Capítulo 8: Comienza el fuego.

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 Capítulo 8: Comienza el fuego.

Lunes por la mañana, tengo sueño y bostezo cada treinta segundos. El despertador no funcionó, o quizás lo apagué sin darme cuenta, fue Caitlyn quien abrió la puerta y apoyó una mano en mi hombro para conseguirlo.

Casi salto de la cama.

Ahora estoy en la patrulla, el sol aun oculto y mi compañera sin ni una muestra de somnolencia. Demonios, ella de verdad ama su trabajo. El rifle que le he regalado acomodado casi con ternura en un soporte del techo.

Ella me sonríe.

¿Qué cambió en estos dos días? Ella suele tener una cara de póker inigualable cuando está con otras personas, utilizando su pensamiento deductivo y crítico para descifrar la mente de los demás... cada pequeño gesto, que a veces me enseña a percibir... y que anoche me recitó a mí de ejemplo, dando en el clavo con todo ¿qué me queda a mí entonces? Yo sé que soy un libro abierto si se trata de lenguaje corporal... ¿entonces ella lo sabe todo, todo lo que pasa por mi cabeza? Estoy nerviosa, no quiero que se aleje de mí... no quiero que descubra que me gusta antes de que pueda decírselo. Así que me mantengo casi rígida en el asiento, tratando de mantener la farsa de que estoy relajada como usualmente estoy...

-¿Te sientes bien hoy, Vi? Te ves un poco pálida.

Mierda.

-Ah-a-sí, solo tengo algo de sueño, me quedé arreglando unas cositas después de la película.

-Pasaremos por algo de café, entonces. Yo invito.

Me sonrió antes de posar la vista en el camino y yo solo musité un ''gracias'' mi traicionero corazón latía con demasiada fuerza, Dioses, ya no aguantaba más, iba a estallar tarde o temprano.

La solución llegó de camino al trabajo, escuchamos la alarma de una casa y tras mirarnos un segundo fuimos directo hacia allá.

Nos bajamos de la patrulla como un rayo y vimos a una señora en el segundo piso.

-¡Ladrón, ladrón!

-¿¡Sigue adentro!?

Preguntó Cait.

-¡No, por allá!

Señaló una dirección y comencé a correr mientras me ponía la radio en los labios.

-Iré tras él-salté una verja de metro y medio-rodea la cuadra con el auto.

-Procede con cautela. Te seguiré de cerca.

Alcancé a ver una sombra y me fui en picado tras ella.

-¡Alto ahí, al piso!

Por supuesto que no me escuchó, pero yo tampoco frené.

Se sentía tan bien, liberar cada gota de tensión extendiendo mis músculos, acelerando a cada paso que daba.

Cuando se apareció la calle fui más lista y en vez de saltar la última muralla separadora tomé impulso arriba y di un salto hacia mi objetivo. No tenía escapatoria. Lo derribé de un solo puñetazo que lo hizo arrastrarse en el pavimento, decepcionada y haciendo un mohín ante la poca diversión lo agarré de la ropa y le hice mirarme, levantando el puño contrario amenazándolo.

-¿Estás solo? Responde ahora o volveré a usar la fuerza.

-¡No, por favor, deja de pegarme!

Cambios de RumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora