♡ Epílogo ♡

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Un día después de la cita en el parque, Mel (conocida como la chica de los pijamas) tuvo que volver a su ciudad natal con sus padres, dejando a su acosador no tan acosador sólo. Ella nunca lo olvidaría, siempre estaba en ella: lo recordaba al ver a parejas riendo y pegándose o cuando se ponía el pijama que le regaló, también lo hacía al dormir y al despertar. Lo recordaba al leer sus cartas, al ver sus mensajes o sus fotos. Él estaba en todas partes. Y algunas veces cuando iba a visitar a sus abuelos, lo veía. Tan guapo como siempre, pero triste, con ojeras y lágrimas. Le rompía verle así.

Después de mucho tiempo viéndolo miserable lo vio de la mano de una chica, feliz, aunque su primer impulso fue apartarles luego recordó que ella fue la que se marchó y no le pareció justo arruinarle más las cosas. Ella cuando iba a casa de los abuelos no lo visitaba, se había comportado como una zorra. Así que sólo dejó que él amara a alguien tanto como la amó a ella y solo pudo rogar por que la chica lo amase tanto como ella a él. Aunque fuese casi imposible. Su oportunidad se había acabado: fue bonito mientras duró pero en el fondo ella sabía que esto pasaría. Tarde o temprano pasaría, nada es eterno.

Mucho tiempo después le tocó a ella pasar página pero no pudo: conservó el pijama que él le regaló y todas sus cartas. Él, aunque estuviera de la mano de otra chica conservó el pijama, los carteles y el peluche. Su amor era como dijo la chica de los pijamas una vez: imposible pero infinito, él la amaría por todos los tiempos y ella lo amaría para siempre.

FIN

¡hey, chica de los pijamas! » uno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora