PRÓLOGO

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Las lágrimas cada vez inundan más y más mi vista evitando que observara con atención la escena que se encontraba frente a mis ojos. Solo puedo experimentar ira, impotencia, desesperación y odio. ¿De cuando acá alguien que deberia amarte y, cuidarte puede llegar a hacerte tanto daño?  La odiaba. Odiaba compartir su ADN, el color de nuestro cabello, odiaba el estar cerca de ella pero, más que todo odiaba el hecho de ser su hermana. 

Ella me observaba, repasando las líneas de las comisuras de sus labios con la punta del cuchillo y, me sonreía con malicia a medida que se acercaba a él y, se sentaba sobre sus piernas, besanda partes de su rostro y, finalmente sus labios.

-¿Qué te hice? -pregunté tragando con fuerza a medida que la castaña se levantaba del regazo del ojiverdes y, reía a carcajadas acercándose al fuego que hace poco había encendido en la chimenea de la desierta recámara.

Ella carraspeó su garganta, introduciente entre las mechas del fuego el metal del cuchillo y, comenzando a calentarlo. Hizo un horrible y, vacilante chaquido con su lengua pero, sabía que era todo menos vacilante. Ella sabía lo que estaba haciendo y, no le importaba ni un poco el hecho de compartir un lazo genético conmigo.

Para ella eso era tan solo mierda.

-Veamos y, recapitulemos -susurró sin alejarse de la mecha- Naciste -y, tragué con fuerza.

Mi vista se clavó en el hombre, atado a la silla, sujetado de manos y, píes, quién se encontraba prácticamente inconsciente. Su cabello cubre la mitad de su rostro mientras, que su torso se mantenia desnudo. Ya no tiene fuerzas para continuar, cada vez se encuentra más roto y, adolorido y eso, solo refuerza el odio que siento por la mujer que está provocándonos esto. De repente ella aparece a su lado, sujetando una cuerda entre sus manos, estirándola y, encongiéndola para mostrármela con orgullo. 

Se coloca tras su espaldas, tomando con fuerza su cabello y, halando hacia atrás dejando al descubierto el rostro del castaño y, que de su garganta emergiera un gruñido lleno de dolor pero, eso no detuvo que la castaña, detrás de él, fuera colocando con fuerza la cuerda alrededor de su cuello, comenzando a amarrarlo sinn vacilanción alrededor de su nuez de Adam.

-Kendall... -supliqué moviéndome desquiciadamente en la silla para intentar una vez más safarme de los nudos que me mantenian atada a ella- Kendall, por favor... -sollocé viendo como apretaba con más fuerza el nudo, provocando que el cuello del hombre que yacía sobre la silla, se fuera tornando rojo.

Una cansada y, resignada tos emegió de su garganta en el momento en que el nudo en la soga se hizo díficil de soportar por su garganta.

-¡¡DÉJALO!! -grité moviéndome en la silla con desesperación y, logrando que la castaña se detuviera en su planificada tortura- Déjalo... -supliqué con la voz ronca por el llanto y, el nudo que no había abandonado mi garganta desde el inicio de todo.

Todo es mi culpa y, ahora él está pagando por todo. 

-¿Por qué me haces esto? -pregunté entre sollozos- ¿Por qué le haces esto a él si a quién quieres es a ? -pregunté inclinando mi cabeza hacia atrás y, cerrando mis ojos con fuerza para alejar las lágrimas pero, no podía.

Ella se carcajeó una vez más, dejándome escuchar la burla en su demoniaca risa. 

-Hay, hermanita -suspiró halando con fuerza del cabello de Harry y, provocando que otro quejido se originara en su garganta a medida que abria los ojos y, los fijaba en mí.

Necesitaba sacarlo de esto pero, no podía. No hallaba la manera de hacerlo.

-Mi querida e, ingenua, hermanita -susurró caminando unos pasos lejos de él- Lo amas tanto... -susurró fingiendo meláncolia pero, luego dedicandome un mirada diabólica, señalándolo con malicia mientras una sonrisa llena de autosuficiencia se imprimía en su rostro- Lo necesitarás más de lo que él te necesitará a ti -y, lloré, sintiendome impotente al no poder hacer nada para liberarlo de esto.

Supe que era verdad y, entonces lloré con más fuerzas. 

Lo necesitaba...

-Déjalo en paz -supliqué rindiéndome.

-¿Quieres que deje de hacerle daño? –preguntó fingiendo remordimiento pero, cuando pensé que había algo de humanidad en su subconsciente y, comenzaba a alejarse del castaño, se dirigió al lugar donde se encontraba la fogata, tomando el cuchillo y, observando el metal al rojo vivo.

-Kendall... -supliqué sollozando con más fuerza.

Pero, ella me ignoró, caminando hasta el castaño nuevamente y, acercando el cuchillo a su cuerpo.

-¡¡NO!! -grité con la voz ahogada mientras ella reía a carcajadas pero, no dejaba de apróximar el material caliente a la piel del ojiverdes.

Él me miró, de manera alarmada y, lleno de miedo y, cerré mis ojos en el momento en que el cuchillo fue recorriendo el largo de su pecho sin pudor. Un grito lleno de dolor emegió de su garganta, rompiendo mi corazón en mil pedazos. 

Otro grito y, lloré.

Otro grito y, grité yo también, sintiéndome asqueada por la clase de persona que llevaba la misma sangre que corría por mis venas pero, de repente los gritos cesaron y, me permitieron abrir los ojos, aun nublados por las lágrimas pero, pudiendo ver al castaño con la respiración agitada y, lloré con más fuerza, viendo como una gran K se hacia presente en su pecho en carne viva.

Ella era el diablo en persona, era la representación del mal queriendo quitarme lo que más amaba y, bajé la mirada, clavándola en la sangre seca que reposaba en mis muñecas por la fricción entre mi piel y, la soga al intentar millones de veces desatarme.

Y, escuché sus tacones, apróximarse a mí, sintiendo segundos después sus uñas clavarse en mis mejillas en el momento en que me tomó del rostro con violencia, obligandome a mirar a Harry. 

Él sufria y, sufría. Dolía, podía dolerme tanto como él...

-¡¡MÍRALO!! –gritó desesperada pero, yo cerré mis ojos con fuerza, negándome a seguir observando al hombre sin fuerzas que estaba frente a mis ojos.

Y, sentí mi rostro humedecerse para al segundo, sentir como ardía y quemaba el agua en mi piel. Grité, sintiendo dolor y, quemazon con el pasar de los segundos. Dolía y, sabía que lo que sea que ella hubiese derramado sobre mi rostro no era agua, era ácido y, dolía infernalmente. Como millones de encendedores siendo encendidos en mis mejillas y, en el resto de mi cara.

-Déjala -suplicó con la voz ahogada mientras, yo luchaba por mirarlo pero, no podía. 

Ya no podía abrir los ojos y, mucho menos podía respirar adecuadamente. Estaba asfixiándome con el aroma del ácido.

-Acaba con esto... -susurró suplicante la apretada voz del hombre frente a mí y, hago todo mi esfuerzo por abrir los ojos pero, me es imposible.

Una carcajada se hace presente en el ambiente que antes era pintado por la voz adolorida del británico mientras, luego se escuchaba el resonar de los tacones de la castaña al impactar el pavimento.

-¿Quieres que termine con esto? –preguntó en un tarareo diabólico provocando que mi corazón se acelerara con el pasar de los segundos y, el no escuchar nada de nadie.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro segundos transcurrieron y, no había ningún sonído proveniente de ninguno de ellos, provocando que entrara en pánico.  Comienzo a mover desesperadamente sobre la silla, intentando una vez más desatarme de ella a pesar de que no pueda ver, ni sentir mi rostro pero, continúo intentndolo.

-Vamos a complacerte... -susurró Kendall y, lo próximo que sentí.

Por casualidad, fue un casto y, asqueroso beso plasmarse contra mi mejilla para luego, escuchar como, nuevamente ella se dirigia lejos de mí, por el resonar de sus zapatos contra el suelo.

-Te amo -y, fue lo último que escuché de su voz.

Y, cierro mis ojos, sintiendome vacía tan pronto como no lo escuche más pero, el ambiente se torna tenso cuando, el estallido de una bala se escucha en el aire.

-¡¡NO!!





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