Capítulo tres.

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M había regresado con Figueroa, el dealer de Rubén y otros adictos. Él se burlaba de lo dependiente que era el muchacho con ojos verdes. 

-- Ese chico me hará rico-- decía entre risas--. Pide cada cinco días. Ni siquiera sé de donde saca el dinero, si se viste como vagabundo. 

M asentía con la mirada fija en la pared y una sonrisa falsa en sus labios. El hombre carcajeó 

-- Recuerdo una vez-- tuvo que parar por un ataque de risa. A M no le pareció muy cortés que se riera del pobre chico--. Que le mentí diciendole que ya no le vendería más. ¡Entró en un jodido ataque de pánico! Tendrías que haber oído como lloraba, ¡para morirse!-- todos los cerdos alrededor de el se rieron. M no. Él apretó los puños tan fuerte que se clavó las uñas en la palma de la mano.

-- No está bien que te rías así de él-- le espetó--. Al fin y al cabo él es adicto a un producto que tu le vendes. Probablemente tu lo metiste en eso. Eres un maldito idiota por reirte de el, Figueroa -- M casi le escupe en la cara. Pero se recató: Gustavo Figueroa era el único que le había dado un techo y comida cuando no tenía a nadie. 

-- Escucha, chaval-- dijo Gustavo en un tono de pocos amigos-- El es mío, mierda. Todos ellos son mios. Yo los controlo, controlo sus emociones y si quiero puedo destrozarlos hasta el punto de que no sean mas que un puto pedazo de papel con el que limpiarme el maldito culo. Puedo reirme de ellos todo lo que quieran porque son mis mascotas amaestradas y harían lo que fuera por el maldito producto que les vendo. Si tienes algun jodido problema con ello, ahí está la puta puerta-- le gritó. A M no se le movió un pelo. En otro momento hubiera bajado la cabeza y cerrado la boca, pero ahora sentía una ira inconmensurable.

-- ¿Con que quiéres que me vaya, eh? Mierda, Gustavo, ni tú te la crees. Si yo me fuera, ¿quién haría el trabajo sucio por ti? ¿quién aguantaría a la maldita piara que llamas "amigos"? Tengo veinte malditos años, joder. Puedo cuidarme solo. No te necesito, tu me necesitas a mi-- dijo M en un tono monótono, el jamás perdía la paciencia ni la tranquilidad, cosa que molestaba profundamente a Figueroa. El hombre lo miró, apretó los dientes y le dió un puñetazo tan fuerte que le rompió la nariz. Pero M ni siquiera se quejó. No le devolvió el golpe ni lo miró. Caminó tranquilamente hasta la puerta de salida. Los amigos de Fig observaban cada movimiento atentamente, como espectadores de una pelicula en ultra 3D, pero se abstenían de comentar algo por miedo a correr el mismo destino que M. 

Cuando éste abrió la puerta que daba a la calle, escuchó una voz atrás suyo. 

-- Espera, no te vayas. Perdóname-- si, justo lo que estaba esperando. Fig no era un tipo orgulloso. Tan solo un gran y  maldito hijo de puta-- Puedes ir a tu habitación o a donde sea si quieres, pero no te vayas. 

M caminó lentamente a su habitación, sin mirar a nadie. Segundos después, se escuchó un portazo y los cerdos volvieron a reir. 

A M le dolía la nariz. Estaba sangrando. Buscó un papel y se limpió como pudo. Se acostó en la cama. 

Hacía poco que Gustavo lo hacía ir a vender la droga, cuando el otro chico que vivía con ellos había escapado. M quería hacer lo mismo, pero no se atrevía. Sabía que Fig lo mataría. 

Como lo había hecho con el anterior. 

M ya no sentía miedo de vivir en ese lugar, dos años antes era como un pequeño hamster. Vivió la mayor parte de su adolescencia haciendo todo lo que le pedían (fuera legal o no) con tal de sobrevivir. Pero el ya no quería vivir así. Las cosas cambiarían pronto.

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Voten, lxs quiero.

Addiction {rubelangel}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora