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El vecino acosador no tan acosador estaba sentado en aquel banco tan especial, allí se habían conocido la chica de los Pijamas y él, allí habían pasado los días juntos, entre besos, bromas e insultos. Cuando la vio caminando hacia él, con ojeras en los ojos se levantó y la abrazó para luego darle un beso en los labios. Como siempre hacía. Los labios de ella sabían a coco. Él odiaba el coco antes de probar sus labios. Cuando se separaron él se fijó en la vestimenta de la chica, un pijama: un bonito y llamativo pijama, el de angelitos que tanto le gustaba. Una sonrisa de idiota enamorado se dibujó en su cara, ella había vuelto. Su chica había vuelto.

La Chica de los Pijamas se encontraba preocupada, perdida ante la atenta mirada de aquel chico que la volvía loca. Perdida en sus problemas, era como si dentro de ella hubiera un gran mar y ella estuviera en medio de la nada, luchando por no ahogarse, luchando por encontrar tierra. No encontraba las palabras adecuadas para contarle qué le había atormentado durante tanto tiempo, nadie que quisiera de verdad a alguien tanto como ella le quería podría encontrar palabras para explicar lo que sentía.

– Hey, chica de los pijamas —Le susurró él, haciendo que ella sonrieran. La sonrisa no llegaba a sus ojos.

– Hey, acosador no tan acosador. —Respondió con una voz entrecortada.

Él la miró como si fuese lo mejor de este jodido mundo, porque para él lo era. Después de un par de miradas y unos cuantos comentarios pervertidos por parte de él, empezaron a reír como locos, dejando las penas atrás. Como siempre pasaba. Qué fácil olvidarse del dolor al lado de la persona correcta.

La tarde se resumió en risas, golpes de la chica, insultos de la gente del parque, besos de los dos y abrazos. Pero cuando te lo pasas bien el tiempo pasa rápido y cuando la chica de los Pijamas miro la hora descubrió que era tiempo de hablar de lo que tanto le preocupaba. Estaba tan aterrorizada.

– Te-tenemos que hablar —Él la miró, asustado.

– Espera, vamos a...

– Es importante.

Ella lo llevó de nuevo al banco en el que se habían conocido y después de un minuto de miradas tristes de parte de ella y miradas confusas de él, Mel comenzó a llorar. Lloraba como nunca.

– Shsh no llores Mel —Dijo él mientras la abrazaba, le partía el alma verla así y no poder hacer nada— No llores cariño.

– Es tan difícil d-de deci-cir.

– Sabes que yo nunca te juzgaré, siempre te apoyaré. Siempre.

Ella le miró y con lágrimas en los ojos le abrazo y siguió llorando. Lloró como niña pequeña en su hombro mientras él le abrazaba y le susurraba cosas bonitas al oído.

¿Sabes esas películas super cursis en las que el chico le escribe mierdas a la chica? Que la chica ama a su escritor incondicionalmente a pesar de no saber quién es —Él asintió sonriendo— Me sentí así durante mucho tiempo, bueno, no exactamente así...

– Todo gracias a... —Ella entre las lágrimas le golpeó el hombro.

Déjame hablar, a lo que voy es que te quiero, me hiciste tremendamente feliz. En algunas películas la chica no se queda con el chico del que está enamorada, no porque no quiera: es porque no puede, pero eso no significa que se vayan a olvidar o que se dejen de querer. —Mel rió melancólica— Esos son los amores más bonitos, los que no pudieron ser. Son amores en los que te llevas una parte del otro. Son infinitos.

– ¿A qué quieres llegar con esto, amor? ¿Me vas a dejar? ¿Por qué lloras? —Él estaba nervioso y preocupado mirando la cara llena de lágrimas de la chica a la que amaba.

– No. No pienses eso, ni se te ocurra. Yo nunca te dejaría. Co-con esto llegó a que, aunque una pareja no esté junta siempre se amarán y nunca se olvidarán.

Después de un largo rato en el que la chica de los Pijamas estuvo llorando como nunca antes y el vecino acosador no tan acosador la abrazaba y besaba, llegó la hora de despedirse.

Ella temblaba. Él sentía un nudo en el estómago. Ella tenía ganas de gritar. Él de besarla más tiempo. Ella estaba infeliz. Él confuso. Ella sabía que sería la ultima vez que lo vería, pero él no.

– Cuando nos volvere... —Cuando él dijo eso, ella ya se había ido.

Él no se dio cuenta de nada, él pensó que simplemente estaba triste, el pensó en su cita de mañana, una cita sorpresa. Algo que la alegrara. El problema era que mañana no llegaría, no con ella a su lado.

¡hey, chica de los pijamas! » uno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora