Es increíble como el ser humano es capaz de construir una coraza con tanta rapidez y tanto empeño después del dolor. Y yo no soy una excepción. Desde que mamá me dejó tras su lucha, me quedé totalmente desamparado y a partir de ahí todo cambió. Mi padre aceptó hacerse cargo de mí a mis casi 17 años, cuando me dejó atrás hace más 9. No sé porqué lo hizo, aunque supongo que le dió pena mi situación, como a casi todos. La convivencia con él desde un principio no fue fácil, pero tampoco quise ponérselo. Mi padre odiaba que fumase por toda la casa, que destrozase todo el jardín durante toda un día con el skate o que desapareciera durante tres días y que al volver a casa lleno de magulladuras. Con mamá nunca tuve ese comportamiento, esa era mi coraza después de la angustia que me supuso que ella me abandonara, y tuve la gran necesidad que fuera él quien pagara los platos rotos. Pero un día de un frío enero, todo pareció empezar a cambiar.