Perfectamente imperfecta ©

Capítulo 9.

Desperté, mis pelos estaban todos enredados y mis sabanas desparramadas por toda la cama. Enseguida comenzaron a escucharse gritos, mi madrastra, como ya era costumbre. Decidí no hacer ruido y escapar de casa. Odiaba este tipo de situaciones, siempre era lo mismo y mi padre nunca hacía nada por evitarlo, ya que, a lo largo del tiempo el se había enterado de cómo su esposa era conmigo. Ella me maltrataba de las peores formas, tanto física como mentalmente y yo ya me había hartado.

Hace años venía planeando esto con Lindsay, mi mejor amiga. Agarrariamos todas nuestras pertenencias y escapariamos en la primer oportunidad que tengamos. Agarré las pocas cosas que había dejado fuera de mi maleta y las empaqué en ella, la cual estaba escondida en un hueco secreto de mi armario. Me despoje de toda mi ropa y me di un largo baño de agua templada arrastrando toda la suciedad de mi cuerpo, salí envolviendo una toalla en mi pelo y otra en mi cuerpo, elegí un top negro, un kimono estampado encima y un short de jean. Até mi pelo en una coleta alta, y con cuidado amarré una sábana a mi ventana para bajar mi maleta seguida de mi para después correr por el patio trasero.

Caminaba hacia el lugar de encuentro, el puerto antiguo. Allí decidí llamar a Lindsay, quien me informo que no estaba lista para partir pero nos encontrariamos pronto en otra ciudad. Acepté y emprendí mi aventura en soledad. Vi un barco, el único en el puerto y decidí meterme en el mismo para dormir un poco más, más tarde decidiría cómo escapar de esta bella ciudad donde había sufrido diversas crueldades.

Sentía que mi cama se movía levemente y eso era algo extraño, que yo sepa aunque muchas veces había soñado con un colchón de agua jamás lo había obtenido. Escuchaba algunas voces pero no conocidas para mí, me asusté. Abrí lentamente mis ojos y cuatro chicos me rodeaban mirándome extrañados. Sin embargo, mis ojos se fijaron en uno de ellos. Uno de los rostros más hermosos que había visto en mi puta vida, y yo CONOCÍA A ESE CHICO.

- Oh diablos - dije con mi voz ronca por el sueño.