2. El hombre que admira.

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**EDITADO: 26/02/17**

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2. El hombre que admira 

Para Harry, los tres días antes de la conferencia de Oscar Wilde se sienten como una eternidad. Moverse de un lugar a otro, escuchar a su padre charlar con sus compañeros de El Parlamento mientras él sonríe con aparente entusiasmo; pequeñas charlas sin sentido que no tienen ninguna profundidad emocional y que hacen que sólo desee estar en su cama, leyendo algún libro o sólo tomando té. Por supuesto, como hijo de uno de los miembros de El Parlamento y futuro heredero al título del Conde, no se permite semejante falta de actividad.

Robert siempre intenta incluirlo en la política de Inglaterra, en especial porque desea que en un futuro él forme parte del Parlamento, e incluso que llegue a ser el Primer Ministro en algún momento de su vida. Harry nunca le ha dice nada, sólo se limita a sonreírle de oreja a oreja y a asentir en señal de entendimiento, y su padre no lo obliga más allá de ello.

Tiene pláticas con su madre como hace mucho no suceden. Su madre es una mujer cariñosa y sensible, comprensible, que siempre ha pensado en él como lo más importante y bello en su vida; Harry no se permite comportarse como todo un patán frente a ella. Platican del tiempo libre de Harry, su entrada a la Universidad así como el entrenamiento del esgrima y criquet, de sus clases de español y francés. Además, Harry puede entrever entre su charla y el tono de voz de su madre que ella desea que retome sus clases de piano y, es posible, de violín. Asimismo, le dice que le encantaría verlo tocar sólo para ella en cualquier momento en que estén solos, que incluso podrían invitar a su prima Charlotte a cantar a coro con él.

Harry sabe del fuerte deseo que tiene Anne sobre él casándose con Charlotte en un futuro, cuando por fin empiece a formar una familia con una mujer que ve como una prima más que un interés romántico. Harry se lo ha reprochado en varias ocasiones, pero cuando su madre empieza a tranquilizarse y no crear un ambiente obsesivo respecto al tema, se calma un poco.

Y siendo honesto, no es que Harry no considere que su prima sea bonita. Que lo es, y mucho – porque posee todos los estándares de belleza correctos. Es sólo que, cada que piensa en ello, no siente nada. De hecho, cuando se pone a leer en la biblioteca y de pronto se queda observando a la nada, pensando, se da cuenta de que no siente nada por ninguna dama que ha conocido. Sabe reconocer que son atractivas o bonitas, nada agraciadas o poco atrayentes, pero el sentir cierta emoción en el pecho cuando las ve, el deseo enorme de hablar con una que haya capturado su atención, nada de ello ha aparecido.

Nunca le ha preocupado ese hecho, al menos no aún, ya que sabe que por su cabeza no se ha cruzado la palabra matrimonio, mucho menos como su madre desea que sea.

Se reune con John y Frank un día antes de la conferencia. Harry se siente aliviado cuando los dos no hacen más que burlarse de él lo más callados posibles, sin preguntarle la razón por la que se fue sin despedirse y sin mirar atrás. Pasean por Londres y se detienen en un kiosco, escuchando a los músicos tocando las canciones que tenían memorizadas, mientras los niños les miran maravillados. Al final, Harry se despide con un ademán con su sombrero y los ve marcharse en el carruaje hasta que los dos desaparecen por la vereda del camino.

Se siente ansioso, nervioso y horrible. No importa cuánto tiempo se lo pase tomando té, leyendo libros en alemán, pidiéndole a Thomas que le hablara un poco en el idioma – Harry no lo entiende. Es un caos, un desastre, y le reza a Dios que el día de mañana no se encuentre a personas de un cargo importante en Alemania, porque de ser así sabe que su padre lo traerá de un lado a otro, tratando de agrandar su círculo de amistades.

Violines Bajo el Agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora