-Adiós-dije entre lágrimas abrazando a mi mejor amiga, seguidamente a mi madre. Vi como cada vez estaba más lejos de mi madre y mi mejor amiga, hasta que una puerta de barras de hierro cerró el recinto. Miré hacia la gran residencia.
-Hogar dulce hogar-dije sarcástica.
Al entrar había una gran escalera, tipo película, pues así. A la izquiera había dos puertas y un gran pasillo que seguía para dentro y a la derecha había un mostrador donde detrás de él había una mujer alta, delgada, rubia, con algunos reflejos castaños. La mujer se acercó a mí.
-¿April Stone?
-Si
-Acompañeme- fuimos a una de las puertas de la izquierda, era un despacho, dónde había un señor sentado en el sillón.
-Pasa-dijo el hombre
-Hola, soy April, April Stones
-Bienvenida, ahora mismo no tengo mucho tiempo pero poco a poco nos iremos conociendo mejor
“¿muchas cosas que hacer? JÁ, si estará todo el día sentado y jodiendo la vida de la gente, dime que no quieres hablar conmigo y yasta.”-Pensé
-Kate, acompañe a la señorita Stones a su nueva habitación y ya de paso enséñele el recinto.
-Como quieras.
Seguí a la chica, subimos las grandes escaleras que nombre al principio, al llegar arriba fuimos al pasillo de la derecha.
-Este es el pasillo de las chicas el de la derecha son las habitaciones de los chicos.-Dijo Kate
Yo asentí.
Andamos por el gran pasillo hasta que Kate se paro delante de una, se metió la mano en el bolsillo y sacó una llave pequeña.
-Esta es tu habitación, la 215 y la compartirás con tres chicas más, por cierto, esta llave es tuya no la pierdas.-Me dejó las maletas y se fué, abrí la puerta, la verdad que lo de compartir habitación no me hacía mucha gracia, pero, habrá que acostumbrarse.
Abrí la puerta, era una habitación bastante grande, había dos literas las dos a la derecha una pegada a la pared verticalmente, y la otra a los pies de la primera litera horizontalmente, a la izquierda había un sofá, una estantería, una televisión, al fondo una gran ventana y una puerta en la esquina, que sería un baño. Dejé mis cosas en la puerta y me dirijí a la ventana, miré tras ella a la derecha había un montón de ventanas de otras habitaciones y a la izquierda también paralelas a la de mi habitación.
-¿Qué haces aquí?
-¿Quién eres?
Me preguntaron dos voces detrás de mi. Me giré, eran dos chicas, una era pelirroja, alta y delgada, la otra chica era entre castaña y rubia, un poco más baja que la otra y delgada.
-Soy April, soy nueva y parece ser que vamos a tener que compartir habitación, si ya, a mi tampoco me hace mucha ilusión, pero bueno.
-Anda parece que eres la rebelde ¿no?-Dijo sarcástica la castaña.
-Siento aguarte la fiesta pero no.
-¿De que vas? Vacilando-Se mosqueó
-No voy de nada-me acerqué a ellas-A ver tengo que convivir con vosotras y otra chica más, todo un año, no os metais en mi camino que yo no me meteré en el vuestro
-¿Te crees que en un año vas a salir?
-Sí, me queda un año para los dieciocho
-Todas hemos dicho eso alguna vez y mira, aquí estamos-habló la otra chica
-¿Qué?-Me preocupé
-Ay, inocente, a todas les pasa lo mismo, aquí puedes tener la edad que sea, que hasta que no te formes no te dejan salir
-Pero en un año seguro que estoy bien, yo no soy “todas” como vosotras decís.-contesté
-Bueno que sí, que alfinal nos vendrás buscando para que no te quedes sola.
-Venga, que sí, apartad-dije empujándolas para coger mis cosas, las eché sobre una de las literas.
-Ahí va Drakella-dijo la pelirroja
-Y ¿Quién es esa?
-Nuestra otra compañera
-Bueno, pues me pongo en la de arriba ¿os parece?-sonreí sarcástica.
Al cabo de una hora cogí los auriculares y el móvil, me fuí a dar un paseo por los jardines de la residencia.
Me senté en un banco y me puse “aprendí” de Ocer y Rade.
-Hola-me dijo una chica morena con ojos color caramelo-¿Eres la nueva?
-Hola, sí-Dije a la vez que me quitaba un auricular de una oreja.
-Encantada, soy Ella
-Yo soy April, ¿de dónde viene el nombre Ella?
-Es Francés, mi madre es francesa, aunque aquí me conocen como Dakella
-Ah, tu eres mi compañera de habitación
-¿Ya te has encontrado con Rebecca y Emily?
-Si son esas dos perras, entonces sí.
Ella rió fuertemente
-Siempre son así, no se lo tengas en cuenta, son unas niñas adorables
-Pues lo serán contigo.-Reí
-Los principios nunca son buenos
-Ya, ¿cuántos años tienes?
-Diecisiete, ¿tú también no?
-¿Cómo lo sabes?
-Siempre me pasa igual, el dueño de este centro es mi padre, entonces siempre soy la primera en enterarme de quien viene.
-Es decir, que eres una mimada
-¿Qué? No, para nada.
-Y una niña tan buena ¿qué hace aquí?
-Trastorno psicológico, sí, mis padres se quedaron con las ganas de tener una señorita.
-No tiene que ser fácil, tener un padre que sea dueño de un centro de locos
-Para que engañarte, no es mada fácil, soy la hija que nunca quisieron tener.
-No digas eso-la consolé
-No tienes que venir aquí y mentirme, yo se lo que veo y lo que escucho.
-Te entiendo-Le sonreí
-¿Vamos a cenar? Se ha echo tarde.
-Vamos.
Drakella me llevó a un gram comedor en el que había un montón de niño, fuimos em dirección al bufet dónde te daban una bandeja y la comida que hubiera, Drakella decía que los fimes de semana eran los únicos días en los que había bufet libre.
Fuimos a una mesa y nos sentamos.(En multimedia Drakella Parks)