La puerta de la preparatoria estaba abierta, como lo estaba casi todo el tiempo. Podía bajar del auto y entrar para librarme de la tensión y los nervios que me imponía el decirle algo a mi padre. Sin embargo no lo hacía; continuaba sentado a su lado, mirando la entrada de la preparatoria a través del cristal de la ventanilla del auto. Casi podía leer los pensamientos de mi padre, seguro pensaba en decirme que entrara a la escuela, o que no le respondiera nada.
Mis manos todavía temblaban, y habían comenzado a sudar. ¡Diablos! ¿Por qué dejaba que una simple conversación me pusiera así? Tal vez lo que me ponía nervioso y me imposibilitaba hablar era que la persona con la que conversaba era con mi padre. Nunca imaginé que estaría hablando sobre mis preferencias con él, ni mucho menos que fuera porque él había empezado a preguntar. Mi mente era todo un desastre, y de lo único que estaba seguro era que no debía bajar del auto sin antes responderle.
―Papá, yo... ―comencé a balbucear, armándome de valor para poder contestarle.
No sabía con exactitud lo que diría cuando empecé a balbucear. De hecho, esperaba que, al hacerlo, las palabras fueran llegando a mi cabeza y yo sólo tuviera que decirlas. Mas no fue así. No se me venía en mente nada con lo que continuar mi balbuceo. Trataba de encontrar las palabras apropiadas para decir en ese momento pero no las encontraba por ningún lado. Cuando necesitaba pensar siempre terminaba bloqueándome, y cuando ya no lo necesitaba encontraba lo que quería.
― ¿Desde cuándo lo sabes? ―cuestioné, mirándolo a los ojos sin saber cómo lo hacía.
―Sebastián, te conozco a la perfección ―comentó, pasando su mano por mi cabello para despeinarme―. Siempre lo supe. ¿En serio creíste que no lo sabía? ―De hecho sí, pensaba que no lo sabía―. Nadie te conoce mejor que yo. Y el hecho de que tengas preferencias distintas no va a hacer que deje de quererte. Te quiero y te acepto tal y como eres.
Sus palabras me levantaron mucho el ánimo, y acabaron con los nervios y la tensión. Eso era con exactitud lo que necesitaba escuchar, que me quería. Aunque ya me lo hubiera dicho antes necesitaba que me lo dijera sabiendo mis gustos. Él siempre me apoyaba y era el mejor amigo que pude desear, él era de las pocas personas en el mundo que me comprendían y sabían qué decir en todo momento.
―Gracias, papá ―le agradecí, con una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro―. Siempre sabes cómo animarme y hacerme sentir bien ―mencioné, bajando la mirada sin dejar de sonreír―. Pero no tenías que despeinarme ―añadí, despeinándolo a él también.
Me dio un abrazo que yo le correspondí. Me sentía tan feliz de saber que no le importaban mis preferencias, y es que no todos los padres son así. Debía agradecer que mi papá no vivía en el siglo pasado y no pensaba que estaba enfermo o algo así, como mi madre hubiera pensado si lo supiera. Mi padre era el mejor de todos los padres y le debía tanto que no tenía idea de cómo agradecerle. La palabra gracias no me bastaba.
Bajé del auto y me despedí de él mientras se alejaba, aunque ya no podía verme yo agitaba mi mano de un lado a otro sin dejar de sonreír. Todas las emociones que tuve mientras hablaba con él se redujeron a eso: felicidad. En realidad no sólo las emociones que tenía mientras hablaba con él, sino también cada una de las emociones que había sentido en los últimos cuatro días: miedo, tristeza, furia, pánico, nervios, confusión... Todo se convirtió en felicidad... Aunque no duraría por mucho y pronto lo descubriría.
Entré a la escuela y subí hasta el tercer piso, donde se encontraba mi salón de clases. Caminé con lentitud paso a paso, mirando a todo mi alrededor. Hacía lo mismo cada vez que llegaba tarde, lo hacía para armarme de valor y poder tocar la puerta cuando estuviera frente a ésta. Si no lo hacía me era imposible pedir permiso para entrar, me quedaba sentado afuera del salón o me iba a la biblioteca a leer y escuchar música.
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Mi Peor Error
ParanormalNo hay marcha atrás, por más que lo quiera debo aceptar la realidad. Cometí el peor error de mi vida y ahora debo pagar las consecuencias de ello. Pero, ¿qué se supone que debo hacer en un momento así? ¿Qué elección debo tomar? ¿Mi vida, o la de la...