Capítulo 3.

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Moira estaba delante de mí sonriéndome y yo ni siquiera sabía cómo reaccionar. Había llegado a un triángulo, al triángulo de fuego. No sabía cómo sentirme ¿Debería estar contenta? Estaba muy lejos de sentirme así. ¿Aliviada? Más bien exhausta. ¿Orgullosa de mi misma? Eso siempre. Había logrado sobrevivir, pero una parte de mí se había quedado en ese bosque.

Estaba completamente ausente. Todo parecía ir a cámara lenta. Miré a Moira. Ella parecía satisfecha, como su hubiera sabido desde el principio que iba a llegar hasta aquí. Me costaba concentrarme y mantener la mirada fija en sus ojos. En ellos veía a una chica, sabía que era yo, pero era una yo distinta.

Volví a la realidad cuando las manos de la decana cogieron las mías. La miré una vez más pero ella también había cambiado. Había pasado de estar feliz a estar preocupada en cuestión de segundos.

-Tranquila, ahora estas a salvo- antes de terminar la frase tiró de mi hacia sus brazos y me arropó con ellos.

– Ven conmigo, te enseñaré las instalaciones-

Me condujo hasta una gran torre de piedra. Lo único que había por dentro eran escaleras las cuales subimos todas. Cuando llegamos al final me falto poco para derrumbarme. No sabía cómo había sido capaz de subir todo aquello con lo cansada que me encontraba. Lo que había al final de la torre era un pequeño mirador. Me acerqué a Moira – que se asomaba por el muro de piedra- y miré al frente, imitándola todo el rato. Desde allí se veía todo el campamento. Había una gran fila de casetas. Cada una con un letrero diferente. En el centro había una especie de coliseo. En él había adolescentes jugando con balones, otros luchaban y otros simplemente miraban el espectáculo.

-Ahí podrás pasar tu tiempo libre-

-¿Y el resto del tiempo?-

-El resto del tiempo lo pasaras aprendiendo hasta que estés lista.

En la primera caseta que visitamos se encontraban las camas donde las chicas del campamento dormían. Por dentro parecía incluso más grande de lo que era. La madera de las paredes desprendía un fuerte olor que se mezclaba con una sutil fragancia de vainilla. Ver que mis cosas estaban en uno de los armarios y que ya tenía asignada una cama me relajó. No veía el momento de poder ducharme y meterme en una cama.

La segunda caseta a la que me llevó Moira era la de los baños. Esta sala parecía más bien un vestuario. En el centro había taquillas marcadas con números. A mí, como era de las últimas en llegar al campamento, me tocó una que no se encontraba en muy buenas condiciones. Me alegró descubrir que mis cosas ya estaban allí colocadas.

-A partir de ahora tendrás que vestirte con esto- Me dio un mono negro de manga larga que parecía bastante ajustado. – Tienes una hora para prepárate para la cena-

La figura de la decana desapareció por la puerta elegantemente. Salí corriendo en su dirección al darme cuenta de que no sabía dónde tenía que ir para cenar, pero cuando llegué a la puerta está ya estaba bloqueada.

Me quité la ropa y dejé correr el agua de una de las duchas hasta que salió a la temperatura que quería. Todo el barro que tenía pegado a la piel fue desapareciendo por el desagüe. Me acordé de la herida al ver la sangre correr junto al barro. No parecía curarse pero tampoco dolía, asique no le di mucha importancia.

Cuando terminé de ducharme me di prisa en vestirme porque había perdido la noción del tiempo y no quería llegar tarde. El mono parecía estar hecho a medida. Un poco más abajo del hombro izquierdo llevaba bordado mi nombre en blanco. Las pocas personas que había podido ver, a parte del nombre, llevaban un símbolo. Como yo no lo tenía supuse que era algún tipo de medalla que se ganaba al pasar pruebas.

Según me acercaba a la puerta de los baños, comencé a escuchar mucho alboroto en el exterior. Al abrir la puerta me encontré con una multitud de adolescentes cuyas miradas estaban fijas en mí. Algunos parecían impresionados y otros decepcionados. Susurraban cosas como "Es más alta de lo que me imaginaba" "¿Esta es la nueva?" "No creo que dure mucho"

Intente no escucharles y seguir mi camino hacia el comedor, que era donde me había citado Moira, pero las bromas y los amagos que me hacían me lo estaban poniendo difícil.

En el comedor solo estaban sentados un chico y una chica ya que los demás andaban persiguiéndome. Al pasar por delante de ellos, me miraron con indiferencia. Cogí mi bandeja de comida, y por supuesto, me senté a su lado. Sabía con certeza que no me iban a agobiar porque yo les importaba nada y menos, no como los demás que parecían tener mucha curiosidad en mí. La gente corría para sentarse a mi lado y yo no entendía por qué. Moira esperó a que todo el mundo estuviera sentado y con su bandeja de comida para hacernos callar.

- Como ya la mayoría sabéis, hoy ha llegado una nueva alumna al campamento- Dijo ella.

Se oyeron aplausos pero también abucheos. Noté como mis mejillas se enrojecían y evité levantar la mirada del plato, consciente de que todos me miraban. Cuando todo el mundo se tranquilizó, la decana prosiguió:

- Mañana llegaran los tres nuevos aspirantes y empezaremos los entrenamientos. Buenas noches a todos-

Moira desapareció entre la multitud y la gente comenzó a comer y a hacerme preguntas sobre mí y mis orígenes. No sabía que responder a la mayoría ya que mi familia había decidido mantenerme al margen, pero resulta que eso era muy habitual y ocurría en la mayoría de generaciones. Lo poco que sabía era que mi familia había pertenecido al Triángulo de fuego durante siglos, pero ni eso era seguro. Existían las llamadas "Lagunas familiares"; Así se llamaba a la ausencia de información sobre un miembro de la familia. Muchos de mis antepasados fueron perseguidos por sus ideas y para salvarse la vida tuvieron que borrar todo lo que se sabía sobre ellos, fingir su muerte e incluso manipular los documentos. Es por eso que no se sabía nada con exactitud. Mientras que para algunos era un defecto en las familias, a mí me parecía que hacía la mía más interesante.

Ya era bastante tarde y los habitantes del Triángulo comenzaron a irse a dormir. Yo seguí a un grupo de chicas que me llevaron hasta nuestra cabaña. Al meterme en la cama las sábanas frías rozaban mi piel y una sensación de alivio me invadió. Había esperado este momento con ansia. Tardé muy poco en quedarme dormida pero a las horas, la herida que tenía en la pierna, comenzó a doler de una manera insoportable. Tenía sudores fríos e incluso alta fiebre, de modo que no llegaba a distinguir la realidad de los sueños. Escuché pasos por la habitación y pensé que era alguien que me había oído y venía a ayudar. Intenté incorporarme pero me resultó imposible. A los segundos, los pasos se convirtieron en garras arañando el suelo y en gruñidos. Definitivamente estaba delirando. Los ruidos se acercaban cada vez más a mí. Fingí que dormía pero mantuve un ojo abierto simplemente por curiosidad. En la oscuridad solo distinguí dos ojos amarillos. Los reconocí al instante. Eran tan brillantes como los de la bestia que me atacó la otra noche en el bosque. La bestia no apartó su mirada de la mía pero se fue alejando lentamente. Las garras dejaron de sonar y volvieron los pasos. ¿Cómo se suponía que iba a conciliar el sueño de nuevo después de esto?

Increíblemente me dormí enseguida pero me despertaron varios gritos. Esta vez el sol iluminaba la habitación. Mis ojos no tardaron en acostumbrarse a la luz del día. Me sorprendió que todas las chicas estuvieran rodeando mi cama. Sus caras eran de auténtico terror. Me incorporé y me di cuenta de que la causa de su miedo era yo, más bien mis sábanas. Estas estaban cubiertas de sangre. Lo primero que me vino a la mente fue la herida que curiosamente ya no me dolía. Levanté las sábanas y, a  sorpresa de todas, la herida estaba completamente cicatrizada. 

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