Panic

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Ni en mis mas locos sueños pensaba siquiera lograr presenciar esa escena, ¿sería el único que lo sabía?, ¿debería contactar a sus padres?, trate de imaginar esa situación en mi cabeza.«—Buenas noches señores Dupain y Cheng, perdón por llamar a estas horas. Solo queria avisarles que su hija está en mi casa, la encontré en un estado vahído en un callejón mientras estaba transformada en Ladybug, no sabia que hacer así que la traje para atenderla. —»Eso sonaba tan mal en mi cabeza que quizá podrían malinterpretar la situación y confundirme con un depravado o en cualquier caso encerrarme en prisión por secuestro o peor en un manicomio para desequilibrados mentales.

La chica de mejillas rosadas y con ojos tan azules como el cielo se veía demasiado apacible, su respiración era profunda.

No pude evitar el impulso de pasar una mano por su frente, retirando sus cabellos tan delicadamente del contorno de los ojos como si fuese de la mas pura y delicada seda, ¿en qué diablos estaba pensando?
Logre despertar de aquel trance hipnótico en el que me envolvía aquella joven con el cabello negro azulado; un calor muy familiar me recorría por las mejillas y mi corazon comenzo a latir desenfrenadamente, era peligroso que me quedara contemplandola tanto tiempo, pero era inevitable, mis ganas por dibujarla salían a flote aunque ese no fuera el mejor momento para hacerlo, quizá si era un desequilibrado mental.

Salí de la habitación en busca de un botiquín de primeros auxilios que siempre teníamos a nuestra disposición en caso de alguna emergencia, al sostenerlo en mis brazos inmediatamente me dirigí a la chica que dormía plácidamente en mi sofá.

Acerque una silla para después sentarme, de tal modo que quedara justo en frente del diván, esperando poder tratar las heridas de la contraria a quien comencé a escudriñar para poder determinar el daño había que tratar; eso era algo muy nuevo para mi, no sabia que hacer o por donde comenzar, a si que trate de imitar lo que mi madre hacía cada vez que me lastimaba, limpie sus lesiones con un paño húmedo, para después colocarle alguna crema antibiótica, seguido de una venda o algo que cubra la herida para que no se infecte.

Mi madera como doctor quizá no era la mejor, pero supongo que eso basto. La chica aún no parecía recuperar el conocimiento y no sabía cuánto podría tardar aquello, de un momento a otro mi cuerpo fue invadido por una inspiración que había abandonado mi ser hace bastante tiempo. 

«—Soy un loco de remate, esto no está bien.—» son las palabras que me repetía una y otra vez al posar mi cuaderno sobre mi regazo, alce un trozo de carbón como si eso me marcara como un psicópata a punto de asesinar a una de sus víctimas, era algo que bien no podía controlar, trataba, pero el impulso era tan fuerte que sin darme cuenta había comenzado a dibujarla. trace en aquellas hojas blancas la imagen de la chica que se hallaba frente mio, la perfecta forma de su cara, su cabello tan brillante que parecía caer libremente por sus hombros, ojos cuyo resplandor podía apreciarse aunque estos estuvieran sumergidos en un sueño, sus labios...Me detuve de golpe antes de poder proseguir. Noté como mi cara comenzaba a arder, mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho y en mi estómago se formaba un nudo nuevamente. Me acerque un poco hasta estar a unos cuantos centímetros de Marinette, tan solo para poder apreciar mejor la forma de su bello rostro que aunque golpeado, seguía poseyendo esa singular belleza tan característica de ella, una belleza que dejaba un caos hecho dentro de mi. Pase mi mano libre por su rostro, dibujando con la punta de mis dedos el contorno de aquellos suaves y cálidos labios que parecían haber sido esculpidos por el mismísimo Antonio Canova; Sentí como su calor quedaba impregnado en mi piel, el tacto era tan maravilloso que me tenía embelesado, quería ser el poseedor de sus besos, sus sonrisas, sus muecas, todas y cada una de sus expresiones.

Un estímulo se apoderó de mis movimientos, lentamente me acerqué al rostro de aquella doncella que parecía estar esperando el beso de su príncipe para poder liberarse de aquel desdichado hechizo que la tenia prisionera, creí ser el mas capaz de hacerlo, pero antes de que mis labios pudieran rozar los de ella una voz me sacó de mis pensamientos en ese mismo instante.

—¡¡¿Que?!!— La chica frente a mi puso sus manos en mi pecho y me alejo como si tuviese alguna enfermedad altamente contagiosa.—¿Nathaniel?— preguntó mirando a su alrededor, como si estuviera evaluando la situación y tratando de ver si el lugar le resultaba familiar. —¿Qué estoy haciendo aquí?, ¿En dónde estoy?.— se incorporó incómoda en el sofá recorriendo su rostro con ambas manos que parecían estar tratando de asegurarse que todo estuviera en orden, pero lo único que hizo fue aumentar el pánico dentro de ella, sus ojos estaban cristalizados como si en cualquier momento fuera a romper a llorar. Me miró con horror como si su vida fuese a terminar en ese mismo sitio.

—Tikki, ¿dondé está tikki?—me preguntó suplicante.

—¿Tikki?—Pregunte confundido.

Al notar mi incertidumbre ante aquella pregunta pude notar como se comenzaba a poner algo histérica, sin embargo de entre los cojines del mullido sofá se asomo una criatura que no había visto antes, era pequeña y de color rojo, con algunas motas en su cuerpo color negro, «—¿eso era lo que había estado buscando?—». Soltó un suspiro de alivio y rápidamente la criatura voló a sus brazos.

—¡¡No me asustes así!!, estaba comenzando a pensar lo peor.—parloteo Marinette a aquella criatura cuyo nombre parecía ser Tikki.

—Soy yo la que debería decirte eso Marinette, el akuma logró escapar pero si no fuera por este chico definitivamente te habían robado los miraculous.—Marinette me miró con una expresión que no había visto jamás, era una especie de súplica con algo otro sentimiento que no lograba descifrar, no sabía bien a que quería llegar.

—Me viste, ¿no es así?— preguntó resignada al fin.

—No fue mi intención hacerlo.—Articule bajando la cabeza, algo avergonzado.

Marinette suspiro de una manera pesada, como si fuera a darme una gran explicación pero no quería presionarla, estaba algo pálida y había comenzado a temblar por lo que de una manera cálida y reconfortante apoye una de mi mano sobre su hombro.

—Te prometo que no diré una palabra.—dije seguro de mis palabras, algo que no se me daba bien era traicionar la confianza que me tenían.

—¡¡Prometelo!!—exclamo como si realmente no pudiera confiar en mi.

«—ouch— »

—Lo prometo—Asegure, mientras levantaba la mano derecha.

Simplemente no me quitaba la vista de encima, escudriñaba cada parte de mi en busca de alguna señal, la cual pudiera delatarme, pero al parecer solo se rindió y terminó por levantarse del sofá, en un silencio total.

—Gracias...por ayudarme.—formuló, mientras echaba una mirada disimulada a mi cuaderno de dibujo el cual por acto de reflejo cubrí con ambas manos, muy apenado.

—D-de nada.— Dije con una voz casi irreconocible —Ya ¿te sientes mejor?—

—Si, no te preocupes, he recibido peores golpes.—formuló la contraria abriendo el zipper de la bolsa que traía en el costado e introdujo a Tikki en esta, ahora su mirada se había dulcificado pero eso no quitaba el hecho de que parecía que a duras apenas podía confiar en mí y antes de salir solo me dedico una sonrisa, era tan cálida, y tan dulce que me envolvió lo suficiente como para querer comenzar a dibujar de nuevo.




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