Capítulo 1.

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"Tres, dos, uno... ¡Feliz año nuevo!", escucho esa frase a gritos desde mi habitación. Cojo el paquete de cigarrillos de mi chaqueta de cuero apoyada al final de la cama y saco el último. Ésta será mi forma de celebrar el año nuevo a partir de ahora. Ya no habrá más cenas con brindis repletos de buenos deseos, con música o con gente a la que quieres, al menos para mí. Esos gritos vienen desde mi propio salón, pero siento como si no fuera mi fiesta. No lo siento, lo creo. Esa fiesta es de Yaser. Yaser es mi padre, pero no creo que merezca que le llame padre porque nunca ha cumplido con ese papel aunque a él tampoco le importa como le llame, es más, prefiere que no le llame, o eso pienso yo. Aún así, él sigue llamándome hijo. Le repito siempre que no me llame de tal forma, no le doy el privilegio de llamarme hijo, para él soy Zayn. Pero eso solo hace que le enfurezca más. Mi nombre "oficial" por así decirlo, es Zain, sin la y que yo he decidido establecer. Le pone enfermo que juegue con eso, dice que es una burla a mi descendencia pakistaní pero no me importa lo que diga. Pocas cosas hacen que me olvide de la realidad que me rodea, la realidad que odio. Y esas pocas cosas se resumen en tres; la música, el skate y el tabaco. Y ahora me he acabado mi último cigarillo, por lo que tengo que recurrir a mi guitarra. Apago el cigarro ya acabado y me pongo a buscarla. Miro por el armario, la mesa, las sillas... Mierda, no está. Eso significa que debo salir de mi habitación y adentrarme en esa manada de salvajes a cuales Yaser llama amigos pero no tengo otra opción. En realidad sí, podría quedarme en mi habitación y resignarme a estar tumbado en la cama mirando al techo mientras escucho una y otra vez las mismas felicitaciones pero mi carácter impide que no esté aprovechando mi tiempo. Suspiro y giro el pomo de mi puerta. Nada más abrirla ya se escucha con más intensidad el barullo de abajo.

— Por fin Zayn nos digna con su presencia — grita Yaser desde la otra punta del salón con su copa de champán en la mano.

— No te alegres demasiado no vaya a ser que acabes en el suelo — le contesto con sarcasmo — Sólo vengo a por mi guitarra.

— Ya empezamos con esa dichosa guitarrita...

— Soy consciente de que te debe molestar que le tenga más aprecio a ella que a tí.

— Ya verás que gracia te hará burlarte de tu padre cuando decida enderezarte.

— Adelante, a ver si por fin ejerces el papel de padre del que tanto presumes — le digo abandonando la habitación mientras todos sus amigos se queda anonadados ante mi contestación.

A la gente le suele extrañar la relación que tenemos Yaser y yo. Reconozco que mi "familia" no es la típica familia feliz de anuncio, pero no la veo rara. Supongo que será porque me adapto facilmente a este tipo de situaciones delicadas. Y en cuanto al tema de mi guitarra, Yaser la odia. Piensa que es una pérdida de tiempo. Pero esos acordes han permanecido conmigo mientras él estaba demasiado ocupado como para acordarse de mí. Repite una y otra vez la misma frase; "El día que tengas que salir ahí fuera, la música no te va a dar de comer, ni te va a dar un cobijo". Y a cada repetición me río con más ímpetu. ¿Para qué voy a querer vivir en un mundo en el que una corbata es utilizada como una correa? Y menos razones tengo de vivir si la música no está presente. La pasión por ella la debí heredar de mi madre porque Yaser es la persona con menos sentimiento que conozco y para la música solo necesitas sentimiento, dedicación y tu instrumento. Nada más.

Miro el reloj después de haber perdido tanto tiempo, son casi las doce y veinte, lo que significa que la fiesta se alargará durante un par de horas más. Supongo que es mejor, así no vendrá a quejarse del "ruido" que hago tocando, porque ahora necesito tocar más que antes. Algún momento bueno tendría que tener este fin de año.

Intento concentrarme al máximo en mi guitarra y en mí pero los gritos cada vez son más y más altos. Siento una gran frustración y a la vez, ira, en esta casa cada vez pierdo más el control y... y esto puede conmigo. Cojo mi cazadora, mi guitarra y mi skate. Adiós, no aguanto más por esta noche. Sé que Yaser no me dejaría salir si me viera abrir la puerta principal, pero he desarrollado una gran capacidad de escape. Abro la ventana y me intento agarrar bien al árbol que está justo delante pero mi precisión esta vez me ha fallado y mi skate se me cae de la mano izquierda y cae al suelo causando un estruendo. Un "mierda" pasa por mi mente pero dudo que con la fiesta que tienen ahí dentro alguien se haya fijado en la ventana o haya oído el golpe. Ahora intento ir con mucho más cuidado para bajar, no voy a arriesgarme otra vez. Aunque he tardado un poco más de lo que esperaba, ya estoy abajo, recojo mi skate y uno, dos y... tres; corre. Corro hacia la acera y una vez ya estoy en ella, me monto sobre mis cuatro ruedas y huyo. Es una noche fría y las calles están repletas de luces que provienen de las casas vecinas que rebosan felicidad. Y yo aquí, solo, despeinándome mi moreno cabello con su mecha rubia, cargando una guitarra a mis espaldas y pasando frío, pero no podría ser más feliz. Huyo hasta llegar al río, donde me siento en el húmedo césped y desenfundo mi vieja amiga. Respiro profundamente, cierro los ojos y empiezo a tocar. Skinny Love de Birdy. Necesitaba tanto este momento. Y a medida que voy tocando, oigo como alguien camina por el puente y canta la misma canción que estoy tocando en ese preciso instante. Es una voz femenina, una voz preciosa y espectacular. Sigo tocando pero mis ansias de saber quien se esconde detrás de esa voz augmentan a cada nota. Son tantas mis ganas de saber, que dejo de tocar y corro hasta el puente a toda prisa, dejándome casi sin respiración pero... es demasiado tarde. El puente vuelve a estar silencioso y desierto. ¿Quién era ella? ¿Quién posee semejante voz que me ha arrebatado la cordura? "La voy a encontrar" me repito una y otra vez. Intento correr de nuevo tras su rastro de notas musicales que ha dejado en el aire. Corro tan rápido que el frío viento corta mi cara y hace que se me salten las lágrimas pero, no sirve para nada correr. Ya no está. Me encuentro solo en la mitad de una calle intransitada por la madrugada con guitarra en mano recordando esa preciosa voz e igual de perplejo que al empezar a escucharla. No puedo hacer nada más, simplemente me queda volver a casa.

Cuando ya estoy de nuevo en mi jardín, veo que las luces siguen encendidas y que por ello, la fiesta sigue en pie pero, ya no me importa. De nuevo me agarro bien a mi árbol y subo, esta vez con mi skate bien agarrado para que no me pille Yaser ahora que he vuelto y entro en mi habitación. Ni se ha dado cuenta de mi ausencia, por lo que veo que mi decisión de irme ha sido más que acertada y ha sido llevada a cabo sin problema alguno. Una vez vuelvo a estar tumbado en mi cama, sigo recordando. Es tal mi obsesión por ese momento que ha marcado mi noche que cojo la guitarra de nuevo y toco una y otra vez la misma canción. Y me repito la misma frase que me dije en el puente... La voy a encontrar.

No me dejes marchar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora