Tenía la respiración demasiado agitada y mis pulmones ardían como los mil infiernos, por lo que no sabía cuánto tiempo más iba a resistir. Sentía mis piernas debilitarse a cada segundo que pasaba pero simplemente me dediqué a tomar una enorme cantidad de aire frío y puro para continuar corriendo.
Los gritos desesperados de Lola eran lo único que se escuchaba a nuestros alrededores, sumándole los gruñidos del cíclope que nos perseguía. Si ella continuaba gritando de esa manera, lo más probable iba a ser que primero asesine a mi mejor amiga y luego al monstruo.
Divisé a lo lejos el famoso árbol de Thalia que mi tía me había nombrado antes de indicarme que viniera junto con Lola hasta aquí. Ella había dicho que iba a estar a salvo dentro de aquel campamento pero realmente no tenía idea de si iba a conseguir llegar a éste. Yo era débil y Lola mucho más pero había algo dentro de mí que no me permitía rendirme, siempre debía salir victoriosa.
Un tronco voló de la nada por encima de nuestras cabezas y obligué a Lola a frenar de golpe antes de que se lo chocara. Ambas lo saltamos como pudimos y continuamos corriendo como si nuestras vidas dependieran de eso, lo que era curioso debido a que si dependían de eso.
Finalmente, atravesamos aquel árbol y sin dudarlo un segundo, pasamos por las puertas del campamento. Noté que tenía un campo de fuerza o algo similar debido a que una luz se expandió por todos lados cuando nosotras entramos. El cíclope se detuvo justo frente a nosotras pero no pudo avanzar, algo que agradecí por mis adentros o ambas íbamos a estar perdidas.
-Oh espera sólo unos segundos, debo recomponerme -susurró Lola con dificultades para respirar.
-Acabas de decir lo mismo hace diez minutos atrás -sonreí burlona y ella llevó una mano a su pecho, haciendo la escena aún más dramática.
-Mis pulmones me pedían a los gritos que parase -protestó.
-También los míos pero soporté el dolor -me encogí de hombros, empujándola luego para que comenzara a caminar.
- ¿Cómo están ahora? -indagó con una ceja en alto.
-No lo sé, creo que los perdí antes de entrar -respondí y Lola rió.
Las dos comenzamos a caminar totalmente desorientadas por el campamento, esquivando a una gran cantidad de campistas que simplemente no tenían problemas de pelear con sus espadas a unos centímetros de nosotras.
Lola me codeó cuando su mirada se posó sobre la gran casa que estaba a unos pocos pasos de nosotras, haciéndome reír satisfecha. Aferrándonos a nuestras mochilas, caminamos con seguridad hacia esta y entramos sin siquiera golpear la puerta, lo cual había sido bastante desubicado de nuestra parte.
Había un hombre sentado en una silla de ruedas jugando cartas con otro señor de barba, pelo negro combinado con gris, que tenía una incontable cifra de latas vacías de Coca-Cola Ligh justo a su lado. Eso probablemente no iba a hacerle muy bien a su estómago.
Aclaré mi garganta para llamar la atención de ambos hombres y estos no tardaron mucho en mirarnos. El señor en la silla de ruedas nos sonrió mientras que el otro no hizo más que rodar los ojos y maldecir en griego. Sí, también era un enorme placer de nuestra parte conocerlo.
-Los campistas llegan en parejas -murmuró el adicto a la Coca-Cola Light rodando nuevamente sus ojos -. La tortura continua en mayor cantidad.
Lola y yo nos miramos un poco confundidas y el hombre en la silla de ruedas nos indicó que tomáramos unas sillas y nos sentáramos frente a él.
-Bien, díganme cuáles son sus nombres -pidió expectante, mirándonos.
-Emma Bossi -me limité a responder por lo bajo.
-Lola Rivers -añadió mi amiga irradiando felicidad.
El hombre asintió pensativo mientras que Mr. Coca-Cola Light fingía prestarnos atención a nosotras pero simplemente se dedicó a mirar con cautela las cartas que su acompañante había dejado sobre la mesa. Algo dentro de mi había sospechado que iba a hacer algo como eso.
La mirada del tramposo se había iluminado de repente, dándome a entender que existían posibilidades de ganar e inclusive quise reírme.
- ¿Cómo llegaron aquí? -indagó interesado.
Solté una clase de suspiro y me acomodé en la silla para comenzar el relato.
Le expliqué que había sido mi tía quien nos habló acerca del campamento cuando ambas llegamos a mi apartamento con la ropa hecha jirones, por causa de las arpías que nos habían atacado saliendo del colegio. Ella se tomó todo su bendito tiempo para decirnos que íbamos a estar a salvo dentro de este lugar y que por nada en el mundo, le digamos a nadie acerca de este. El dato más curioso de todos fue cuando terminó confesando que ambas éramos hijas de divinidades griegas, lo cual no le creí en un principio pero cuando nos entregó unas pesadas espadas, supuse que estaba hablando en serio.
Terminé de hablar quedándome sin aire y forcé una sonrisa. Nuevamente el hombre asintió con su mano en la barbilla y el tramposo aprovechó la distracción para cambiar algunas de sus cartas. Enserio, ¿Era necesario?
- ¿Entonces ambas ya saben la historia de cómo los dioses bajan del Olimpo para divertirse con mortales y dejan descendencias? -ambas asentimos -. Estupendo, entonces sólo les quedará saber que el único propósito del Campamento Mestizo es proteger a los suyos de toda clase de amenaza e inclusive los entrenamos para luchar contra las mismas y convertirse en grandes héroes.
Lo primero que hice fue mirar a Lola y mordí mi labio inferior para no reírme.
Ella es mi mejor amiga, una de las pocas personas que me quedan en la vida, llevábamos conociéndonos desde pequeñas y créanme que jamás la imaginé como una heroína. Tampoco ahora, no se alarmen.
Yo tampoco me veía haciendo nada importante en un futuro para que la gente me reconozca pero al menos conseguía correr más de cinco cuadras sin pedir descansos a mitad de cada una de ellas, sabiendo que los monstruos nos seguían; esas eran sólo cosas que a mi mejor amiga podían ocurrírseles.
[....]
Dejamos nuestras mochilas en la gran cabaña de Hermes y salimos de la misma a los pocos segundos para dar un recorrido por el campamento junto con Annabeth Chase, capitana de la cabaña de Atenea.
Había sido un recorrido bastante entretenido, ella mantuvo su simpatía en todo momento y no tuvo el menor inconveniente de responder todas nuestras dudas, como por ejemplo "¿Por qué no elegimos la mesa donde queremos sentarnos para el desayuno, almuerzo y cena?". Nos explicó que cada mestizo debía sentarse en una mesa con sus respectivos compañeros de cabaña y Lola no estuvo de acuerdo con aquel invento.
Yo tampoco lo estuve pero traté de no demostrarlo. Iba a ser bastante difícil distanciarme un poco de Lola, más aún sabiendo que quizás ya no compartamos más almuerzos ni nada y que no iba a verla mucho durante el día.
Finalizamos nuestro recorrido en uno de los campos de entrenamiento, donde había unos chicos haciendo una improvisada lucha. Observé fascinada cada unos de sus movimientos, sus estocadas, bloqueos, todo era maravilloso en ellos a la hora de pelear y se notaba, debido a que estaba bastante entretenida.
De todos modos fue el chico de cabellera azabache quien le ganó al chico rubio con una cicatriz en su labio. Sí, era bastante observadora.
Sentí como Lola comenzaba a presionarme la mano con fuerza en el preciso momento que ambos chicos se deshicieron de sus camisetas por causa del calor y me avergoncé por la posible reacción de mi amiga.
-El primer día está resultando bastante bueno -murmuró Lola en mi oído.
-No hagas el ridículo, compórtate como una adolescente normal. Tendrás tiempo durante todo el verano para tus conquistas -la regañé y ella bufó.
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La Maldición de la Victoria | Leo Valdez ©
Fanfiction"Victoria" Del lat. victoria. 1. f. Superioridad o ventaja que se consigue del contrario, en disputa o lid. 2. f. Vencimiento o sujeción que se consigue de los vicios o pasiones. ¿En mi propio diccionario? Ganar. La victoria tiende a llenarnos d...