Capítulo 12: Condenada.

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Capítulo 12: Condenada.

Ambas riéndonos mientras seguía acorralándola contra la cama, cubriendo su cuello de besos impidiéndole levantarse, que era lo que había estado tratando de hacer desde hacía unos minutos.

-¡Ya!-dijo con tono divertido, mis labios le hacían cosquillas-¡voy a llegar tarde si no comienzo a arreglarme!

-Oh vamos, faltan tres horas y yo me estoy cobrando la que me habría cobrado de todas formas esta noche si no tuvieras que salir.

Repliqué, me recliné un poco y le hice un chupón justo bajo el pecho, Cait gimoteó y trató de alejar mi cabeza.

-¡Vi!

Me retó, yo solo sonreí más y atravesando en vano sus esfuerzos por alejarme posé la boca sobre su cuello tras dejar un camino de besos hasta allí.

-¿Qué tal uno por aquí?

Dije maliciosa.

-Quizás si te doy unos cuántos más no te vayas...

-Vi, voy a matarte-dijo sin parar de sonar divertida-no te atrevas a dejarme una marca en el cuello, mi vestido no lo cubriría.

-Lo sé.

Ella gruñó pero cuando puse la boca allí contra su piel gimió suplicante.

-Por favor, amor, no me hagas esto.

Por su puesto que yo no le iba a hacer nada, me retiré y me limité ''Si como no'' a darle un profundo beso en los labios. Finalmente me senté sobre mis rodillas dándole la mano para levantarla, ella me dio un último beso antes de caminar hacia el baño, me guiñó un ojo antes de cerrar la puerta tras percatarse de mi escrutinio a su hermoso cuerpo.

Me recosté en su cama boca abajo y disfruté de su olor impregnado en las sábanas, en serio, creo que tenía que hacer algo con mis deseos... aunque la mejor cura era ella.

Me despertó un beso en la frente, notando que me había dormido abrí los ojos y la miré, su cabello húmedo, su cuerpo desnudo, oh cielos.

-¿Me ayudas con el vestido?

Asentí y me senté, ella descolgó la prenda de un colgador paseándose por la habitación, moviendo esas exquisitas caderas suyas ''piensa rápido'' me dije ''ahora o nunca'' no fue una muy difícil decisión. Me levanté de un salto, la tomé de la cintura y abrazándola me arrojé con ella a la cama, acallé sus réplicas con besos y me tomé la libertad de frotarme contra uno de sus suaves muslos, ella suspiró rindiéndose y subió un poco su pierna para darme mayor comodidad mientras yo hacía lo mismo para que ella pudiese hacerlo conmigo también, gemí al sentir su húmeda piel sobre la mía.

-Eres insaciable.-susurró, yo solo gruñí mientras masajeaba su busto encantada, esos hermosos pechos cremosos y cálidos.

-Nah.-fue mi respuesta, se sentía tan bien la sensación de su cálida piel contra mi entrepierna.

-¿Nah? Cariño, acabamos de hacerlo, y no una vez.

-No es mi culpa que seas irresistible.-balanceé mi cadera un poco más profundo, gemí. Ella dejó de hablar y abrazó mi nuca para besarme.

-¿De verdad no quieres ir?-me preguntó por milésima vez.

-Bastante segura de ello. No me gustan esas cosas llenas de gente. Además se van a enojar contigo si me ven ahí de colada.

Cambios de RumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora