tres.

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'¡¿Q-qué te he dicho?!' (Casi)grité. —Luke Hemmings, no te acerques demasiado.

Si hubiese una línea que nos separara pintada en la nieve, él la abría cruzado.

'¿P-p-pero qué pasa?' Tartamudeó. '¿P-p-por qué no me puedo acercar a ti?'

No había otra razón más que el hecho de que Luke Hemmings no me cayera para nada bien.

'¡P-porque no!'

'¿Pero por qué no?' Lloriqueó y yo rodé los ojos.

'Sólo no lo hagas, ¿está bien?' Sí, yo era cruel. Y, de hecho, no había nada que me detuviese de decirle que era patético a parte del regaño que recibiría de mi madre. No podía arriesgarme a ser obligado a pedirle disculpas a Luke, o algo peor como tener que ir a la cama sin cenar ni probar el chocolate.

'No te entiendo.'

'¡Tú no entiendes nada!'

Se encogió escondiendo su cabello rubio en el gigantesco gorro de lana y volvimos cada quien a su trabajo.

A mí muñeco de nieve sólo le faltaban los últimos retoques y estaba listo. Podría largarme de aquí y esperar que Luke no hablara ni me siguiera por toda la casa.

Cuando creo haber terminado, me alejo para contemplarlo. Pero en cambio veo al mío y al de Luke juntos. Quería que el mío estuviese sólo y separado, pero ahí está Hemmings construyendo su muñeco de nieve.

'¡El mío es más grande!' Grita emocionado como si hubiese ganado la competencia. '¡El mío es más grande, Mikey!' Odio cuando me llama así.

'Por supuesto que no.' Peleó de vuelta como un niño pequeño. 'No entiendo cómo te cabe si quiera en la cabeza que puedes hacer algo más grande que yo.'

'¡Pero es más gr-'

No dejé que Luke Hemmings terminara la frase porque  ya había estrellado una bola de nieve en su rojizo rostro. Sí, tal vez su muñeco de nieve era un poco más grande que el mío pero no dejaría que lo creyera.

'¡Cierra la boca!' Le grité molesto. 'El mío es más grande y ya.'

Luke frunció el ceño como a punto de llorar, pero luego su expresión débil cambio a una furiosa.

'¡Por qué tienes que ser tan grosero!' Chilló con los puños apretados. Me acerqué a Hemmings con una mirada seria. Estaba a punto de declararle guerra y, al no tener a nadie mirándonos, parecía la oportunidad perfecta.

'¿Por qué tienes que molestarme siempre?' Murmuré entre dientes a centímetros de su cara.

'¿P-p-pero qué hago para molestarte?' Cada vez más cerca de las lágrimas. Parecía una pequeña niña lloriqueando por todo.

'Estar aquí.'

Entonces lo empujé tal vez demasiado fuerte y cayó de espaldas en la nieve en un estruendo. Cerró los ojos por unos segundos y debo admitir que sentí algo de pánico al pensar que no despertaría y que yo cargaría con su muerte, pero luego dejó ver sus brillantes y fastidiosos ojos azules y ahí fue cuando me eché a correr hacia la cabaña de la abuela.

Luke Hemmings era un pequeño llorón.

axiom >>mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora