Capítulo 1.

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Ya casi era medianoche. Desde lo alto de la colina Custos, dónde estaba situada mi casa, se veía la ciudad de Onyx iluminada por decenas de farolas. Era una noche calurosa pero algunos valientes se atrevieron a salir de sus casas. Entre ellos yo. No es que quisiera estar en la calle sino que me habían echado de casa. Caminaba de un lado a otro intentando ver lo que pasaba dentro pero era imposible. Mi familia había sellado todas las ventanas de la casa con baldas de madera, logrando así, que no entrara ni saliera la más mínima corriente de aire y su principal objetivo, que no se viera nada desde el exterior. La persona que va a ser sometida al ritual no puede ver el proceso de preparación hasta que no llega su hora. La mía llegaría dentro de poco pero aún tenía que esperar.

Pasaron unos 20 minutos. Mi madre salió vestida con una túnica negra que barría el suelo, en las manos llevaba un cuenco en el que estaban inscritas mis iniciales.

-Ya es la hora- dijo.

Mi madre se mojó los dedos con el líquido que llenaba el cuenco. Susurro algo que no pude entender y llevó sus dedos a mis labios. El líquido empezó a arder cuando entró en contacto con mi piel.

-¿¡Qué me has echado!?- grité. El ardor pasó a ser insoportable en milésimas de segundo.

Mi madre me rogó que me calmara.

-Solo es parte del proceso, cariño.-

"Solo es parte del proceso" repetía mentalmente una y otra vez para autoconvencerme de que podía soportarlo. Y así fue. El dolor tardó menos de un minuto en desaparecer. Pero aun sentía la sangre bombeando fuertemente bajo mi piel. Me los toqué y una sensación de alivio me invadió al notar que seguían igual que siempre. No tenía quemaduras ni hinchazón.

Mi madre me agarró del brazo y me condujo dentro de casa. Mis ojos tardaron en acostumbrase a la oscuridad de la casa pero poco a poco pude distinguir los objetos que me rodeaban.

-Ya está lista.- anunció mi madre a la vez que inclinaba su cuerpo para hacer una reverencia.

4 candelabros situados en el suelo se encendieron. La luz que desprendían me dejó ver la silueta de 4 mujeres. Todas ellas vestían una larga túnica dorada y se cubrían el rostro con un velo que enseguida dejaron caer. Eran las mujeres más hermosas que había visto nunca. Sus ojos revelaban millones de vidas vividas pero sus rostros no parecían sobrepasar los 30 años.

La tradición dictaba que las 4 decanas debían entregar un amuleto cada una que ayudara al iniciado a sobrevivir una noche en el bosque, utilizando únicamente el ingenio. Las mujeres se acercaron a mí y pude notar como la habitación se enfriaba por momentos.

Moira era la decana del triángulo de Fuego. Sus cabellos eran rojos y su piel casi transparente. Me entregó una piedra lisa y ovalada. Por parte de Cassandra, una mujer de piel morena, ojos verdes, pelo oscuro y rizado y decana del triángulo de tierra, recibí un pequeño saco lleno de plantas de las cuales yo no conocía ninguna. El amuleto del triángulo de Aire era un cuerno dorado, hueco y sin ningún tipo de decoración. La mujer que me lo entregó se llamaba Iris y poseía unos ojos grises embriagadores. Sus largos cabellos negros la hacían parecer más delgada de lo que era. Por último Mérida, decana del triángulo de Agua, me entregó una esfera transparente increíblemente ligera. Ella tenía los cabellos ondulados y rubios y la piel aceitunada.

No tenía ni la más mínima idea de cómo esos cuatro objetos iban a ayudarme a sobrevivir una noche en un bosque desconocido para mí. Quise preguntar pero me contuve. Obviamente no me iban a dar ninguna pista de cómo utilizarlos y probablemente me tomarían por estúpida.

Las cuatro decanas cubrieron sus rostros con los velos y salieron de la sala. No me dio tiempo a reaccionar, uno de sus guardaespaldas me golpeó fuertemente en la cabeza. Cuando desperté estaba tirada sobre un lecho de hojas húmedas. Intenté incorporarme pero el cuerpo me dolía como si me hubieran pegado una paliza. Supuse que me habían inyectado algún tipo de droga que me permitía estar despierta pero me impedía moverme. Escuchaba a mucha gente murmurar pero no era capaz de ver a nadie. Alguien me cogió del brazo y sin miramientos me rajó la muñeca dejando que la sangre fluyera por mi brazo pero esta iba muy despacio. No seguía un rumbo aleatorio sino que parecía que trazaba un camino por mi brazo. Poco a poco el camino se transformaba en letras y esas letras en una palabra. Conseguí librarme del agarre del desgraciado que me había rajado e incorporarme. Podía notar perfectamente el bombear de la sangre en mi brazo. Esta no tardó en evaporarse pero dejó la palabra impresa en mi piel.

"Blut" ¿Qué significaría eso?

Hasta ese instante no me había percatado de que la gente se había callado. Levanté la vista y todas sus caras aterrorizadas me miraban. Una sombra esbelta andaba hacia mí. Él se agacho a mi lado y me cogió el brazo herido. Cuando sus dedos rozaban las heridas, sentía un gran alivio. Increíblemente el dolor desapareció. Le miré a los ojos, los tenía grandes y de un tono miel que hacía que su pálida piel resaltara mucho más.

-Están asustados porque no están acostumbrados a ver algo fuera de lo "normal" Lo que tiene su gracia ya que han venido a ver un ritual de iniciación y eso de normal tiene poco o nada. Ah, por cierto, soy Ezra.

El chico apartó su mirada de mí y se levantó. 

-Tu arma será tu propia sangre – anunció en alto para que la gente pudiera oírlo. – Eso es lo que significa lo de tu brazo- me susurró a continuación.

La gente comenzó a murmurar y parecía contentarse con la declaración del chico pero nadie parecía saber su significado. Por lo visto esta parte del ritual te daba una pequeña pista de tu destino. ¿Significaba eso que debía morir? ¿Qué iba a ser inútil? Y si conseguía entrar a algún Triangulo ¿Cómo se suponía que mi sangre me iba a ayudar a sobrevivir?

Demasiada información en muy poco tiempo. Seguía muy confusa. 

-Lo siento- me dijo Ezra.

Antes de desmayarme pude ver la gigantesca aguja que me había clavado. 







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