Con los cincuenta euros en su mano se dirigió rapidamente a donde siempre se encontraban con su dealer. Marcó su número mientras me abría paso entre la oscuridad.
-- Soy yo, Rubén. Necesito, encontrémonos donde siempre, por favor.
-- ¿Tienes el dinero?
-- Si. Si, mierda, siempre tengo el dinero, aunque me cueste-- le respondió impaciente.
-- Tranquilo, chico. No es mi culpa que la necesites tanto-- él se refería a la maldita cocaína--. Escucha, estoy complicado. Asi que hoy verás a otro. Es un chico nuevo, discúlpalo si no es lo suficientemente discreto-- El hombre cortó la llamada y Rubén guardó su teléfono al tiempo que corría desesperadamente a por su bebé.
Llegó al arbol de siempre y se paró a esperar al chico mientras miraba para todos lados.
Pasaron minutos y no vió a nadie. Se asomó y comenzó a observar a su alrededor. No había absolutamente nadie.
-- Hey-- un susurro lo sobresaltó. Al darse vuelta divisó entre las sombras a un hombre un poco mas bajo que el que le mostraba el puño cerrado con un plástico sobresaliendo de el. Aún en la oscuridad podía ver la chispa en sus ojos--. ¿Rubén?-- su voz era dulce como una canción de cuna pero a la vez dura y seca.
-- Sí. Soy yo-- Rubén tragó saliva. Le dió los billetes y tomó la bolsa que el otro le entregaba. Quiso salir corriendo pero el chico lo agarró del brazo. Su agarre era fuerte, como el de alguien que hace pesas todos los dias.
-- Espera, Speedy Gonzales-- se mofó de su rapidez para escapar--. Déjame contar el dinero-- mientras decía esto sacó su teléfono para que le sirva como linterna y Rubén pudo observar sus rasgos faciales. Era como un ángel. Tenía barba incipiente y unos labios finos. Poseía ojos marrones que parecían los de un cachorro en adopción, pero también tenía una mirada seria que lo intimidaba.
-- ¿Cómo te llamas?-- inquirió con curiosidad. Estaban uno muy cerca del otro. Rubén estaba pegado al árbol y el muchacho le pisaba la punta de los zapatos. Le gustaba estar así. Le hubiera gustado abrazarlo y apoyar su cabeza en su pecho.
-- Tu dime M, Rubén-- dijo el chico mientras guardaba su teléfono--. Puedes irte.
Rubén se alejó despacio. Ya no estaba tan interesado en su droga. Lo que quería ahora era saber más sobre el misterioso M. No podía dejar de pensar en su mirada y en el principio de sonrisa que llevaba pintada en la cara. Fantaseaba con acariciar su barba y besar la comisura de sus labios.
M miraba como Rubén se alejaba. Había fingido contar el dinero solo para tenerlo tan cerca un poco más. Quería volver a verlo.
ESTÁS LEYENDO
Addiction {rubelangel}
Novela JuvenilQuería leerlo como un poema. M era un poema. Era un poema y un misterio. M era tantas cosas hermosas...