Capítulo 4

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Mis ojos aún están cerrados. A lo lejos escucho que el despertador está sonando, pero no quiero hacerle caso; tengo mucho sueño.
La garganta me duele.
Abro ligeramente los ojos y veo luz, mucha luz que entra por mi ventana... Eso no es buen indicio.
Apurada me levanto, corro directo a la cómoda, intento tomar el despertador y poder ver la hora pero supongo que entre lo apurada que me moví y un poco dormida que aún estoy el despertador se me cae. Por la caída el despertador deja de sonar. Lo levanto, pongo la pantalla en dirección a mi cara y me quedo por un instante sin respiración. Son las nueve de la mañana mi horario de entrar a trabajar es en media hora más. No estoy lista. Para nada lista.

Apurada comienzo a correr en mi cuarto para poder conseguir ropa. No tengo tiempo como para ponerme a ver qué me queda y qué no así que rápido tomo una falda un poco ajustada que me llega a las rodillas en color negro, una blusa blanca sencilla y aunque no me gusten mucho los zapatos altos tengo que ponerme unas zapatillas altas. Mi trabajo me exige mantener un perfil demasiado serio y de oficina.

Me ducho y pongo la ropa rápido. Tengo que moverme más rápido de lo normal y hacer dos cosas en una si es posible.
Recojo mi cabello en una coleta alta y el maquillaje es normal... Nada tardado.

De una manera desafortunada el tiempo pasa muy rápido. Son las nueve veinte y para nada llego en diez minutos.

Salgo del departamento y esta vez el elevador se vuelve en una buena opción para poder ir más rápido pero en verdad le temo. Ir por las escaleras sería tardado, pero el elevador podría fallar y atorarse de nuevo...
En verdad me pregunto cuándo fue que decidir entre ir por escaleras o elevador fue tan complicado.

Es tarde y no puedo tomarme el tiempo para bajar escaleras. Llamo al elevador. No tardó mucho en llegar. Sus puertas se abren y tengo que entrar, mi respiración es agitada. Pulso PB e inmediato se cierran las puertas y comienzo a bajar, debo admitir que la sensación no me es agradable.
Al llegar al lobby que por fortuna llegué viva corro a la avenida, tengo que tomar un taxi o llegaré muy en exceso tarde. Tomo el taxi y le digo la dirección a la que voy.

-Avenida Arboledas- Interrumpo mi oración al darme cuenta que al hablar me duele tremendo la garganta. Intento aclararla un poco.- Por favor intente ir rápido.

-¿Y no gusta que pasemos a una farmacia? Se nota que está enferma.- Me dice el conductor del taxi en tono de burla.
Yo sólo me limito a sonreír con un poco de molestia.

Veo el reloj de pulso que llevo en mi muñeca izquierda y la adrenalina comienza a segregarse en mi cuerpo. Nueve veinticinco.

Me pregunto por qué cuando menos quieres el tiempo pasa rápido.
Pero en realidad no pasa rápido ¿O sí? Me refiero a que el tiempo es tiempo; ni va lento ni despacio... Entonces qué es lo que hace que algunas veces lo sentimos lento, como cuando esperábamos a que fuera hora del recreo cuando estábamos en la escuela; era ansioso poder ver el reloj cada minuto para ver que fuera hora de salir. O cuando disfrutas mucho de un momento, cuando menos lo esperas el tiempo pasó rápido y no pudiste disfrutarlo como habrías querido.
En fin, son cosas que me pregunto.

Comienzo a desesperarme cada vez más.

-¿Señor puede tomar algún atajo para poder llegar más rápido?

-¡Claro que puedo tomarlo! Pero hará un incremento en la tarifa.

-Si... Como sea, tome el atajo.

El taxista toma algunas calles un poco desconocidas para mí pero después de quince minutos hemos llegado.

-Servida señorita, son ciento cincuenta pesos.

Bien... La cantidad es alta pero el punto es que ya estoy aquí, sólo debo pagarle e irme.

Abro mi mochila de lado (que no les parezca extraño, pero prefiero mil veces una mochila a un bolso desorganizado) y busco la cartera. Muevo de un lado a otro las cosas que llevo como mi laptop, una libreta de bolsillo, plumas, agenda, maquillaje y nada... No encuentro la cartera.

Borrándote de mis pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora