epílogo.

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Un año después de haber terminado la preparatoria, Dylan se encontraba en el asiento del acompañante del auto de su novio, yendo a la universidad.

Jamás habría pensado que sus padres le permitirían estudiar diseño, porque sus padres siempre le exigían con cosas como medicina o abogacía; de todos modos, ella nunca les había hecho caso.

Brooke, su mejor amiga desde la infancia, había elegido el mismo lugar para estudiar, ya que no querían separarse por nada en el mundo.

—Chris —le dijo a su novio —, no tenías que hacer esto por mi, de verdad. Puedo ir caminando sola a la universidad, solo está a tres calles.

—Pero, ¿para qué? Si ya tengo mi licencia de conducir —dijo orgulloso, como cada vez del tema. No sacaba su vista del camino como lo haría un buen conductor, evitando el hecho de que había desaprobado el exámen de manejo unas cuatro veces.

—Si, que conseguiste de milagro —le reclamó su novia.

—Al menos tengo uno.

Tenían pensado mudarse a un departamento juntos el próximo año, pero aún no habían reunido el dinero suficiente. Habían tardado más de lo esperado, ya que sus fondos se basaban en el trabajo de media tarde de Chris en McDonalds y los ahorros de Dylan.

—Te la pasaste —le dijo Dylan —, por cuarta vez.

—¿Acaso no puedo pasar tiempo extra con mi novia? —le preguntó.

—¿Y acaso tú no te cansas de decir eso todo el tiempo? —le respondió Dylan, que al ver la mirada que le dirigió, aclaró —Estoy bromeando. Pero si llego tarde una vez más, seguramente voy a tener que hacer trabajos extra. Menos tiempo para Chris y Dylan.

—¿Por qué no lo dijiste antes? —Chris se aferró al volante y hábilmente lo hizo girar. Mientras tanto, en lo único que podía pensar Dylan era en mantener su estómago en el lugar correspondiente.

Cuando por fin llegaron, ella hizo su pequeño momento de drama del día.

—Realmente no quiero entrar allí —reprochó, con una bastante mal fingida cara de perro triste.

Chris la miró con ternura. Eso era lo suyo.

—Realmente debes entrar allí —le respondió.

Dylan lo abrazó fuertemente, como solía hacer todas las mañanas antes de despedirse de él, para después encontrárselo a la tarde y merendar en McDonalds.

—¿Te gustaría estudiar diseño? —le preguntó —Estaríamos juntos todo el tiempo, es lindo, puedes hacerte un diseñador famoso, ganarías mucho dinero, estaríamos juntos todo el tiempo... oh espera.

—Dylan, llegaré tarde yo también —le dijo, ya que ella no lo soltaba.

— ¿A la cita con tu almohada? —le dijo su chica, era imposible de creer cuánto podía llegar a dormir —Si le diste unas cuatro vueltas al auto, puedes esperar a que termine de abrazarte —dijo, y se apartó a los segundos—. ¿Ves? No fue nada.

—Te quiero —le dijo Chris.

—Yo mucho, mucho más —le contestó Dylan.

—No es verdad, yo más.

—Eh, y después te quejas de que yo te retraso —reclamó ella —. Nos vemos en la noche.

Él la miró desconcertado. ¿A qué se refería?

—Oh, conozco esa mirada. Mis padres... cena familiar con primos y tíos, nos invitaron hace una semana... —insistía Dylan, pero su cerebro no parecía reaccionar. Se detuvo —Lo olvidaste, ¿verdad?

Chris & DylanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora