Ya había pasado un año desde aquel encuentro, el verano ya casi finalizaba y el solsticio de invierno se aproximaba ya al pasar los días.
Lucía se encontraba mirándose al espejo, viendo su cuerpo fijamente, solo para verlo...con manifiesta repugnancia.
" ¿Habrán personas qué con tan sólo mirarse al espejo odian lo que ven? "
Pensaba, al instante que se agarraba un poco de su grasa abdominal y la sacudía, frunció el ceño al terminar el acto. Su cuerpo para demasiadas personas no era saludable, era mal visto para la sociedad, sin embargo, nadie sabía el por qué de la gordura.
— ¡Lucía!.— gritó una voz proveniente del piso de abajo, femenina y un poco gruesa, como el de una mujer ya adulta.— Ya me voy, la comida esta en el microondas, solo caliéntala y ya, ¡adiós!
Lucía no respondió, solo se quedo mirándose al espejo, para luego irse a vestir.
" Sí tan sólo papá estuviera aquí "
Pensó para si, para vestirse con tranquilidad, una blusa blanca de lino, una chaqueta con el cuello de borrego azul, un pañuelo anudado al cuello de un color verde y unos pantalones acampanados de color teja.
En su cabello, lo único que hizo fue recogérselo en forma de cebolla que a simple vista parecía muy desordenado, por su puesto.
Al terminarse de vestir solo bajo a comer, lo que le había dejado en el microondas era lo mismo de siempre; un sándwich de jamón y queso.
Una vez terminado de comer y de obviamente arreglar sus útiles, Lucía salió a posiblemente vagar mientras se hacia la hora, o solo ir de una vez a su instituto, cosa que para ella, nunca le parecía bien en caso de que su madre volviera.
" ¿Algunas personas se sentirán tan solitarias a pesar de tener compañía? "
Pensó para si, mientras caminaba por el asfalto, viendo los coches pasar y algunas personas caminar, formando una multitud algo irritante para Lucía, pero aceptable de todas formas.
Solo vagaba entre sus pensamientos, como si estuviera inundada en ellos, nadando en el mar de los sueños y navegando en las ilusiones del mismo. Solo era cuestión de tiempo para que se hiciera la hora, pero como siempre, Lucía iba a llegar tarde de todas formas.
La hora ya había llegado, Lucía había pasado más de media hora caminando hacia su instituto, el bus siempre sería su excusa, siempre, hasta que Mistress Verónica posiblemente se montara en uno, cosa que no creía venir de aquella mujer. Ya había llegado, dos árboles se alzaban al frente de la entrada, sus hojas se movían al merced del viento y algunas salían volando junto a él, para caer al suelo en una danza divina.
Lucía entro al instituto, la entrada era inmensa y solo constaba de excelentes jardines de amapolas, nomeolvides, pervincas, camelias y otras flores que Lucía ni recordaba y posiblemente, ni sabía como se llamaban. Era una explosión de aromas, dulzones para las fosas nasales de Lucía, cosa que no le agradaba en absoluto.
Se aproximó al instituto, que se alzaba frente a ella de una manera enorme, parecía majestuoso a primera vista y sus escaleras, para Lucía, infinitas y agotadoras como de costumbre.
— Buenos días.— mencionaba Lucía, después de caminar esa travesía tan agotadora.
— Buenos días.— respondía el portero a su cordial saludo, para luego fijar su vista en un muchacho que ni se molesto en mirarlo.
Lucía debía hacer una travesía de por si, el instituto para todos, era un laberinto inmenso de bloques y casilleros. Primero debía dar un giro hacia la izquierda para pasar a un pasillo enorme, que daba la indicación a unas escaleras, luego debían subirse esas escaleras hasta el piso 3 y caminar hasta cruzar dos veces hacia la derecha, para luego ir hasta el fondo de un pasillo y ahí, se encontraba el salón de Lucía, con su única profesora...Mistress Verónica.
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Corazones conectados
Romance¿Habrás alguna vez escuchado acerca de la leyenda del hilo rojo del destino...? Aquella que dice, qué dos almas están conectadas a pesar de su lejanía mediante un hilo rojo que cuelga de sus dos dedos índices... También dice, que esas personas esta...