñadura de la espada, pero de igual manera había serafines sentados junto a soldados quimeras hablando de cosas triviales al rededor del fuego mientras tomaban algo. El kirin casi sonrió. Mirando al cielo, elevó una oración silenciosa a Ellai para que todas las generaciones siguientes fuesen así. 

Sin embargo, su destino estaba puesto al sur del campamento que tenía unos cuantos cientos de metros de extensión: Liraz. A medida que caminaba, sus alas se sentían inquietas y se movían constantemente. ¿Para qué la había citado esa noche? Realmente no lo sabía. Para hablar de los siguientes planes de Akiva, no. Liraz podía perfectamente pedir información con los líderes si es que lo deseaba. Según los rumores, no lo había hecho. No había hecho mucho por el momento y eso le preocupaba de una manera extraña a Ziri. Su modus operandi era el extraño humor huraño y reseco, no una pausa indefinida que no sabía cómo tratar.

Una vez que llegó justo a la entrada de la casa de campaña, se dio un momento consigo mismo para pensar las cosas con claridad: pudo reconocer en el aire el tufo a humo que desprendía la hoguera, las risas ebrias, las discusiones, los susurros sospechosos, sus manos sudadas y su espalda en tensión. El leve viento que ondeaba la fina tela que sustituía a la puerta y los mechones de su propio cabello que bailaban en un silencioso son. Disfrutó de esos momentos de paz hasta que finalmente se armó de valor y antes de salir volando a esconderse como aquellos pajarillos y entró sin llamar directo a la oscuridad.

*Por favor, díganme si éste capítulo se ve completo porque en mi celular no aparece así y estoy un poco confundida* Jajajaja. Lo siento. 

¿Ya nos presentaron? Mi nombre es Ziri.Where stories live. Discover now