Me desperté en el mismo sitio pero esta vez estaba sola. La luz de la luna iluminaba todo el claro en el que se había realizado el ritual. Me sorprendió lo bien que me sentía. Mi brazo había quedado marcado por la palabra pero no me importaba. A mi lado había un saco. Supuse lo que habría dentro pero aun así lo abrí. Efectivamente, los cuatro amuletos. Sentía impotencia porque nadie me había explicado nada y no sabía cómo todo eso me iba a ayudar. Decidí calmarme antes de tirar o romper algo.
Según mi abuela, si eras apto para pertenecer a algún Triangulo, tu propio instinto te guiaría hasta él. Si no eras apto, no sabrías ni volver a tu casa por tanto corrías el riesgo de morir en el bosque. Estuve bastante rato sentada en el suelo esperando algún tipo de señal. No ocurrió nada. Lo único anormal era el cambio tan brusco de temperatura. Empezó a hacer frio. Raro para aquella época del año. Y de repente se me ocurrió. Saqué el cuerno que me había dado Iris y comencé a moverlo. Una imperceptible corriente de aire recorrió el cuerno y lo hizo sonar. Aquella era la dirección que debía tomar.
Sentí un cosquilleo en el estómago. Me sentía entusiasmada. No sabía cuánto iba a tardar en transformarse la euforia en frustración pero cogí el saco y me puse a andar.
A medida que avanzaba, los árboles se hacían más altos y la luz se atenuaba. No sabía qué hora era ni cuanto me quedaba pero estaba demasiado cansada como para continuar. Intenté trepar a un árbol y dormir en él como tantas veces había visto en las películas. Me até el saco a la espalda para que no me molestara. Mi primer intento fue un árbol no muy alto que tenía las ramas anchas y fuertes, capaces de soportar mi peso. No me costó nada subir hasta una. Ya me había acomodado cuando noté un cosquilleo en la mano. Pensé que se me había dormido por el frío y no le di importancia. Al poco rato comenzó la misma sensación en las piernas y brazos. Cuando me quise dar cuenta estaba cubierta por hormigas. Estoy segura de que me escucharon gritar desde la otra punta del mundo. Bajé lo más rápido que pude y en cuanto toqué el suelo las hormigas se dispersaron formando caminos que se dirigían de nuevo al árbol. Mis siguientes intentos fracasaron también. Ramas que se rompían, cortezas resbaladizas, demasiada resina, insectos dispuestos a picarme hasta morir y más. Después de todos los intentos fallidos deseché la idea de dormir en un árbol, además, eran demasiado altos y, conociéndome, me habría caído mientras dormía. Y lo menos que quería en ese momento era romperme algo.
Mi siguiente idea fue buscar un llano. Por suerte, mientras estuve subida en el primer árbol, vi uno no muy lejos de donde me encontraba. Solo tenía que caminar un poquito más.
Algo se movió detrás de mí. Me quedé quieta manteniendo la respiración. Podía sentir como no me quitaba el ojo de encima. ¿Qué opciones tenía? Si me quedaba quieta probablemente moriría y si huía también. ¿Qué se suponía que debía hacer? Eché un rápido vistazo a mí alrededor en busca de algo para defenderme pero no encontré nada. Me giré lentamente intentando controlar mi respiración. No sé muy bien lo que era aquello. Estaba erguido pero tenía toda la pinta de ser un animal. Sus ojos amarillos me miraban sin siquiera pestañear. Tragué saliva y comencé a andar marcha atrás sin dejar de mirarlo. Cuanto más me alejaba, su respiración se iba haciendo más sonora. Comenzó a andar hacia mí, después a correr. En un abrir y cerrar de ojos lo tenía encima. Noté una gran punzada en la pierna pero seguí corriendo. Llegué al llano que había visto anteriormente en el árbol. Rápidamente saqué del saco la piedra que me había dado Moira y se la lancé a mi atacante, fuera lo que fuera aquello.
La piedra cayó a dos metros de mí. No me lo podía creer. La había lanzado con mucha fuerza, no era posible que cayera tan cerca. El monstruo pareció reírse de mí. Bien Emma, la única oportunidad que tienes para defenderte y la cagas. La piedra soltó una chispa y un círculo de fuego me rodeó. La bestia soltó un aullido y salió corriendo. Supuse que se habría quemado. El calor que desprendían las llamas y el cansancio que tenía provocaron que me quedara dormida.
Me desperté casi asfixiada y sudando. Ya había amanecido y la temperatura volvía a ser propia de la estación. Además, el círculo de fuego que me rodeaba incrementaba la temperatura del ambiente. Me levanté y del dolor me caí al suelo. Ya no me acordaba de la pierna. La noche anterior, con la adrenalina del momento, ni siquiera me di cuenta de que tenía una herida. Necesitaba encontrar agua para poder limpiármela y para beber porque estaba sedienta. Me costó volverme a levantar pero al fin lo conseguí. Decidí no pensar mucho en el dolor y seguir adelante. Al acercarme a la piedra el fuego desapareció y menos mal porque ya me estaba imaginando muerta por culpa del calor. Anduve un buen rato pero llegó un momento en el que la sed era inaguantable. Se me ocurrió que podría utilizar la esfera que me había dado Mérida. Si el amuleto de la decana del triángulo de agua no me ayuda a encontrar agua no sé qué lo podría hacer. Me senté en la sombra de un árbol – comprobé que no hubiera hormigas antes de apoyarme en el tronco - y saqué la esfera.
-Vamos, ayúdame.-
Giraba la esfera entre mis manos cuando me vino a la mente la imagen de la bestia que me atacó. Aquellos ojos seguramente me provocarían pesadillas durante un largo periodo de tiempo. Un brillo dentro de la esfera me sacó de mis pensamientos.
-Bien, y ¿Ahora qué?-
La esfera comenzó a flotar sola y yo la seguí. Después de una larga caminata llegué a un río. De nuevo apareció una sensación satisfactoria conmigo misma. Bebí como una loca hasta saciar mi sed. Me metí en una zona profunda para poder refrescarme y aproveché a limpiarme la herida. Estuve un buen rato tumbada dentro del agua relajándome. La leyenda decía que en una noche todo el mundo sometido al ritual y apto para ello sería capaz de llegar a un triángulo. Yo llevaba una noche y un poco de día pero no me agobié. Seguro que cuando escribieron la leyenda no tuvieron en cuenta el ataque de una cosa ocho veces más grande que yo.
Salí del río y me tumbé al sol. Mis tripas rugían pero no veía nada comestible cerca. No había frutos ni peces pero si tenía un saquito lleno de plantas. Recé porque ninguna fuera venenosa y empecé a masticar algunas hojas. Me sorprendió el buen sabor que tenían algunas. Mi teoría era que si no me las podía comer serían curativas asique machaqué las raíces y las hojas que sabían mal y me las unté en la herida. Todavía no había descubierto si era un mordisco o un arañazo. Ya había usado los 4 amuletos. Tenía que estar cerca. Volví a ponerme en marcha. Encontré un camino y lo seguí. Ya quedaba menos. Seguí y seguí hasta que una figura de mujer se interpuso en mi camino. Era una de las 4 decanas pero ¿Cuál?
-Bienvenida al Triangulo de Fuego, Emma- Dijo ella descubriéndose la cara.

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Elements.
General FictionPor mucho que alguien guarde un secreto, al final acaba saliendo a la luz.