A cada paso que doy noto como mi respiración se va acelerando, me es difícil respirar. El aire es mucho más frío que ayer pero a la vez, cada vez que lo inhalo me quema los pulmones debido al esfuerzo que estoy haciendo. La idea de ponerse a correr justo después de haber fumado un cigarillo no es nunca una buena. Estoy exhausto pero la idea de parar de correr me resulta inverosímil, es imposible que me pueda detener. No quiero hacerlo, no puedo parar. El simple hecho de que ella volviera a pasar por ahí, podría cambiarlo todo pero... hasta en este justo instante no había contemplado la idea de que existe la posibilidad que no esté. Quizá ya es demasiado tarde. O demasiado pronto. Puede que ni siquiera llegue a volver a pasearse por ese puente. ¿Por qué estoy dudando ahora? Debería haberlo pensado antes de haber huído como un idiota. ¿Qué hago si vuelve a caminar por esa pasarela esta misma noche? Hoy llevo la espalda despojada, mi guitarra no me acompaña. No puedo evitar pensar en todo lo negativo de la situación pero ya es demasiado tarde para volver a casa porque... porque cuando me detengo, ya me encuentro en el río.
Vuelvo a estar en el mismo deshabitado y solitario lugar que ayer, de nuevo, a casi oscuras, donde unas simples y pequeñas farolas rojas dan toda la luz que está presente, aunque sea casi nula la presencia de claridad. Reviso rápiamente mi reloj y ya son casi las doce y media de la noche. Podrían faltar segundos para que volviera a pasear por ese mismo puente y de nuevo vuelve la ansiedad; no tengo nada planeado y la tensión no me está ayudando. Podría... podría cantar acapella pero... nunca antes he hecho algo así y menos con alguien escuchándome. Pero, ¿qué otra opción me queda? ¿Dejarla marchar? No, esa no es una opción. No tengo tanta fe en mi voz como para pensar que ella se va a detener por ella pero... ¿y si lo hace? Y si no pasa por allí, nadie más me habrá escuchado, por lo que no tengo nada que perder... supongo.
Decido serenarme un poco y me siento debajo del árbol que se sostiene junto al puente, rodeado de hojas secas y recuesto la cabeza en él. Cierro los ojos por un instante mientras suspiro y el baho abandona mi cuerpo a causa de la baja temperatura. La única letra que recuerdo es Small Bump de Ed Sheeran, la canción favorita de mamá... Durante su estancia en el hospital, me pedía una y otra vez que la cantara mientras la tocaba con la guitarra. No recuerdo haberla visto sonreír de la misma forma en la que sonreía cuando me escuchaba. Supongo que hoy toca volver a cantarla después de todo un año sin ni siquiera mencionarla. Me quito el gorro, me acicalo el pelo y ojeo rápidamente el reloj, ya casi es la hora. La ansiedad vuelve a mí pero, debo hacerlo. Una, dos y... tres.
La letra que recorría mi mente escapa de ella a cada palabra que canto. Aunque no estoy acostumbrado a hacerlo sin la compañía de un instrumento musical, me siento... tan bien pero a la vez tan estúpido. A cada nota que entono, noto su ausencia y parece que le esté cantando a un estúpido puente. No logro escuchar ni un ligero ruido que me haga pensar que no estoy solo sentado en el césped. Y a medida que la canción va terminando, mis ilusiones se van con ella. Poco a poco mi voz se va apagando y no puedo evitar sentir una gran frustración pero, tenía que intentarlo... supongo. Vuelvo a reclinar mi cabeza contra la corteza del árbol mientras sigo observando la pasarela que a penas es iluminada a estas horas, esperando a que alguien aparezca. Pero, nada sucede y siento que he perdido el tiempo. Me levanto poco a poco y me sacudo un poco los pantalones para retirar toda las pequeñas basuras sobre las que me he sentado y de nuevo, suspiro. Doy de nuevo un rápido vistazo a mi alrededor y me doy la vuelta mientras miro al suelo para dirigirme a casa, a recibir los gritos de Yaser que debería haber escuchado ya. Alzo una vista y antes de pensar nada...
— Hola — me saluda una chica rubia que está de pie justo delante de mí.
— Ho–hola. — balbuceo.
— ¿Eras tú el que cantabas?
— Eh, sí... Lo siento, no... no quería molestar...
— ¿Molestar? Vale, creo que no eres consciente del talento que posees.
— Yo no poseo ningún talento, creo que debes haber escuchado mal, lo siento.
— No he podido escuchar mal porque eras tú el único que estaba aquí, cantando — me dice mientras me regala una enorme y... y preciosa sonrisa.
Esa última frase hace que enmudezca, no sé que contestar. El silencio dura unos segundos pero en ninguno de ellos, deja de sonreír.
— Oh, lo siento, soy una maleducada. Me llamo Perrie.
— Perdóname tú a mí, yo soy Zayn — le digo mientras nos damos dos besos.
— Zayn... un nombre exótico. Me gusta. Me atrevo a decir que me gusta tanto como tu voz.
— Me... me siento muy halagado, gracias — le contesto mientras pongo toda mi atención en sus enormes ojos azules cuales me han hipnotizado.
— Me da la impresión de que no te suelen alabar mucho, ¿no? — me dice mientras su sonrisa va desapareciendo, parece estar preocupada.
— Eh... no, no, simplemente... no sé, ha sido una sorpresa — le miento, ella tiene razón, nunca nadie suele elogiarme y estoy gratamente sorprendido.
— No debería serlo. Es normal que la gente hable de tus capacidades si las muestras.
— Es que, no esperaba nadie por aquí — le miento de nuevo.
— Lo siento, no quería fastidiarte si lo que querías era estar solo. De verdad lo siento.
Incluso cuando no sonríe me parece bonita, pero tampoco quería angustiarla y menos nada más conocerla. Incluso ha conseguido que dejase de pensar en la voz que no se ha dignado a aparecer.
— Se... se podría decir que has hecho todo lo contrario. Me has alegrado la noche.
Su sonrisa vuelve poco a poco y la misma chica que rebosaba confianza al principio de la conversación parece sentirse un poco intimidada y mira hacia al suelo.
— De nada, supongo — me responde con cierto tono humorístico.
Cada vez se hace más tarde y el frío se hace notar. Yo igualmente aguanto la baja temperatura pero veo que la chica empieza a temblar un poco aunque intenta disimularlo. Le propongo ir a caminar un poco para ver si podemos entrar un poco en calor mientras le ofrezco mi gorro, que aunque no sea mucho, da mucha calidez. Perrie lo acepta con tímidez, aunque haya tenido que insitir en que lo cogiera. Le queda realmente bien, hace que sus ojos destaquen más de lo que destacaban antes. Aunque apenas la conozco, siento que he tenido mucha suerte. Ha logrado que olvidase durante unos instantes la decepción que me he llevado al no haber podido volver a escuchar esa preciosa voz que me dejó sin respiración la noche anterior. Pero... me gusta suponer que esta chica, Perrie, ha entrado por alguna razón a mi vida mientras que la misteriosa chica de ayer , desapareció.