Capítulo IV

6 0 0
                                    

— Carajo, carajo, carajo — murmullaba llorando y dando saltos con angustia.
Retrocedí horrorizada contemplando la escena tan grotesca. Me adentré en la casa rápidamente y observé los cuchillos, estaba muy exaltada, demaciado. Agarré una mochila gigante a el lado de la mesa en dodne estaban los cuchillos, la puse en cima de esta y la abrí, estaba llena de droga. Traficaban droga, fue lo primero que se me cruzó por la cabeza. Debe ser una secta con máscaras de distintivos animales de este bosque que tortura y trafica. Esparcí los sacos con el polvo blanco por todo el suelo, mientras caían frascos con toxinas y más cosas raras. Hasta que quedó completamente vacía, la llené con tres cuchillos, y revisé su nevera. Rápido, tomé la leche y empecé a tomarla de el mismo envase, luego, eché unas latas de frutas y sopa. Cerré la mochila, al igual que la nevera de golpe.
Apareció detrás mío una chica bastante linda, en ropa interior, con una máscara de pájaro
— Alejandro, ¿Por qué despiertas tan temprano?
La chica fijó la mirada en mí.
— ¡T-Tú! ¡Almendra! — dijo señalándome.
Entré en pánico. Conocía mi nombre; seguido, era una de los traficantes.
Agarré un cuchillo de la mochila y la amenazaba extendiendo el brazo, señalándola con el cuchillo. Estaba tiritando. Ella retrocedió.
— A-Almemdrita, soy yo, yo ¡Yo!
—¿Y-Yo quién? - dije sin parar de apuntarle.
— Meliza, amor, soy yo Meliza...
Se sacó la máscara, y exactamente era ella.
—¿Qué haces tú con ellos? ¿Sabes lo que hacen? ¿Qué haces a espaldas de mi hermano?
— Cálmate, y baja ese cuchillo, cariño...
—¡No! — grité
— Bájalo y te explicaré todo, Almenda, soy yo, Meliza, confía.
— No lo haré — dije firme
— Alme-
Alcanzó a decir, hasta que la alcanzó una balacera de la ventana, que liquidó todo su cuerpo. Al caer, soltó de su mano, un cuchillo pequeño. Intentó matarme.
Quedé horrorizada.
Meliza era la prometida de mi hermano, Humberto, ¿Qué hacía en la cama de otro tipo, que es traficante e intenta matarme? No lo entendía, no entendía nada de lo que pasaba en este bosque.
No sabía cómo pasar. Podía ser alcanzada por la balacera que había atacado a Meliza, dado a que justo estaba en la ventana, y yo cubrida por un trozo de madera.
Me arriesgué y pase corriendo. Las balas aparecieron, pero no me alcanzaron, una de ellas rozó mi tobillo, pero nada más que eso. Terminé cubrida por otro trozo de madera. Corrí nuevamente a la sala y miré un cartel. En él, vi una foto mía en el centro, llena de líneas rojas que conectaban con personas, lugares y objetos.
Primero, estaba yo, en el tren, con Betty. El que iba conectado a el tren era un sujeto con máscara de lobo, quién ya tenía una equis roja en toda su foto, al igual que Betty. Si Betty había muerto, entonces, quiere decir que el hombre con máscara de lobo también. Deduje que había muerto con el accidente de el tren. "Copiloto". El muy marica era el que había producido el accidente, y con ello, sacrifico también su vida. ¿Por qué? ¿Qué hice?
Luego, me encontraba yo con el tipo de el conejo, pero salía encerrada en un círculo, y el conejo no tenía una equis. Claro, ellos aún no se enteran de su muerte. Si se enteran, concluirán que yo también lo estoy. Así todo sería más fácil, pensé contenta. Pero, vi conectado a un hombre con máscara de reno a la casa donde estaba solo el oso, y no Meliza, la con máscara de pajaro. Me jodí. El estaba conectado a una metralleta, y es el que me ha visto pasar corriendo. El sabe que estoy viva.
— Mierda — susurré
Supongo que ahora, el plan es liquidarme sí o sí. No hay más organización.
Seguí viendo el panel, y hay un personaje que no he visto presente, que es el de la máscara de zorro que está en la foto de el costado.
La rabia por la confusión me hizo derribar el panel con impotencia. Necesitaba salir de la casa, lo antes posible. Soy vulnerable en todo sentido si me quedo aquí sola.
Comence a buscar ventanas, y encontré una bastante sigilosa, donde también podría caber sin ningún problema. La ventana estaba ubicada en el baño, era rectangular y alargada hacia los lados. Corrí a el baño, pero me resbalé con sangre que había en el piso. Había un olor putrefacto. Me paré apoyándome de el lava manos mis piernas estaban cubiertas de sangre. Me puse de pie, y me miré al espejo. Lancé un grito. Mi cara estaba llena de costras, y mi pelo solo llehaba hasta mis hombros, con un color oscuro, más de lo que tenía anteriormente. Para poder ir a la ventana, debía pasar por la tina, y allí, al correr la cortina de forma rápida, vi un cuerpo rodeado de hielo. Parecía aún con vida. Su cara estaba tapada con un pañuelo negro, y se podía ver como se undía a medida que respiraba. Intenté ignorar el cuerpo, y subí el pie a la orilla de la tina. Abrí la ventana, pasé primero la mochila, y luego proseguí conmigo. Apoyé mi otro pie, coloqué mis dos brazos en la venta, y con el impulso de mis pies escalé las baldosas.
Salí, callendo de espaldas en la fría nieve. Me paré de forma lenta y caminé hasta el otro extremo de la casa, sin despegarme de la pared. Asomé la cabeza cob tal de ver la torre en donde disparaba el reno. Vi la torre y los dos cachos, que por lógica, serían los de el reno.
Escuché cómo algo se acercaba con velocidad, y me adentre rápido tras la casa.
Era una flecha, que calló muy serca de mí. Tenía una nota atravesada, así que arranqué la flecha de la nieve, y  saqué la nota.
"Tenemos a el señor Rodolfo Vila, sabemos que lo quiere con vida. Nosotros somos quienes tiene el pulmón para su operación, pero si quiere conseguirlo, el pulmón y a su padre, debe ser fuerte, y cumplir con nuestro juego"
"— Debes ser fuerte"
Recordaba lo que me decía mi padre.
Él me condujo a esto, él sabía que podía morir aquí. El sabía de este juego, por eso me pedía ser fuerte.
La rabia que tenía en mí, era inmensa.
—¡Hijo de perra! — grité con lágrimas.

Lluvia de hojas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora