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Da otro paso a mí y yo logro dar un paso atrás pero aun no puedo reproducir palabra alguna. Ahora veo sus ojos totalmente oscuros.

–Entonces como no recuerda... –su voz ahora es ronca y baja.

Ya a unos centímetros de distancia a mí, me toma de la cintura y me pega a él, con la otra me toma del cabello y delicadamente tira de el para que mi rostro quede hacia arriba.
Sonríe.
Lame mi labio superior, indicando que abra mi boca pero no respondo, por su lado me besa bruscamente, con ayuda de su lengua abriendo la mía e introduce su lengua caliente jugueteando.
Succiona y muerde mi labio inferior muy, muy fuerte: tanto que siento un sabor metálico entre nuestras bocas. Su lengua viola con brusquedad mi boca. Entre beso y mordida me percato que estoy pegado a la puerta, sus manos sujetan las mías por abajo lo que me impide moverlas.
Es mucho más fuerte de lo que pensé.
Suelta un crujido y separa su boca de la mía.

–No me importa que estés saliendo con alguien, con ese amiguito tuyo. Te quiero para mí. Solo para mí.

Sus palabras dan vueltas en mi cabeza, me embriaga con solo decir «te quiero para mi» suenan a una fuerte promesa o una fuerte amenaza. Me mira y sonríe con malicia.
De pronto me agarra de cada lado de la cintura y de manera brusca me da la vuelta y me suelta una fuerte nalgada.

La cual me saca de onda.

Me empuja provocando que mi pecho pegue en la puerta y besa mi nuca.
Siento un cosquilleo en la espalda.
Con su ágil lengua recorre la nuca, y ambos lados de mi cuello. Yo sin controlar suelto un gemido.

–Por favor.... –dice en mi oído.

De nuevo vuelve a darme la vuelta y besa con más descaro mi boca. Recobro el sentido en mis brazos y pongo mis manos en cada brazo, sujetándome de sus fuertes bíceps.
¿Por qué cada vez que lo tengo cerca de mí, pierdo la cabeza?
Contrólate.
Solo quiero aferrarme más a él, siento protección al tenerlo así. Con fuerza me sujeto aún más. Siento las pulsaciones de su corazón, con más fuerza me estrecha a él, tan fuerte que casi me lastima pero no lo hace.
Deja de besarme con una mano dirige mi cabeza a su pecho: acariciándome el pelo y con la otra mano me tiene aún sujeto de la espalda baja. Escucho su respiración mucho más agitada que la mía. Coloco una mano en su pecho, moviendo un poco los dedos dándole caricias. Al parecer el gato le comió la lengua no dice absolutamente nada. Quiero decir un par de cosas pero no quiero, en estos instantes me siento tan a gusto que por un momento olvido donde nos encontramos.

–Nunca desee tanto a nadie. Hasta el momento que vi al estúpido gatito perdido entrando aquí.

Muevo un poco la cabeza tratando de levantarla para verle el rostro pero su mano no me lo permite. Besa mi cabeza y cierto calor corre a mis mejillas. Escucho el sonido de la manecilla del reloj que está por encima de su enorme ventanal. Que es justamente cuando caigo en cuenta donde estamos.

–Sr. Knowles, estamos en su oficina.

Digo tratando de separarme de él, pero no me lo permite.

–No arruine esto.

Arruinar ¿qué?

–Esta noche, vaya a mi departamento: tenemos mucho que hablar.

Trago saliva.
No.
No creo que sea buena idea.
Me sorprende que este diciendo esto, lo dice como si fuera obligatorio ir, no me pregunta simplemente me lo confirma y eso no me gusta para nada. ¿Cree que no tengo voto?

–¿Me lo pregunta o afirma? –digo en voz baja.
–Es una afirmación. Tiene que ir.
–Okey... –lo empujo separándolo un poco de mi –Soy una persona ¿lo sabía? Por lo tanto no puede afirmar algo por mí. –Digo a secas.

Parte sin título 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora