Un amor imprevisto

Capítulo cuatro

Al llegar a casa subí a mi cuarto y me puse algo cómodo, un short negro, un crop top tejido de color blanco que me había regalado Hanna y mis converse azules. Cuando estuve lista bajé a la cocina y almorcé con mis amigas. Al terminar pasamos un buen rato charlando, Fran me propuso ir de compras a buscar algo lindo para usar esa tarde con Nathan, le dije que no era necesario, sólo nos juntaríamos un rato a hablar, pero insistió y no se imaginan lo que es Francesca cuando tiene un idea en la mente, así que finalmente acepté y salimos juntas al centro comercial.

No podía creer que esa tarde me vería con Nathan ¿de verdad el únicamente quería arreglar nuestros conflictos? ¿y si tan solo no podía sacarme de su cabeza? evadí ese último pensamiento, no debía hacerme ilusiones con un chico que recién acababa de conocer ¿cierto? no tenía ganas de sufrir. Había algo en él, algo que me atraía como un imán, y a la vez había algo que me decía que me alejara, que no era para mi. ¿Qué se suponía que debía hacer? 

—¿Qué te parece?— Preguntó Fran señalando en la vidriera un vestido corto y sin mangas de color blanco con flores negras estampadas. Me gustaba mucho, era simple pero a la vez muy lindo.

—Me encanta— Respondí y Fran me tomó rápidamente de la mano, haciéndome entrar con ella al local.

—Buena elección.—Dijo la mujer que atendía mientras nos cobraba en la caja.

—Gracias, que tenga un buen día.— Dije recibiéndole la bolsa con el vestido y nos fuimos al departamento.

Llegué y Fran salió al balcón a leer, Hanna estaba en la sala comiendo pochoclos y viendo una película con Alison. Les mostré el vestido y les encantó, decidí no interrumpir más su película y subí al cuarto satisfecha, lo colgué en la puerta de mi placard y me recosté en mi cama. Tomé el celular para mirar la hora y vi que eran las cuatro de la tarde eso significaba que estaba a tan sólo dos horas de verlo. Con una sonrisa en el semblante lo dejé en la mesa de luz, dormiría al menos una hora para evitar pensar en Nathan y así también evitar ponerme más nerviosa de lo que ya estaba.

Cerré los ojos y me sobresalté al oír mi celular sonar, lo agarré con la esperanza de que fuera Nathan , pero mis esperanzas se desvanecieron al ver la pantalla, era Adam.

—¡Adam!—Saludé al atender.

—¿Harás algo esta tarde?— Preguntó titubeando, no se animaba a decirle que sólo pensaba en verla.

—Adam, no podré hoy, discúlpame. —Dije angustiada, odiaba fallarle a mi mejor amigo.

—Esta bien, no importa Abby, adiós.— Respondió y cortó la llamada pensando en que había quedado como un tremendo idiota. 

Nathan sonrió al ver que su reloj marcaba las seis, ya estaba listo. Vestía un camisa blanca, un jean azul y unas converse negras. Tomó las llaves del auto y se pasó por última vez la mano por el cabello antes de salir. 

Llamé por octava vez a Adam y el sonido de su contestador retumbó nuevamente en mi oído, —¡Que haré!- Exclamé y lancé el celular sobre la mesa, ¿por qué no me atiende? cuando me cortó supe que algo andaba mal pero ¿por qué no atenderme?

el timbre sonó y me levanté del sofá, quién podría ser. -Pensé- y al abrir la puerta un Nathan sonriente me saludaba 

—Hol—Le cerré la puerta en la cara y no terminó de saludarme, entré en pánico. De tanto insistir con Adam las horas habían volado y HABÍA OLVIDADO A NATHAN.

Abrí la puerta nuevamente pero esta vez Nathan me miraba perplejo.

—¿Sucedió algo?—Preguntó confundido ante mi reacción.