Todo esta oscuro...
Tengo miedo. Oigo la voz de mis pensamientos.
Soy yo. Pero por alguna razón no puedo oírme.
No siento mi cuerpo. No se donde estoy.
¿Estoy muerta?
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El fuerte viento me despierta.
¿Que?
Es una ventana, está abierta.
- Si- susurro.
Pongo mis manos en el suelo y me doy la vuelta. Estoy tumbada en el suelo boca abajo. Tengo dificultades para mover me. Hago fuerza con mis pierna y me pongo de rodillas. Me sujeto a la pared y consigo ponerme en pie. Palpo cada centímetro de esta dirigiéndome hacia la luz cegadora de la calle; no es mucho, solo unos rallos de sol que se cuelan como ladrones. No es muy alta así que podré cruzarla. Ya casi estoy. Oigo la puerta abrirse.
-Ahora no, ahora no - me digo a mi misma.
Ya casi he llegado, me re cuelgo de ella y hago fuerza con mi pies. Sus pasos suenan cerca. No puedo, no conseguiré subir, el ya casi está aquí. Doy un par de pasos hacia la mesa, está llena de herramientas de trabajo y objetos punzantes.
-¡No! ¡Mierda!- grita él. Corre hacia la pared donde me tenía presa. Me levanto rápido y cojo un martillo de la mesa. Estoy tras el.
- Eh capullo- le digo.
Se gira de golpe, y golpeo su cabeza tan fuerte como he podido. Cae al suelo, hay mucha sangre. No me lo pienso y voy a la ventana, me cuelgo y me quedo ha mitad de cuerpo. Doy un pequeño salto, y estoy fuerza. La luz del sol me cegó completamente, pongo mi mano cubriendo mi cara. Conozco este sitio, es una vieja casa abandonada de las afueras del pueblo, no muy lejos de mi casa, a un par de horas tal vez.
Empiezo a caminar por el lado derecho de la calle, no hay casi nadie. Miro mi ropa, es un vestido azul. Paso por al lado de una casa, blanca de dos pisos, tiene un gran porche y un columpio en el jardín, es el número 12 de la calle Proide. Esta casa la conozco.
Llamo a la puerta, pero nadie contesta. Empiezo a llorar y pico más fuerte, golpeo la puerta con fuerza.
