Esta vez nos fuimos a Ibiza. Playa, discoteca, calorcito... en resumen, cosas maravillosas. ¡Y tenemos que tirar la oportunidad del disfrute para asaltar una base en una discoteca!
-Bueno, ya estamos en Ibiza-dijo el jefe-. Vamos a ver si hacemos la misión rápido, porque esta oportunidad como perdamos el tiempo la perderemos.
-Ya-dije-. Mejor ir ya a donde está indicado y terminarla rápido porque además la base está bajo una discoteca en la que se viven noches extraordinarias. Y luego ir a la playa.
Fuimos a esa discoteca tan bonita. Ojalá Evelyn estuviera aquí. Lo pasaría genial. El caso, entramos en la discoteca a las nueve de la mañana con toda la tranquilidad.
-¿Qué hacen aquí?-dijo el tipo del mostrador.
-Somos los del control de plagas-dije-. Venimos por encargo suyo.
Ah, que no lo dije antes. Para entrar allí había que pagar y entramos bajo la tapadera del control de plagas. Hubo que mentir un poco, porque la única plaga que había era el covenant.
-Bueno, haced vuestro trabajo.-nos dijo.
Y entramos en el local, y usamos el ascensor. Bajamos al sótano. Ahí para bajar a la última planta (donde estaba el covenant) había unas escaleras ocultas excavadas en la roca. Estuvimos cerca de media hora buscando esas escaleras hasta que las encontré tras dos cajas grandes que tendrían treinta años.
-Inquisidor, confiamos en ti para que nos guíes por la base.-dijo el jefe.
-Esta es antigua con lo cual será fácil.-nos comunicó.
Bajamos por las escaleras con el inquisidor siendo el primero y Sebastian el último. Era un auténtico laberinto pero gracias al inquisidor nos guiamos bien. Me parece que durante los primeros trescientos metros no nos encontramos con nadie.
-Me parece que en esta base no vive nadie desde hace mucho tiempo.-dijo Óscar.
-Estas bases son de las más antiguas que se sitúan en la tierra-dijo el inquisidor-. Seguramente el enemigo se concentre en las zonas cercanas a la sala central. Eso nos da una ventaja, evitamos mayores asaltos.
-¡Bien!-dije.
-Luego hay algo malo.-nos dijo.
-¿Qué puede ser tan malo para que nos pueda perjudicar ese tipo de concentración?-pregunté.
A ver, estaba seguro de que la posición enemiga era buena, pero en realidad era sólo para evitar un mayor número de asaltos.
-Lo malo, y es todavía peor que si estuviesen dispersados, es que cuando encontremos un grupo enemigo será un grupo enorme-dijo el inquisidor-. Si es de grunts, es sencillo, un par de granadas y adiós muy buenas. Pero si es de brutes la cosa ya se complica. Costaría más matarles y si es de hunters, ni te cuento.
-Ahí moriríamos, en resumen.-dijo Óscar.
-Creo que ya se dan cuenta de qué podría pasar.-dijo el inquisidor.
-¡Venga, por Dios, deja que diga cosas sensatas, que luego vuelve a ser el insensato de antes!-dijo Sebastian.
-¡¿Por que no mejor piensas tú lo que vas a decir, eh?!-le espeté.
-Porque siempre que estamos en Ayuda Mundial pasa algo por su culpa.
-¡PAREMOS YA DE DISCUTIR!-dijo el jefe-Si seguís así moriremos todos por no funcionar bien como equipo.
-Es verdad, lo siento.-le dije a Sebastian.
-No pasa nada, tío-me dijo-. Y siento haberte llamado insensato, Óscar.
-No pasa nada.-dijo Óscar.
Y seguimos avanzando por las inmediaciones de la base en busca de algún grupo de covenant y me di cuenta de que esta base tenía cierto atractivo en su antigüedad. Las paredes estaban recubiertas de una sustancia que es su combustible. De repente encontramos un grupo de unos treinta grunts. Nos ocultamos tras las paredes y cuando pasaron les atacamos por la espalda. El caos reinó entre ellos. En apenas cinco minutos todos salieron volando por los aires. Seguimos avanzando y vimos otro grupo e hicimos igual. Y así con otros tres. Hasta que al final llegamos a la parte central. Estaba todo lo que se vio en las anteriores: el ordenador central, todos los circuitos y la salida de emergencia. La única variación era un grupo de unos diez brutes. Le disparé a uno y le volé la cabeza. Nos pusimos casi al instante el camuflaje y ellos se quedaron desconcertados ante el cadáver muerto de su compañero. Luego comenzamos a disparar a lo loco para asustarles un poco. El caos reinó entre ellos. Les matamos en media hora (en parte porque se movían mucho) y activamos la autodestrucción y salimos por la salida de emergencia. Nos llevó justo enfrente de la discoteca y cuando oímos la explosión nos preparamos para entrar al local. Pero antes miramos la hora. Eran las cinco de la tarde.
-¿Tan pronto hemos acabado?-pregunté.
-Sí, y la sesión no empieza hasta dentro de 4 horas.-dijo el jefe.
-¿Por qué no nos vamos a la playa a disfrutar de un baño en el mar y de estar sin estas armaduras?-dijo Óscar.
-Disfrutad vosotros, pero yo voy a tabajar.-dijo el jefe.
-Ya sabemos que no te quieres librar de la armadura por tu aspecto pero, ¿por qué no te quitas todo excepto el casco?-dijo Sebastián.
-¿Y el tema de la ropa interior?
-Vamos a comprar unos bañadores, no te preocupes.-dijo Sarah.
-Eso ya es otra historia.
Fuimos a una tienda de ropa y nos compramos unos bañadores hechos a medida, guardamos las armaduras en unos paquetes temporales y nos fuimos a la playa. Ahora vi el aspecto de todos excepto el jefe. Óscar tenía una cara normal, ojos azules y pelo castaño oscuro, Sebastian y Sebastián llevaban el mismo aspecto, pelo rubio y ojos verdes con líneas de color marrón (eran mellizos, qué me iba a esperar), el inquisidor era igual, pero sin armadura, Sarah, ya sabía cómo era su cara, preciosa y con pelo naranja. Pero nunca la vi en bikini. Genial. Respecto a mí. Me parezco un poco a Brendan Freiser, el de la momia, lo sé. Muy atractivo no era, pero fuerte, todos se quedaron sorprendidos al ver tres tipos que te podían reventar la cara con sólo planteárselo. Fue genial. Estuvimos hasta las ocho y media bañándonos y disfrutando del rato. A las ocho y, media decidimos ir a la discoteca a disfrutar.
-Oye, tíos, ya son las ocho y media. ¿Qué os parece si nos vamos ya a la disco?-pregunté.
-No es mala idea-dijo el jefe-. Vamos, nos cambiamos y a la fiesta.
Y nos fuimos a la tienda a volver a cambiarnos, lamentablemente por las armaduras. Fuimos creyendo que seríamos los idiotas de la fiesta. Pero afortunadamente no. Era una fiesta de disfraces y seguramente éramos los mejores. De hecho, había un concurso de baile por equipos. Cada uno escogía un tipo de disfraz. Lo ganamos al ser los que tenían los mejores y más completos 'disfraces'. Al día siguiente llamamos a un pelican para que nos llevase a nuestro siguiente destino.
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Halo: La historia de un Spartan II: La salvación del universo empieza.
Science FictionTras haber derrotado a todos esos covenant, prometeo e indígenas y recibir la mala noticia de que se tienen que ir muy lejos y que sólo volverán a la base si salen victoriosos. De lo que no se darán cuenta es de que el lugar donde supuestamente se i...