Capítulo seis: Un nuevo día.

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Hoy el día había sido más colorido de lo qué Lucía esperaba, ya no tenía tanta vergüenza de estar al lado de a Claude, ahora se sentía en paz y armonía, como si todas sus dudas se las hubiera llevado el viento, algo tan hermoso...no quería qué cambiara jamás.

Pero Lucía no sabia de la noticia qué le esperaba al llegar a su casa.

Hoy había sido un día agotador, Lucía a penas llegaba a su hogar y vio todo el lugar desordenado, ¿dónde demonios estaba su madre? ¿Habían robado? Se aproximó hacia la sala, el sofá estaba volcado y la televisión se encontraba rota, la biblioteca era lo único qué se hallaba normal...todo le preocupo cuando se fijo en el sofá...había unas gotas de sangre.

El pasillo tenía marcas de manos ensangrentadas por todas partes, rasguños en las paredes y señales de posibles auto lesiones, Lucía se preocupó aun más.

Corrió hasta la cocina, ahí vio lo peor qué le podría ocurrir después de tantos colores en su vida. Sintió un vuelvo en su corazón, se aterrorizó, estaba perpleja...no podía gritar, ahí estaba...colgada, su madre.

Todos sabían bien qué la Señora Lucy era una persona que se agobiaba en su trabajo, nunca dejaba de trabajar ni un solo día, era imposible tener un día libre para estar con ella, era muy raro cuando lo estaba.

Era una administradora de empresas, no paraba de trabajar y las señales de su agotamiento se veían a clara vista, sus padres se habían divorciado hace tres años cuando se vino a vivir aquí. Él se mudó a otro país y ahora tiene una esposa, pero no posee hijos.

Lucía solo miro el cadáver lleno de auto flagelaciones en sus piernas y brazos, el vestido blanco qué cargaba en el hogR ahora tenía manchas rojas y su cuerpo se balanceaba despacio.

Lucía descolgó a su madre y la puso entre sus brazos, nunca pudo valorarla, nunca pudo decirle cuanto la amaba...aun así, ¿desde cuando la amaba? Esa era una pregunta, el sentimiento de culpa desbordaba de su cuerpo, mientras se ahorraba las lagrimas y veía a su madre, una lagrima corrió por la mejilla de ella, eran las de Lucía.

— Discúlpame...por esforzarte tanto en mi...si yo...si yo...

No pudo decir más, empezó a chillar cómo niña pequeña en su pecho, lleno de la frialdad de un cadáver. Su madre, tenía los ojos cerrados y una mirada llena de tranquilidad, sin ninguna señal de remordimiento.

Lucía se sintió culpable, no sabia el por qué, pero sentía que todo este tiempo ella habría sido un parásito...el cual no moría con nada. Sabia que tal vez no era cierto, rara vez salía y rara vez pedía algo, sin embargo, sentía como sí lo fuera...ahora ahí estaba el problema ante sus ojos; sí su madre moría, debía irse a otro país a vivir con su padre...lo que significaba claramente...un posible adiós.

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