Capítulo I

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Desperté con sangrado de nariz.
- T-Tía Betty...
Tía Betty volteó y colocó una cara de angustia, frunciendo el ceño como lo hace a menudo.
- Ardillita, debes poder controlarte...
- No puedo, tía - respondí acomodándome en el asiento.
Los asientos de los trenes no suelen ser tan incómodos.
Sacó de su aparatosa cartera, una bolsita con algodón.
- Tal vez, podrías considerar dormir con la cabeza fría, sabes que estos sangrados están siendo muy consecutivos - decía mientras trataba mi nariz.
- Es difícil con todo lo que ha pasado últimamente...
Me miró preocupada.
Rápidamente, me abalanzo sobre ella, por culpa de una mala maniobra de el conductor, así lo creo yo, no lo tengo claro. Todos los pasajeros gritan. Lo último que vi, fue la noche estrellada a través de la ventana, antes de ser azotada por mi cabeza.

No pasa mucho tiempo, y desperté, adolorida por la caída de el tren al revolcarse. Me levanto con dificultad, las piernas no me respondían
como debían. No sabía dónde había parado, mi pálida piel se asemejaba a la nieve que me rodeba de forma abrumadora. Recordé que al momento del impacto era de noche, y dado a la claridad, ya estaba amaneciendo.
Logré levantarme por completo, con miles de rasguños en mis piernas, brazos y cara. Siento como fluye la sangre de mi nariz.
-¡Betty! - grito en un percance de claridad.
Caigo rendida nuevamente a la helada nieve, y me arrastro hasta los escombros del tren.
Entre tanto movimiento, sólo hallé su cartera, y como no respondía a mis gritos, decidí no arriesgarme a adentrarme más a los grandes escombros que quedaban.
No podía llorar, no respondía a nada.
Voltee la cabeza y ví unas mantas que venían en la parte de arriba, donde hay repisas, donde se dejan las maletas del tren.
Me arrastré de forma rápida y la cogí. Me la puse en los hombros, levantándome con pesadez.

Mi nombre es Almendra Vila, tengo 19 años. A pesar de ser legalmente una adulta, requiero cuidados de alguien responsable. Mi madre no sobrevivió al tenerme, y mi padre, Rodolfo Vila, tenía una fortuna endiviable. Su dinero generaba de el arriendo y compras de varios terrenos a nuestro nombre.
No soy hija única, soy la menor de 2 hermanos. La mayor, Fradie Vila, actualmente con 29 años de edad, y Humberto Vila, actualmente con 23 años de edad.
Ambos, tenían el mediocre pensamiento de que yo provoqué la muerte de mi madre, intentando dejármelo claro y vivir toda mi vida como una asesina, pero nunca hice caso. A pesar de ser unos seres inmundos conmigo, sabiendo mis deficiencias físicas, sabía que en cuestión, era cierto. De no ser por mí, Almendra Vila, y mi nacimiento defectuosos, mi madre, Vitalia Hanió, seguiría con vida, quizá, presente entre nosotros... pero no en su totalidad. Ustedes saben.

Comencé a caminar y me detuve exhausta a bajo de un nevado pino, envuelta en la cobija.

Mis musculos no son muy resistentes, y el parto fue una sesión larga y llena de sufrimiento, hasta que mi madre no pudo más.
Por suerte, mi padre no me ha tenido el mismo odio que mis hermanos con respecto a ese tema. La última vez que lo ví, le diagnosticaron un cancer a un pulmón, el izquierdo si no me equivoco. Me sentí muy mal. Mis hermanos no me dieron su hombro para llorar, para ellos, mejor que ni estuviera allí. Lástima.

Tocí mientras me levantaba, después de dormir un poco. Debía salir de el bosque lo más rápido. Mis condiciones no son las mejores, y pueden haber depredadores de cosa seria.

Mi padre tenía dinero, como enuncié antes, así que maniobró una compra ilegal, para poder conseguir un pulmón a no tan alto costo. Se comunicó por redes ocultas, y encontró a unos traficantes de órganos de buena fama.
Mi padre me ha consentido más a mí que a mis hermanos. Una de mis teorías es que, al momento de la muerte de mi madre, debió haberse encariñado de forma abstracta y poco coherente, según mi conocimiento. Él tiende a entender cosas tercer mundialistas, "mágicas", y cree que soy su reencarnación. Pero, a lo menos, para ser una reencarnación, debo parecerme a ella ¿No?, mi hermana es su viva imagen. Tan alta y delgada, que al pasar los años, pareciese que rejuvenece. No lo sé, no tengo claro sus disparates. De todos modos, ya es viejo. No vale la pena converserlo de que sus creencias, son locuras.
El producto de la confianza que me tiene mi padre, es el mandado que me ha exigido sobre buscar su pulmón; Aclaro, mi padre me dijo que debía ir por el pulmón lo más antes posible. Me lo dijo mientras mis hermanos estaban en la sala de atrás, claro, la atención de mi padre era cinco estrellas, con una habitación envidiable para hasta el mismo presidente Renaldo Cruz.
A pesar de ser por algo de ahorros, mi padre es una imagen muy reconocida en nuestro país, Genealo. El país con mejor economía de el continente. La mayoría de las familias con buen sustento se van a vivir allí, está lleno de extranjeros. No me ha dicho más sobre el trueque, pero tengo suposiciones de que el presidente tiene algunos arreglos en esto. Renaldo Cruz y mi padre son buenos socios. Humberto es quién maneja el 50% de el dinero que utiliza el país, así que no dudo que se ofrezca a ayudarlo.

He caminado bastante, y cada vez hay menos árboles. Estos deja entrar una luz muy cálida, pero tampoco hace la diferencia con las medianas brisas que chocan mi rostro. Tengo un poco de hambre.

Me decía que se alegraba de la rivalidad entre yo y mis hermanos. Se hechó a reír, mientras yo seguía seria.
La verdad no soy muy buena para reír, tampoco digo que sea una roca, pero no se me han dado buenos momentos para la felicidad.
Además, no le veía la gracia a el desbalance de simpatía. Luego, me aclaró; que era porque así, tenía más tiempo a solas conmigo.
Destaco que mi padre, a pesar de su cariño, jamás a abusado de mí, en ningún aspecto. Lo que estoy haciendo por él, lo hago con gusto. Aunque si bien, no mucho, dado a el riesgo que estoy corriendo.

Siento pazos a mis espaldas. Rápidamente volteo y recibo un golpe en la cabeza con un machete y todo va negro al desplomar mi cara contra la nieve.

Lluvia de hojas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora