La Huida

1.6K 104 4
                                    


Todo lo que ocurrió después fue muy rápido. La luz que había salido del bastón del hombre, volvió a aparecer, esta vez a nuestras espaldas. Sorprendido, Ben se dio la vuelta deprisa y aquella fue mi oportunidad. Salí disparado hacia los brazos de Patrick, quien cogiéndome casi en volandas me llevó hasta el rincón más oscuro de la sala. Los dos nos quedamos allí mirando como Ben disparaba contra la silueta del hombre. Por un momento creí que era un fantasma, luego el hombre cayó de rodillas al suelo con la mano en el pecho. Ben le había dado. La luz volvió a desaparecer.

Sentí los labios de Patrick recorrer mis brazos, mi cabeza, mis manos, mi espalda y todos y cada uno de los miembros de mi cuerpo.

-¿Estás bien?-inquirió en voz baja, mientras me apretaba contra su cuerpo.

-Maldita sea-gritó Ben.- ¿Qué ha pasado?, ¿Dónde estas Riley?

-Estoy bien-le susurré a Patrick.

Bum. Bum. Bum. Ben estaba como loco, disparando a la oscuridad de todas partes. Corriendo de un lugar a otro.

-La próxima vez, cuando te pida por favor que me dejes darle un puñetazo, deja que lo haga-me reclamó.

-Descuida, ¿Qué vamos a hacer?-le pregunté asustado.

-Ves la puerta-me señaló una puerta de cochera que estaba a unos diez metros de distancia.

-Si.

-Pues llega hasta ella, sal y espérame tras el contendor amarillo que hay fuera.

-¿Y tú?-le dije.

-Yo voy a intentar entretenerle para darte cuartel, venga corre.

-No-me negué.-Yo no me voy de aquí sin ti.

-Voy a encontrarte, pequeño, tú tienes que estar conmigo-gritó furioso Ben desde el centro de la sala.

Bum. Bum. Bum. Disparó de nuevo.

-Por favor, haz por una vez lo que te digo-me insistió.-Además yo tengo que ayudar a Charly, está mal herido.

Luego la conversación cambió de lugar. Ben pateó algo y Charly se quejó a lo lejos. Dios había encontrado al bibliotecario tirado en el suelo.

-¿Eres tú viejo?-inquirió con sorna el chico.-Mira que suerte.

-No vas a ganar, no tienes las tres llaves-repitió el hombre.

Ben volvió a patearle y Charly volvió a quejarse.

-Pero tengo dos-aseguró Ben.-Y eso es más de lo que ellos han conseguido.

-Ahora, vete-ordenó Patrick.

Sin querer irme y dejarle solo allí. Le busqué a tientas la cara y le besé en los labios, una, dos y tres veces, luego sin que Ben me viera, me marché a toda velocidad hasta la puerta, me agaché y salí de allí. El viento y la lluvia azotaron mi cuerpo en cuanto me topé con la oscura noche. No pude correr como me había pedido Patrick. En vez de eso me apalanqué en la fachada del edificio y seguí escuchando, ahora desde afuera.

-Déjale en paz Ben-gritó Patrick.-Esto es conmigo, no con él.

-Te equivocas-dijo Ben fríamente. Luego sin más vacilación se escuchó un nuevo disparo.

-No-gritó de nuevo la voz de Patrick.-Hijo de puta.

Quise entonces arrancarme la lengua, por haber permitido que alguien tan cruel y miserable hubiera sido capaz de besarme, mientras yo le dejaba. Pero en aquel momento lo que más me preocupaba era la vida de Patrick, que una vez muerto Charly, era quien verdaderamente corría peligro. Una vez más, pasé por alto las palabras de Patrick. Asomé la cabeza por la puerta y dejé que la luz de la luna me alumbrara. Le había prometido a Patrick que me escondería, pero las promesas valen muy poco, si la persona a la que se lo has prometido, no va a vivir para verla cumplida.

Pequeños PríncipesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora